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Como si fuera un asado: las recetas de Argentina para bajar su histórica inflación

Como si fuera un asado: las recetas de Argentina para bajar su histórica inflación

El país se ubica entre los de mayor inflación del mundo, según la mayoría de las mediciones internacionales y el combate contra ésta es la prioridad del nuevo gobierno, de la que pende su éxito o su fracaso, según coinciden analistas de diversas tendencias.


Se puede afirmar que por distintos motivos, el asado y la inflación son cuestiones sistémicas ineludibles en Argentina.

Una es la pasión culinaria nacional, la otra, su mal económico crónico que discurre entre la tolerancia y el terror social, cuando en cada crisis se convierte en el factor indomable, generando la huida en estampida del peso.

Como en los últimos 40 años, también esta vez, la inflación y la consiguiente devaluación de la moneda son el síntoma preponderante de una fase de «vacas flacas» en la economía argentina.

El país se ubica entre los de mayor inflación del mundo, según la mayoría de las mediciones internacionales y el combate contra ésta es la prioridad del nuevo gobierno, de la que pende su éxito o su fracaso, según coinciden analistas de diversas tendencias.

Según el presidente Mauricio Macri, la inflación acumulada en los últimos diez años es del 700% y fue promovida por el gobierno kirchnerista «como herramienta válida de la política económica», algo que la anterior administración niega.

La inflación y el asado

Shock versus gradualidad: las recetas en pugna para combatir la inflación en Argentina pueden compararse con dos formas bien diferentes de hacer el tradicional asado.

Una política de shock sería un asado rápido a la parrilla y una política gradual sería un asado lento a la parrilla.

Ambos casos pueden cumplir las expectativas de un típico asado argentino, pero sea cual sea la receta elegida, la clave es que esté bien realizada.

El asado rápido a la parrilla requiere cortes más delgados y mucho fuego, con brasas cuantiosas que permitan una cocción de pocos minutos con trozos de carne fileteados para apurar los resultados. La rapidez demanda alta pericia con el uso simultáneo de los ingredientes en forma copiosa.

El asado lento a la parrilla, en cambio, utiliza un calor más dosificado, depende menos de tanta llamarada y busca generar un efecto envolvente para un vuelta y vuelta de cortes más grandes que, además, serán protegidos eventualmente con papel y requerirán por ejemplo de no pinchar la carne.

La lentitud demanda también un preciso uso del tiempo para no excederse en la cocción y desilusionar a los comensales.

La primera receta tarda casi la mitad del tiempo que la segunda y en ambos casos se requiere, de forma innegociable, de un buen asador.

Riesgo de endeudamiento

En el seno del gobierno ambas recetas están enfrentadas, aunque el llamado gradualismo es la vía elegida ya explícitamente con el argumento de evitar un ajuste mayor aún que lo que supone la reciente devaluación del peso de casi un 40% y el aumento de hasta un 500% en las tarifas de electricidad para reducir subsidios.

Si bien Macri calificó de «perversa» la inflación y prometió solucionarla «con la mayor velocidad posible», la clave es definir cuánto marcará el velocímetro para dicha solución.

Desde el Ministerio de Hacienda conducido por Alfonso Prat Gay -donde la meta es llevar la inflación al 25% en este año- admiten encaminarse hacia un«gradualismo fiscal» que evite un ajuste más abrupto, para lo cual es imprescindible el regreso del país a los mercados internacionales previo acuerdo con los holdouts o acreedores que quedaron fuera del canje de deuda de 2005-2007.

«Eso se logra tratando de orientar precios y convencer a los sindicatos de que apunten a una meta del 25% de aumento salarial. Si logramos hacer eso te ahorras la subida de tasas contractivas de la economia», le dice a BBC Mundo Eduardo Levy Yeyati, director de la Consultora Elypsis e identificado con las políticas gradualistas aplicadas por el gobierno.

Desde la otra orilla del debate, el economista José Luis Espert lo rebate categóricamente.

«Los unicos dos planes gradualistas que se intentaron en Argentina en los últimos 40 años para bajar la inflación terminaron en estrepitosos fracasos», le comenta a BBC Mundo.

«Eso es cierto -admite Levy Yeyati-, pero lo que sucedía entonces es que teníamos una deuda externa que refinanciabamos año tras año y que representaba un deficit fiscal impagable. No fue la politica per se la que fracasó».

«Hoy no tenes esa necesidad de emisión de moneda tan pronunciada, porque se puede financiar el déficit con emisión de deuda o deuda externa».

-¿No hay un peligro en endeudarse para financiar «el pan y la leche», es decir para financiar el deficit? -le preguntó BBC Mundo.

-Hay un peligro si lo haces sistemáticamente. No si lo haces como transición.

«El shock fue un triunfo absoluto»

«El único programa de shock que tuvo Argentina para bajar la inflación en los últimos 40 años, que fue la ‘convertibilidad’ (la paridad uno a uno entre el dólar y el peso en los años 90), fue un triunfo absoluto. Argentina tuvo una década sin inflación», argumenta Espert al refutar la vía del gradualismo.

«Reconozco que terminó en la peor crisis de la historia (en 2001), pero eso no tiene nada que ver con el exitosísimo plan antiinflacionario», dice.

«El motivo de esa crisis en todo caso es el mismo motivo por el cual han fracasado todos los planes económicos del último medio siglo en Argentina, que es el desastre fiscal que los políticos vienen haciendo. El gobierno de Macri deberia plantear la gravedad de la situación fiscal y lanzar un programa deshock«, propone Espert sin rodeos.

Para él es falso que esto genere desempleo, pero considera necesarias medidas drásticas para reducir el gasto público, la eliminación total de subsidios y «devaluar más porque el dólar a $14 está barato».

Un termómetro casero de la inflación

Para tener una noción del impacto de la inflación en la última década, y aún en medio de la polémica por la demora en restablecer un índice oficial confiable, BBC Mundo entrevistó al periodista Néstor Scibona, quien desde 2007 compra la misma canasta de productos y lleva un seguimiento promenorizado.

La Coca Cola que valía $2,89 en abril de 2007, hoy cuesta $19,25, casi siete veces más.

«El seguimiento de precios personal lo comencé cuando fue evidente que el organismo oficial que sigue los precios tuvo una suerte de intervención politica y comenzó a difundir índices que cada vez tenían menos que ver con la realidad», afirma Scibona.

«Entonces a mí se me ocurrió tomar una compra de supermercado que tenía un poco de todo e ir verificando cómo evolucionaba. Ahí era claramente evidente que los indicadores oficiales tenían poco que ver con la realidad de lo que pagaban los consumidores», añade.

«Siempre tomé la misma canasta de productos en el mismo supermercado.Hice mi propio termómetro de la inflación. Si uno toma el costo de esta misma canasta testigo desde que empecé, pasó de $222,72 en abril de 2007 a $1.847,25 en enero de 2016: aumentó un 550%».

Y ya que hablamos de carne, si en esa lista de productos tomamos el «Lomo de ternera por kilo» -uno de los cortes más valorados en las carnicerías argentina- encontraremos que en 2007 valía $26,99 y hoy el precio escaló a la friolera de $279,99.

Por suerte, la carne para el asado vale la mitad. Aunque, como ya dijimos, hay que saber prepararlo.

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