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Desafíos para el vino chileno 2020-2030

Desafíos para el vino chileno 2020-2030

Andrés Torres Ríos
Por : Andrés Torres Ríos Wine Business Development
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Una de las lecciones más importantes que se ha revelado después de la crisis social, así como de la cruda pandemia del Covid-19, eventos que aún golpean con fuerza a la sociedad en su conjunto, es que las reglas que histórica y culturalmente eran aceptadas
en una serie de ámbitos sociales ya no corren con las mismas garantías.

Ya sabemos que producto de la dificultad en la caída de las exportaciones, el mercado local del vino se ha visto excepcionalmente dinámico en la medida que la realidad a obligado a las viñas, pequeñas y grandes, a reinventarse para proponer una nueva oferta a través de otros canales que seduzca a connacionales a preferir esta noble bebida por sobre otras, sin embargo ¿es este esfuerzo suficiente como para encantar a las personas a consumir este producto por sobre otros? O ¿habrá que instalar otros argumentos de mayor profundidad para la sustentabilidad del vino en esta próxima década para Chile y el mundo?

En un país pequeño como Chile donde el mercado local es frágil en lo que respecta al consumo de vino – no así con otros alcoholes fermentados como la cerveza y destilados como el pisco o el gin – no es de extrañar que las grandes viñas aceleren sus flujos a través de la venta en el exterior. Según la Asociación Gremial Vinos de Chile, en 2019 algunos de los grandes mercados como Brasil, Norteamérica, Europa y China compraron más del 70% del vino producido en territorio nacional, de los cuales el gigante asiático concentra cerca del 15% del mercado, siendo el líder indiscutido en materia de exportaciones.

Es sabido que para todos estos países que compran vino chileno, hay distintas tendencias de consumo para lo cual se hacen grandes esfuerzos por caracterizar la demanda, de tal manera que los compradores y consumidores tengan el mejor producto a disposición en su país receptor.

En esta misma línea, el gremio mencionado hace gran labor de fortalecimiento nacional e internacional de las viñas chilenas toda vez que apoya con recursos de educación y asesoría, por defecto económicos, entre otros, con el objeto de impulsar y promover con destreza las exportaciones en mercados foráneos, vale decir, el posicionamiento del vino nacional en mercados del mundo como un producto relevante.

A la fecha, me parece que ha realizado una gestión exitosa desde el punto de vista de la diferenciación, es decir, que los mercados del mundo dejen de entender al vino chileno como históricamente lo han observado; un insumo “bueno, bonito y barato”, imagen que a Chile le ha costado por décadas desprenderse y, este gremio habiendo iniciado la tarea de cambio de percepción de forma exitosa, entendiendo que el vino nacional tiene mucho más que decir que solo vino a granel y marcas populares, me parece que aún sigue en deuda respecto al mercado interno, espacio de crecimiento que se veía prometedor para desplegar lo que fuera la “Estrategia 2020 para Mercado Interno” (2010) de parte de la entidad aludida, que pretendía recuperar el consumo per cápita llevándolo de los 13 litros, punto más bajo registrado, a 17 litros para 2020, objetivo que claramente se vio truncado incluso antes de la presente crisis económica y social, por cuanto en mayo de 2019 la primera edición Expo Wine & Beer exponía ya la obtención de un consumo cercano a los 14 litros, vale decir, una realidad prácticamente invariable.

Sin perjuicio de lo anterior, es importante entonces hacer hincapié sobre lo que, en mi opinión, son aspectos de análisis relevantes para considerar de aquí hacia el futuro como punto de inflexión entre la industria y los desafíos que a ésta los consumidores exigen.

Primero, diversificación de las exportaciones. No es posible que cada vez que existan complejidades de índole económica en el ámbito internacional, China sea el gran mercado del cual tengamos que depender las exportaciones. Además, elevar la calidad del vino que se vende en el exterior, no solo en el gigante asiático sino por ejemplo Brasil, será el gran desafío de las exportaciones, haciendo un esfuerzo en identificar submercados menores, de nicho, ávido de nuevos conceptos, de interés específico por lo denominado como “la nueva vitivinicultura chilena”, lugares patrimoniales donde hay pequeños productores de uva rescatada, vinos de familia, vino de garage, entre otros.

Segundo, en esta misma línea, hay que comenzar a replantearse la creación y presentación de nuevos productos, vale decir, vinos con distintas presentaciones y formatos, por ejemplo, vinos con bajo contenido alcohólico que atraiga el consumo de los más jóvenes, botellas de pequeño tamaño con tapa rosca o latas para experiencias menos formales, vinificación que prioriza la “uva por sobre la madera”.

Tercero, alza en el canal de venta Ecommerce, medio digital que permite adquirir, ante la imposibilidad de acudir presencialmente al retail, el producto de manera remota y directa, (evadiendo el B2B). Según explican desde el gremio, desde el inicio de la crisis este canal de venta creció en promedio un 50% la venta del mercado nacional, pasando de un promisorio 5% a un 10% en muy pocos meses, medio por el cual hay que seguir expandiendo y perfeccionando, sobre todo en lo que respecta a la experiencia de compra como son el respeto por los tiempos de entrega en la distribución, así como las condiciones de calidad sanitaria.

Cuarto, el turismo del vino es otro aspecto destacable en la discusión ya que también se ha visto, incluso más que otros actores de la cadena, brutalmente golpeado en la crisis COVID-19, por la imposibilidad de abrir sus establecimientos como son las viñas, hoteles, restaurantes y tour operadores, ya sea por mandato de la autoridad o no, han visto sus entradas a cero. Ante el progresivo desconfinamiento y reapertura de los comercios, la Subsecretaría de Turismo y Enoturismo Chile deben confeccionar protocolos junto con las respectivas mesas técnicas sectoriales, que aseguren la enseñanza e implementación de éstos de manera estricta, no a modo de simple recomendación sino como norma obligatoria sujeta a sanción por incumplimiento de establecimientos y clientes, velando siempre por la seguridad sanitaria y sin menoscabar la nueva experiencia adaptada del turista.

Quinto y último, no por eso menos importante, la educación. Si bien es cierto se han estado desplegando grandes esfuerzos en torno al acercamiento del vino con los consumidores en el mercado interno a través de eventos sociales como son ferias,
festivales, fiestas, exposiciones, carnavales, rutas de turismo, entre otras, me parece que aún hay espacio para atacar donde más cuesta: aún carecemos de una estrategia más integral que proponga como eje central la educación del concepto Vino a las generaciones en formación inicial de parte del estado y los particulares en los colegios y centros de formación a lo largo del país para que se instruya sobre historia, producto, industria, actores relevantes y consumo responsable.

Se concluye que en el contexto 2020-2030, el Estado chileno debe diseñar, junto con los actores relevantes, una política de desarrollo enfocada en las PYMES vitivinícolas y asociadas, que les permitan reinventarse en los desafíos del mercado interno y exportador, con contundentes ayudas económicas directas y así poder salir del actual momento de adversidad que, como es sabido, será prolongado para que nuestro país se vuelva a convertir en capital y potencia del vino, por cuanto ha sido, es y continuará siendo un vigente patrimonio cultural.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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