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Opinión: El efecto ciervo en el inmovilismo corporativo

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«Empresas jóvenes, a menudo de pequeño tamaño, están desafiando a las grandes corporaciones, que por décadas han descansado en su nicho, aplicando el mismo modelo de negocios y vendiendo a los mismos clientes un mismo producto. Por eso las grandes empresas están tomando acciones para protegerse de estos nuevos entrantes, que amenazan su industria con nuevos inventos, modelos de negocios, estructuras comerciales y, sobre todo, creatividad aplicada».


Todos hemos conocido a alguna persona que se compra una bicicleta y se propone practicar deporte para mejorar su salud, pero un par de semanas después la bicicleta queda abandonada en una bodega.

De manera similar, muchas empresas (grandes y pequeñas) se embarcan en programas de innovación, organizan premios y crean una gerencia de innovación, en la cual se delega la responsabilidad de crear nuevas ideas. Si bien parece una nueva tendencia, la verdad es que innovación ha existido siempre: La rueda, la pólvora o el fax son inventos que fueron industrializados y comercializados en siglos pasados, desarticulando industrias completas y afectando profundamente a las sociedades. La diferencia es que esto ahora parece ir mucho más rápido y con efectos globales.

Empresas jóvenes, a menudo de pequeño tamaño, están desafiando a las grandes corporaciones, que por décadas han descansado en su nicho, aplicando el mismo modelo de negocios y vendiendo a los mismos clientes un mismo producto. Por eso las grandes empresas están tomando acciones para protegerse de estos nuevos entrantes, que amenazan su industria con nuevos inventos, modelos de negocios, estructuras comerciales y, sobre todo, creatividad aplicada.

Igual como la persona que intenta ponerse en forma comprándose una bicicleta, ciertas corporaciones no logran adaptarse para defenderse contra los nuevos jugadores. Viven aterrorizados pero al mismo tiempo se aferran a su modelo porque continúa generando ingresos (aunque cada vez menores). Es un ejemplo del “efecto ciervo”: Un ciervo está parado en una carretera en la noche y mira con estupor las luces de un auto que se acerca rápidamente. El animal está paralizado y no logra moverse hasta que es demasiado tarde. También podríamos llamarlo “inmovilismo corporativo”.

En jerga legal, pareciera que estamos frente a una “orden de no innovar” interna, muy propia de los seres humanos, que nos determina a no desviarnos de nuestra manera de hacer el trabajo cotidiano. Nos cuesta cambiar, salvo si la ventaja económica es suficientemente potente.
¿Estamos condenados a perder la batalla de la innovación?

La clave está en emular las mismas condiciones en las cuales empresas innovadoras prosperan, como consecuencia de disponer de pocos recursos y/o tener poca historia, rutinas y tradiciones. Ellas ven 100 autos por día que se acercan a alta velocidad y tienen que saltar continuamente de un lado a otro para evadirlos. No tienen otra alternativa que crear un entorno ágil, con una estructura poco jerárquica e incentivos económicos que saquen a la gente de su zona de confort y les motiven a moverse rápidamente en terrenos no conocidos.

En la práctica, muchas empresas grandes han ido en esta dirección: Lokheed Martin tiene su Skunk Works, Google su X labs, Amazon su Lab126, entre otras. Han creado entornos fuera de su estructura que son similares a startups independientes. Y aunque aún no es clara la tasa de éxito, al menos se escapan del “efecto ciervo”.

Lode Verdeyen
SVP New Business Latin America Engie

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