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Mujeres sobre ruedas: patinaje, el deporte que empodera, libera y no deja de crecer  Outdoor

Mujeres sobre ruedas: patinaje, el deporte que empodera, libera y no deja de crecer 

Desde hace casi una década, los skateparks de distintos lugares de Chile acaparan a más personas además de skaters y bikers. Niñas y mujeres patinadoras de todas las edades se sumaron a estos espacios con una filosofía particular: la filosofía de mujeres en rollers. Necesidades, desafíos y sueños a futuro de tres agrupaciones, de norte a sur del país, en un deporte que cada día tiene más practicantes. 


Pueden saber a qué hora llegan, pero una vez allí pierden la noción del tiempo. Arriba de los patines se sienten libres, empoderadas, compañeras, las unas con las otras, en las calles o en los pocos skatepark o espacios disponibles para un buen desliz, en primaveras y en otoños, con temperaturas cercanas a cero y sobre treinta grados, sobre rollers “no existe el frío”.

Así es el día a día de cientas de mujeres y niñas, de todas las edades, que se encontraron entre bowls y rampas en skateparks y otros espacios. Desde hace casi una década esta práctica deportiva crece y une las calles desde los diferentes espacios ocupados.

Cada vez son más, y no sólo en las calles, también en las redes sociales.

Francisca vive en Santiago, Trinidad en Puerto Montt y Alejandra en Copiapó. Estudiaron en distintas carreras, universidades y colegios. Viven a más de 800 km de distancia, pero los patines las encontraron en ese amor que expresaron a todo momento mientras mantenían una entrevista virtual, donde los ojos brillantes y la emoción traspasaba la pantalla, aún cuando la conversación se cortaba, entre el sonido de la lluvia sureña y el viento santiaguino que entraba por la ventana de Francisca.

Las tres se conocieron gracias a la práctica de este deporte extremo, que suele dejar sus huellas en piernas y rodillas, y los caminos que las llevaron a encontrarse fueron muy distintos.

Subirse a los patines

Alejandra Troncoso tiene 25 años, estudia derecho y ha vivido toda su vida en Copiapó. A sus seis años ya danzaba sobre los patines, haciendo patinaje artístico durante largos años hasta que otras responsabilidades y motivaciones la hicieron dejar las ruedas, pero siempre quiso volver a sentir esa sensación de bailar junto al viento. Y en 2021, se dio la oportunidad. Un encuentro con una ex compañera de colegio y una conversación fueron el primer paso que la llevó a ser parte de Áridas Roller Skate, un grupo de niñas y mujeres que patinan a los pies de los calurosos cerros copiapinos.

Desde allí, Alejandra no se bajó más y acompañó junto a un pequeño grupo de chicas, a conformar una agrupación que se define como “un espacio de inspiración y apañe femenino”.

Foto: @ lascabrasrollerskate

Francisca también se unió gracias a una amiga. Mientras estudiaba biología en la universidad, una compañera la motivó a comprarse unos patines, la insistió tanto que logró convencerla. Hoy tiene 30 años, una rodilla operada y suma casi diez años moviéndose junto a sus ruedas, con las cuales quiere “llegar a vieja”.

Porque sobre los patines “no se siente la edad”, dijo sobre eso Trinidad Almonacid, quien integra Lluviosas Roller Skate y se conoció con Fran durante las clases impartidas por Las Cabras Roller Skate, una comunidad que además de disfrutar el deporte en conjunto, realiza clases, y las hizo virtuales también en periodos de cuarentena.

Trini empezó en los roller en 2019 y una vez que aprendió a patinar con firmeza se sumó a aprender de otras mujeres sobre ruedas, quienes recuperaron un gimnasio de una ex cárcel puertomontina y luego en el skatepark de la capital de la Región de Los Lagos, un lugar que hoy está cerrado por reconstrucción.

Tanto Trini como Alejandra ven en Francisca una persona importante en el auge del patinaje de mujeres en Chile. Las Cabras Roller Skate, que partieron siendo un grupo de no más de cinco mujeres y hoy son decenas que se encuentran en los distintos espacios de Santiago a patinar y motivarse mutuamente, siguen sumando niñas desde los seis años y mujeres de más de cuarenta. Muchas de ellas provienen de otras regiones y conocieron a Fran o a otras patinadoras por haberse llegado a estudiar a la capital o bien hacer turismo.

Pero todas ellas, incluida Fran, destacan haber aprendido entre pares, en las calles, del ensayo y error.

Foto: @ lluviosas.rollerskate

“A mí me cambió la vida, y creo que a varias les ha pasado lo mismo. Es un sentimiento muy bacán que te mueve el querer hacer cosas por mujeres, siento muchas cosas. Yo me pongo los patines y el mundo desaparece, me concentro mucho, es gratificante practicar hasta que salgan los trucos”, expresó Fran, con el cuerpo inclinado hacia adelante, una voz fuerte y brazos tatuados.

“A nosotras las mujeres nos han negado mucho nuestros cuerpos y las maneras que tenemos de percibirlo y explorarlo, y el roller skate me abrió la puerta de explorarme de distinta manera, explorar mi cuerpo en relación a sus capacidades, con todo lo que puedo hacer», sostuvo.

«Me ha subido mucho la autoestima, antes me preocupaba el rollito. Y eso es lo que queremos lograr, empoderamos a través del deporte extremo, porque fuimos criadas en la delicadeza, y hoy disfrutamos caernos porque nos damos cuenta que no somos de cristal”, afirmó.

La agrupación de roller skate santiaguina estuvo presente, orientando y acompañando los procesos de aprendizaje y la formación de espacios en otras ciudades fuera de la capital, como es el caso de Puerto Montt -y otras localidades de la Región de Los Lagos- y Copiapó. Hoy tramitan su personalidad jurídica.

Entre el compañerismo y la falta de infraestructura adecuada

Por la característica de estos espacios, los skatepark son los lugares donde comúnmente se patina sobre rollers, aunque también se usan las calles y todo espacio que permita el movimiento, tenga rampas, escaleras, barandas o tan sólo faciliten el movimiento seguro por el sitio.

Pero la gran mayoría de las patinadoras acuden a estos porque se transformaron en un espacio de encuentro que construyó su propia filosofía sobre este deporte.

“Me siento libre, empoderada, en patines no me importa nada”, dijo Trini con el sonido de la lluvia de fondo, pero esa sensación de felicidad encuentra su contraste con el espacio en que hoy patinan quienes lo hacían en Puerto Montt.

Como el skatepark está en remodelación, las patinadoras de la ciudad van a Puerto Varas, donde el skatepark está al lado de una cancha cercana a “un sector peligroso”, relató la nutricionista, que recordó un episodio en el lugar: “Una vez estábamos patinando y se sintieron muchos balazos de un rato a otro, tuvimos que tirarnos al suelo. En otra ocasión murieron dos personas, hay movimientos de droga que generan mucha violencia e inseguridad”.

Durante la conversación, Trinidad volvió a nombrar la violencia en otra oportunidad, “no tener baño es violento, no tener techo es violento”. Ninguno de los espacios en que patinan estas jóvenes de Copiapó, Santiago y Puerto Montt cuenta con baños ni lugares donde poder hidratarse y en el caso de esta última ciudad, tampoco hay espacios techados pese a las numerosas lluvias anuales de la capital sureña: “Es imposible patinar cuando llueve, y como no hay espacios nos juntamos en nuestras casas, pero no todas tienen el espacio para poder hacerlo”, contó mientras el agua caía delante de ella y un auto pasaba con velocidad.

En esta línea, Alejandra explicó que en Copiapó para ir a orinar hay que “sacarse los patines y subir el cerro que tenemos al lado” para tener privacidad, eso además de la “suciedad de los espacios” porque “muchas personas llegan a puro tomar al lugar, sin ser patinadores, skater o biker, toman se emborrachan, dejan sucio y se van”.

En Santiago sucede lo mismo. Según relató Fran, “se han robado zapatillas, patines y otras cosas de las cabras” en esos espacios. Por otro lado, las relaciones con quienes ocupan los lugares, siendo deportistas o no, a veces es complicada porque no se respetan entre pares y en ese sentido la integrante de la agrupación santiaguina planteó que de cierta forma “existe un patriarcado en el bowl”.

Tanto Áridas Roller Skate como Lluviosas Roller Skate y Las Cabras Roller Skate realizan a menudo actividades juntas, en sus ciudades o trasladándose a otras por las ganas de conocerse y practicar en equipo. Para patinar no existen horarios ni reglas, quienes quieren sumarse lo hacen y van al skatepark u otro lugar de práctica el día y la hora que se pueda, aunque siempre se coordinan para ir “entre compañeras”.

“Un día de lesión duele, pero no la lesión sino que no seguir patinando” dijo Trinidad y la vergüenza, esa que las tres mujeres señalaron sentir en un principio cuando con timidez ocuparon esas primeras idas al skatepark, se volvió una fortaleza recalcitrante, que se contagió una a una, y convirtió en un valor de las comunidades de patinadoras, además de “la sororidad, la no competencia y el acompañamiento”, adhirió Francisca a lo que Trini reflexionó que la edad se borra al estar sobre ruedas porque “cada una se conecta con su propia niña interna” y si hay alguien al lado de diez o cuarenta años, “no se siente la diferencia”.

“Algunas estudian, otras son mamás, otras trabajan, por eso no tenemos horarios establecidos. Nos avisamos y cuando podemos nos acompañamos pero es una comunidad que se ayuda, se ayuda a levantar cuando hay caídas, se graba” sostuvo Alejandra, quien deja por momentos las leyes que estudia en la universidad para sumergirse en un espacio que tiene sus propias leyes, donde “la sororidad” es un principio.

Como entre salto y salto en ocasiones salen trucos que quieren capturar, las patinadoras se graban mientras practican por las pistas, luego transforman ese material en videos acompañados de edición y música, y son subidos a las redes sociales con hashtag que han permitido conectarse de norte a sur. Muchas de ellas se conocieron en las pistas o en las redes y hoy “son amigas inseparables”, comentó Francisca.

El sueño: unir Chile en una misma pista

Antes de convertirse en Las Cabras Roller Skate, las patinadoras santiaguinas fueron parte de Chicks in bowl, una organización internacional de patinadoras que partió en Estados Unidos y se extendió a otros países.

«Como nosotras siempre hemos sido contestatarias, le ponemos nuestro toque político a la cosa, somos cuestionadoras, nos dijimos bueno ¿por qué vamos a sumarnos a las gringas? Mejor hagamos algo que nos represente a nosotras, como Latinoamérica, porque nos dimos cuenta que las europeas, por ejemplo, eran muy distintas a nosotras, aquí siempre ha pasado que falta que lleguen elementos como patines, además son súper caros”, relató Francisca.

De esta manera nació la agrupación con el nuevo nombre. En los chats de WhatsApp y en el trato cotidiano preguntar por “las cabras” es común, por eso desde ese momento se sintieron “representadas”.

Con ese nombre nacieron las redes sociales que suman más de 15 mil seguidoras que llegaron en algunos casos primero a las redes y después a los skatepark, aseguró Francisca, quien desde pequeña practicó otros deportes y quiso probar algunos “más extremos”.

Trinidad señaló sentirse acompañada, independiente del lugar donde esté. Una clase magistral llevada por la agrupación santiaguina hasta la ciudad de Osorno “le abrió un portal”. A veces, durante sus viajes, paró en lugares para patinar y contó que “la comunidad es tan linda porque donde me encuentro con una patinadora hay sintonía inmediata, no sé de dónde eres, sólo te veo con patines y te apaño” afirmó y reflexionó sobre lo que consideró ser “un código que se ha dado también por redes sociales”.

De la vergüenza de estar sola en un skatepark e inseguridades con su cuerpo, pasó a estar en lugares que nunca conoció y sentirse acogida: “estuve en lugares que nunca había ido y conocí chicas que me abrieron las puertas de su casa sólo por ser patinadora, y es lindo porque se produce un intercambio cultural, conozco chicas de La Serena, de Copiapó…”. Lluviosas Roller Skate ya es un movimiento regional, participan féminas de Puerto Montt, Osorno, Puerto Varas, incluso se han sumado de la isla de Chiloé.

Alejandra Troncoso dijo que patinaje es un aprendizaje para la vida y mencionó que hay un antes y un después de subirse a los rollers. “Hoy, si me caigo me detengo a pensar por qué pasó, cosas que antes no hacía en el día a día, si no me va bien en una prueba pienso que quizá no entrené (estudié) mucho, todo es práctica y error y eso ayuda a trabajar la frustración ¿Te caes? Te levantas”.

Cada vez que se despega de la tierra por unos segundos, o está sobre la pendiente de una baranda, siente “felicidad”, que “fluye” y a la vez es consciente de ese fluir “respetando el proceso”.

La copiapina miró hacia los lados mientras sonreía y sus cabellos negros y gruesos caen sobre sus hombros, al tiempo que pensó cómo le gustaría ver en un futuro próximo el patinaje de mujeres: “me gustaria que la escena creciera en Copiapó y eso va de la mano con la infraestructura de la ciudad porque aquí las calles son muy malas, hay que reconstruir muchos espacios, hacer buenas ciclovías, fomentar nuestro deporte”.

Es común que muchas personas que quieren desarrollarse desde lo profesional, laboral o deportivo en Copiapó, tengan que dejar la ciudad, y si eso sucede en la capital regional, más aún en las ciudades de alrededor, en ese sentido Alejandra expresó que “faltan herramientas para surgir” y lo ilustró con su motivación para dar clases de esta disciplina, “a mí me gustaría enseñar a otras chicas pero me faltan herramientas pedagógicas”.

Desde hace algunos años, patinadoras de distintos lugares de Chile organizan encuentros a través de la autogestión con rifas y otras actividades para hacer fondos comunes y lograr costear los viajes. El 5 y 6 de marzo hicieron el “Encuentro Nacional de Cabras Sobre Ruedas”, instancia en la cual asistieron más de trescientas niñas y mujeres de distintos puntos de Chile en una reunión que se convocó en tres skateparks de Santiago.

Pero la idea nunca fue centralizar, de hecho el sueño es unir Chile en una misma pista: “Algunas de las ideas que tenemos con las cabras es hacer una gira por distintos lugares, de norte a sur, es el sueño. Después que empiezas a patinar ves los lugares de otra manera” relató Francisca al tiempo que encendió un tabaco casero.

Además se refirió a un futuro próximo deseado: “Lo que espero son espacios más propios nuestros, lugares seguros para mujeres y niñas, que seamos más chicas patinando, desde nuestra escuela estamos trabajando también para formalizarnos”.

En efecto, además del crecimiento de la comunidad y la seguridad de los espacios que todas las patinadoras esperan tener en un futuro próximo, “la necesidad” de baños, “lugares para hidratarse” y sobre todo “espacios techados” son puntos que destacó Trinidad durante la entrevista, quien como Alejandra y Francisca prendieron los micrófonos al instante al ser preguntadas por la idea de una gira patinadora por Chile. Faltan fondos, falta también infraestructura pero “sobra apañe”.

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