La verdadera importancia del Brexit probablemente provenga no de sus efectos directos sino de su simbolismo. Es un indicio de una tendencia mucho más grande y amplia: un cambio mundial del régimen político. La mutación se estaba produciendo antes del Brexit y seguirá después de él. Es algo que debería preocuparnos.
Los peligros económicos de la salida del Reino Unido de la Unión Europea probablemente se hayan exagerado. El Reino Unido enfrenta cierta cantidad de dificultades, dado que la caída del precio de las propiedades inmuebles podría disparar una recesión allí. Pero parece improbable que el derrame hacia la economía mundial sea grave. La política comercial británica probablemente no cambie demasiado, y es improbable que los extremistas del Partido por la Independencia del Reino Unido, que fueron la punta de lanza de la campaña a favor de la partida, lleguen al poder. La UE en sí está en terreno poco firme, pero eso era así antes del Brexit.
La verdadera importancia del Brexit probablemente provenga no de sus efectos directos sino de su simbolismo. Es un indicio de una tendencia mucho más grande y amplia: un cambio mundial del régimen político. La mutación se estaba produciendo antes del Brexit y seguirá después de él. Es algo que debería preocuparnos.
Luego de la II Guerra Mundial, el mundo quedó dividido en dos bloques principales: un grupo encabezado por los Estados Unidos que abrazó la democracia liberal, el capitalismo y el libre comercio y un grupo encabezado por los soviéticos y los chinos que estaba a favor de la autocracia, el aislacionismo económico y diversas formas de comunismo. Ninguno de los dos bandos estaba particularmente unido ni cumplía cabalmente con los ideales que profesaba. Pero gradualmente, el bloque liberal triunfó en lo económico y social y el otro fracasó. Conforme esto se hizo evidente, muchos países empezaron a modificar sus instituciones para parecerse más a los Estados Unidos. China y otros países autoritarios liberalizaron sus economías, mientras que muchos otros se convirtieron de la autocracia a la democracia.
En los últimos años, esa tendencia se detuvo, y la marea institucional ahora parece moverse en la dirección opuesta. El antiliberalismo –autocracia política y restricción de las libertades civiles- va en aumento.
Muchas organizaciones siguen estas tendencias y suelen tener diferentes definiciones de democracia y libertad. Pero todas parecen coincidir respecto de la tendencia general. Por ejemplo, Freedom House, organización patrocinada por el gobierno de los Estados Unidos, dice que la libertad en el mundo decae desde hace diez años. Desde 2006, el número de países que, según sus registros, han experimentado una reducción de la libertad es mayor que el de los países en los que la libertad avanzó:
Si uno mide el mundo por población en lugar de cantidad de países, el retroceso de las democracias es menos marcado pero aun así claro. La Economist Intelligence Unit lleva un índice de democracia que, según dice, está “en el limbo” o en baja desde que se creó es indicador en 2006. Reporteros Sin Fronteras, organización internacional sin fines de lucro, ve una “caída profunda e inquietante” de la libertad de prensa en todo el mundo. Y el conjunto de datos del proyecto Polity IV, ampliamente utilizados, muestra que el número de países democráticos se está estancando o reduciendo en casi todas las regiones del mundo desde comienzo de los 2000. El Foro Económico Mundial cree que el orden liberal está siendo “cuestionado por diversas fuerzas”.
Al Brexit en general se lo ve como el preanuncio de esta tendencia. En la revista The New Yorker, Benjamin Wallace-Wells escribe que “el proyecto liberal es cada vez más estadounidense”. Roger Cohen de The New York Times considera que hay potencial para un retorno al autoritarismo anterior a la II Guerra Mundial en Europa. En la revista Foreign Policy, el profesor de relaciones internacionales de Harvard Stephen Walt dice que el Brexit, y el ascenso de Donald Trump en los Estados Unidos, muestran que los beneficios del liberalismo se promocionaron de forma exagerada y que está en marcha una reacción en contra.
Yo no estoy tan seguro de que el Brexit sea una manifestación de antiliberalismo. Es cierto que lo que en parte impulsaba al bando pro-Brexit era el temor y el rechazo a los inmigrantes, pero la votación fue democrática, y la UE sufre desde hace mucho de un “déficit democrático”. Trump es un peligro más claro. Su forma de vilipendiar a los grupos minoritarios, los vínculos de su campaña en los medios sociales con los grupos supremacistas blancos y la actitud autoritaria de su base de apoyo son banderas rojas que indican que una parte significativa de los Estados Unidos no admira los ideales de libertad que promovía el país en el siglo XX.
Esto es un hecho negativo. Los derechos humanos y las libertades civiles desde luego son infinitamente valiosos por sí mismos. Pero un mundo menos liberal es también uno más peligroso.
Como documentó extensamente el psicólogo Steven Pinker en su libro “The Better Angels of Our Nature” (Los mejores impulsos de nuestra naturaleza), la guerra disminuyó mucho desde el fin de la II Guerra Mundial. Hay numerosas teorías respecto a por qué ocurrió esto pero dos de las más importantes son la de la paz democrática y la de la paz capitalista. La primera sostiene que las democracias tienden a no pelear entre sí y la segunda dice que los países con mercados más libres tienen menos disputas. Las pruebas en general dan sustento a ambas teorías, lo que significa que el proyecto liberal liderado por los Estados Unidos ha reducido la guerra a través de múltiples canales.
Pero, como advierte Pinker, la disminución de la guerra no es una certeza histórica. El patrón podría revertirse en cualquier momento. Si el orden liberal encabezado por los Estados Unidos realmente se está desmoronando, podría preanunciar tiempos peligrosos. Un punto de especial tensión es el mar de la China Meridional. China reclama la mayor parte de esa masa de agua como territorio soberano, lo que pone en duda la convención de libertad de los mares respaldada por los Estados Unidos después de la guerra. Como muchos países más pequeños –entre los que se cuentan varios aliados de los Estados Unidos como las Filipinas- insisten en sus propios reclamos de soberanía en la zona, el mar de la China Meridional es un polvorín que podría generar un conflicto armado entre China y los Estados Unidos.
Un choque como ese entre las economías y las fuerzas armadas más grandes del mundo fácilmente podría escalar hasta convertirse en un conflicto de mayor alcance o desencadenar una caída en la anarquía geopolítica. Si el voluble y belicoso Trump obtiene la victoria en noviembre, esta amenaza a la prosperidad y la seguridad mundiales se fortalecerá. Entretanto, el mar de la China Meridional dista de ser el único punto caliente. Una invasión rusa a los países bálticos, que son parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, también podría provocar un conflicto de proporciones y revertir las conquistas de los últimos setenta años. Y, si el avance del antiliberalismo continúa, los puntos álgidos fácilmente podrían multiplicarse conforme la democracia y el capitalismo pierdan su poder de motores de la paz.
De modo que el verdadero peligro para el mundo no es el Brexit: es el auge del antiliberalismo. Esto decididamente es algo que debería preocuparnos y llevarnos a hacer todo lo que está a nuestro alcance para detenerlo.
Esta columna del economista Noah Smith no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.