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La gran confusión Columna de opinión

La gran confusión

«La trampa reemplaza a la competencia y en nuestro país los ejemplos sobran: la formalización de la nuera de la Presidenta por el caso Caval, los interesantes pormenores tras la tramitación de la Ley de Pesca, el irregular financiamiento de empresarios a políticos, los créditos sin intereses autootorgados por parlamentarios con dinero de todos los chilenos… La lista sigue y sigue. Todo esto nos conduce irremediablemente a una interesante tesis: en Chile no tenemos un modelo de libre mercado. En Chile vivimos bajo un capitalismo ‘entre amigos'».


Qué duda cabe: el modelo de libre mercado está en el ojo del huracán. En el debate nacional se ha logrado instalar la percepción de que como país estamos mal y, de una u otra forma, hemos llegado a un punto en donde el principal culpable es el libre mercado, que permite robos y abusos de los ricos, quienes se enriquecen a costa de los pobres, aumentando la desigualdad también en el proceso. La codicia de los empresarios es incontrolable y necesitamos regular todo su accionar, pues la libertad lleva al delito. Necesitamos de la gente que piensa en el bien común, esas personas que dedican su vida al servicio público y dejan a un lado sus intereses. Necesitamos regular todo.

Aunque el párrafo de arriba es un poco caricaturesco, el diagnóstico es el mismo: el extremo libre mercado en que hemos vivido los últimos 30 años ha enriquecido a unos pocos a costa del bienestar de todos, por lo que hay que avanzar hacia un modelo mucho más centralizado, en donde el gobierno y las autoridades pongan freno a los capitalistas y luchen por el bienestar de las personas. Pero… ¿podría ser que ese gran enemigo común –el modelo de libre mercado– no exista en nuestro país? ¿Podría ser que en Chile no hayamos vivido en un libre mercado como tal? ¿Puede ser que, de alguna u otra forma, estemos viviendo bajo un sistema distinto?

El crony capitalism (capitalismo “entre amigos”) es un término que se aplica a una economía supuestamente de libre mercado, pero donde en realidad el éxito en los negocios no depende del trabajo honrado y libre de cada uno, sino de la relación, ya sea familiar o de amistad, entre los empresarios y los gobernantes (incluidos parlamentarios, por supuesto).

Así, en una sociedad que sufre de capitalismo “entre amigos”, los amigos y familiares de los políticos se apropian de riqueza de forma fraudulenta, por ejemplo, asignándose monopolios de ciertos mercados o logrando que se dicten leyes que solo los favorecen a ellos. La trampa reemplaza a la competencia y en nuestro país los ejemplos sobran: la formalización de la nuera de la Presidenta por el caso Caval, los interesantes pormenores tras la tramitación de la Ley de Pesca, el irregular financiamiento de empresarios a políticos, los créditos sin intereses auto otorgados por parlamentarios con dinero de todos los chilenos… La lista sigue y sigue. Todo esto nos conduce irremediablemente a una interesante tesis: en Chile no tenemos un modelo de libre mercado. En Chile vivimos bajo un capitalismo “entre amigos”.

La consecuencia más grave del crony capitalism es que lleva a una gran confusión: la población cree que los delitos, la colusión y la corrupción son parte intrínseca del modelo de libre mercado, por lo que se transforman en detractores de este y terminan apoyando inocentemente políticas antilibertad. Se convencen de que el libre mercado no funciona y apoyan entonces una expansión fuerte del Estado, sin entender que precisamente un Estado grande es parte fundamental del capitalismo “entre amigos”, pues sin un Estado grande, no hay nadie a quien comprar. La gran confusión nos lleva a la autodestrucción como sociedad. Si se equivoca uno en el diagnóstico, la solución será también errada.

El crony capitalism podría explicar también el por qué de la supuesta relación entre desigualdad y bajo crecimiento.

Para probar esta teoría, dos economistas de las universidades de Michigan y Columbia realizaron en 2013 un estudio (*) para intentar probar que la desigualdad tenía un efecto negativo sobre el crecimiento. El resultado fue decidor: la relación entre desigualdad y crecimiento era efectivamente negativa… pero solo para un tipo de desigualdad: la que venía del amiguismo. Según el estudio, la desigualdad provocada por riqueza obtenida a través de favores políticos es perjudicial para el crecimiento, mientras la desigualdad que viene de otros factores, como pobreza inicial, desigualdad de ingreso o cualquiera otra que no tenga que ver con amiguismo, no tiene efecto negativo alguno.

En otras palabras, cuando una persona gana mucho dinero de manera honrada y justa, no causa ningún perjuicio contra el crecimiento ni contra los demás. La desigualdad no es mala. Es natural. Y si es natural, es justa. El mensaje es claro: no matemos a justos por pecadores. No limitemos el libre mercado por miedo a coludidos y corruptos, pues es igual de insensato que encarcelar a toda la población para prevenir robos. Si caemos en la gran confusión, los únicos perjudicados seremos todos nosotros. Castiguemos severamente a la corrupción, la colusión, el soborno y el amiguismo entre políticos y grandes grupos de poder, pero abracemos al libre mercado y no le pongamos barreras injustas e innecesarias al honrado emprendedor que logró alta riqueza gracias a su trabajo duro. Se la merece.

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