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La furia de Bachelet y su apuesta por el golpe de autoridad    Relación entre la Mandataria y Valdés no terminó en buenos términos

La furia de Bachelet y su apuesta por el golpe de autoridad   

En el Gobierno dicen que La Moneda apostó hasta último momento por que Valdés doblara el brazo y que se quedara, que primaría su sentido de “buen soldado”. Por algo la Jefa de Estado, después de la reunión de ambos el miércoles en la mañana, le pidió silencio absoluto, que meditara la decisión y dejó la renuncia en suspenso, que se hizo efectiva en la conversación de ayer. A pesar de la inusual y compleja crisis vivida estos días, el balance interno en Palacio, al final de la jornada, era que la Presidenta Bachelet había salido ganando y que así incluso lo demostrarán en las semanas siguientes las encuestas, porque había afianzado su liderazgo y autoridad.


Esta fue una crisis con el sello del bacheletismo, con un patrón similar al que se ha visto en otras ocasiones, tanto en su primer Gobierno como en la actual administración: decisiones que rompen las formas políticas habituales, gallitos de fuerzas, confianzas rotas, figuras claves del gabinete que salen tras días de tensión, un largo desangramiento público, todo en medio de un férreo hermetismo. Todo eso pasó durante las últimas dos semanas, para concluir ayer con la renuncia del equipo económico liderado por Rodrigo Valdés, debido al quiebre irreversible de la relación con la Presidenta Michelle Bachelet, gatillado por el rechazo al proyecto Dominga.

Aún no aclaraba del todo cuando Valdés llegó a La Moneda, pasadas las 7:30 de la mañana, y subió directamente a la oficina de la Presidenta. La conversación fue dura, dicen que la Mandataria estaba muy molesta, porque aseguran que no quería la salida de su entonces jefe de la billetera fiscal, pero consideraba clave imponer su autoridad en este episodio, marcado por el gallito de poder entre Palacio y el equipo económico que cuestionó con dureza la decisión del comité de ministros, el 21 de agosto, de rechazar el proyecto Dominga.

Valdés estuvo menos de una hora, salió sin ser visto por una puerta de la sede gubernamental que da a calle Teatinos y se fue a su oficina en Hacienda. A esas alturas las cartas ya estaban echadas, su renuncia, la de su par de Economía, Luis Felipe Céspedes, y del subsecretario de Hacienda, Alejandro Micco, habían sido concretadas en esa cita con Bachelet.

El punto es que, más allá de las sonrisas y abrazos protocolares que siempre se observan en las ceremonias de cambio de gabinete en el Salón Montt Varas, en el Gobierno reconocieron que las cosas entre Bachelet y Valdés no terminaron bien, que los distintos gestos que hubo durante la mañana después de esa conversación, a puertas cerradas, son prueba de la mala forma en que concluyó dicha relación.

Mientras La Moneda era un hervidero de especulaciones sin que se confirmaran las renuncias y tras su reunión con Valdés, la Presidenta fue a una actividad vinculada a la entrega de aguinaldos de Fiestas Patrias, donde insistió en mandar nuevamente un mensaje directo a Valdés, tal como lo había hecho desde el martes: “Yo no concibo el desarrollo a espaldas de las personas, no me imagino un país donde solo importan los números”, dijo. Una frase para muchos de los leales al ex ministro de Hacienda fue totalmente “innecesaria” a esas alturas y que –según quienes conocen bien a Bachelet– se explica como una demostración de su enojo, debido a que en todo momento ha considerado que esta fue una crisis que ella no provocó y en la que no le dejaron mucho margen de acción.

En el Gobierno dicen que La Moneda apostó hasta último momento por que Valdés doblara el brazo y que se quedara, que primaría su sentido de “buen soldado”. Por algo la Jefa de Estado, después de la reunión de ambos el miércoles en la mañana, le pidió silencio absoluto, que meditara la decisión y dejó la renuncia en suspenso, la que se hizo efectiva en la conversación de ayer.

A pesar de la inusual y compleja crisis vivida estos días, el balance interno en Palacio, al final de la jornada, era que la Presidenta Bachelet había salido ganando y que así incluso lo demostrarán en las semanas siguientes las encuestas, porque había afianzado su liderazgo y autoridad. Explicaron que no había margen posible cuando un ministro discrepa públicamente así con la Mandataria, que este conflicto lo inició Céspedes al retirarse del comité de ministros el día 21 sin votar, que lo siguió Micco después y lo culminó Valdés el día lunes, cuando se alineó con ellos en los cuestionamientos públicos por el rechazo a Dominga. “Ese día fue fatal para él”, sentenciaron en La Moneda ayer.

Pasadas las 11 de la mañana, Valdés se reunió en Hacienda con sus equipos de trabajo para despedirse, momento que –contaron los presentes– fue bastante emotivo y, puntualmente al mediodía, se jugó su última carta antes de dejar el Gobierno: dio una sobria y escueta conferencia en la sala de prensa del ministerio, donde comunicó oficialmente –antes del anuncio de Palacio– que había presentado su renuncia, que Bachelet la había aceptado, que una serie de consideraciones le impedían continuar y que las razones específicas «quedan en el seno de mis conversaciones con la Presidenta”. De paso, recordó que siempre ha creído “firmemente en el proyecto progresista que busca más libertad, más equidad y un desarrollo compartido, para estos objetivos resultan claves las responsabilidades, el crecimiento y un buen funcionamiento de las instituciones. Como sugerí el lunes pasado, algunas instituciones pueden mejorar hacia adelante”.

Ese gesto no fue gratuito. En La Moneda fue visto como que se dio “un último gusto” y que fue su forma de marcar públicamente su molestia, adelantándose inéditamente al anuncio oficial para evitar que desde Palacio instalaran la versión de que no había renunciado, sino que lo había sacado la Presidenta.

En el Ejecutivo explicaron que ya el fin de semana Valdés tenía medio resuelto irse, porque esta historia podría haber tenido otro desarrollo y desenlace. Quienes conocen al ex ministro dicen que todo habría sido diferente, incluido su actuar público, si la Presidenta Bachelet le hubiera advertido –previo al comité de ministros de ese lunes 21– que La Moneda había cambiado de opinión sobre el destino del proyecto Dominga y que todas las señales que le había dado hasta entonces, respecto a que tendría luz verde, habían quedado en nada.

A eso se sumó la “indiferencia presidencial”, muy propia del estilo Bachelet cuando está molesta con alguna autoridad de su gabinete, algo que demuestra y lo hace sentir. Señalan en el Gobierno que Valdés, dos veces esta semana –el domingo y el martes–, pidió reunirse con la Mandataria, pero nunca le dieron audiencia y que fue la jefa de gabinete de la Presidenta, Ana Lya Uriarte, quien se la negó, gesto que lo hizo sentirse “humillado”, perdiendo su poder y sin ningún piso para seguir.

Quienes conocen la trama tras bambalinas, insisten en que Valdés tuvo dudas hasta el miércoles en la tarde, por un sentido de responsabilidad y lealtad, pero que fue clave el papel que jugo Micco en convencerlo y en llevar adelante el pacto que tenían los tres con Céspedes, de dar un paso al costado.

El principal foco de malestar del bando económico es precisamente Uriarte, el papel que jugó en este episodio y a quien apuntan varios como la responsable de “convencer” a la Presidenta de que la única forma de evitar que se desatara un Caso Caval 2 –por los terrenos comprados por su familia el 2014 a 12 kilómetros de donde se desarrollaría el proyecto– era precisamente haciendo caer la iniciativa en el comité.

Micco hizo pública su renuncia como subsecretario a través de un comunicado que se difundió poco antes de la ceremonia oficial en el Montt Varas, mientras que Céspedes llegó en silencio a La Moneda justo antes del mediodía, subió directamente al segundo piso y solo habló una vez que terminó la ceremonia, cuando ya no era ministro. Agradeció a su equipo y funcionarios del Ministerio de Economía por el esfuerzo que realizaron y expresó que había sido “un honor” llevar adelante una agenda de crecimiento inclusivo.

Déjà vu

Tras muchas especulaciones, finalmente se hizo público el cambio del equipo económico. Valdés fue reemplazado por Nicolás Eyzaguirre, mientras que Céspedes por Jorge Rodríguez Grossi, cargos en los que exactamente ambos se habían desempeñado también durante el Gobierno de Ricardo Lagos Escobar.

Lo que más se repitió en los últimos días en los patios de La Moneda es que nunca se había visto que el equipo económico renunciara en bloque al gabinete, menos a tres meses de una elección presidencial y a seis de terminar el Gobierno. De producirse, se dijo, sería una pésima señal.

Por eso la designación puntual de Eyzaguirre a la cabeza de Hacienda y de Rodríguez en Economía tiene el objetivo –recalcaron en La Moneda– de aminorar lo más posible, en los mercados y las relaciones con los empresarios, el impacto de la salida de Valdés, Céspedes y Micco. Son nombres con trayectoria, reconocidos y respetados en el mundo económico, que desde el primer minuto podrán continuar con las respectivas agendas de sus carteras sin necesidad de requerir un proceso de ajuste.

En el caso puntual de Eyzaguirre, todos en el Ejecutivo afirman que es el escenario en el que mejor se desempeña, mucho mejor que en la arena política, lo que no deja de ser relevante, considerando que se está elaborando el Presupuesto 2018, que debe ser presentado al Congreso el 30 de septiembre, y están ad portas la negociación por el reajuste del sector público y el debate por el proyecto de pensiones.

Eyzaguirre es reemplazo en la Segpres por Gabriel De la Fuente, quien hasta ayer ejerció como subsecretario de esa cartera. Dicho cambio en el propio Gobierno lo consideran un acierto, ya que no solo es una figura bien evaluada y respetada a nivel parlamentario, sino que puede ser un aporte para sacar adelante la agenda legislativa, dadas las buenas relaciones que ha generado con el mundo político. “Toda la forma como se hizo este cambio fue mal, fue fea, pero al final puede terminar siendo un aporte”, sentenciaron en Palacio.

Tras días de silencio, la ministra vocera, Paula Narváez, hizo un punto de prensa en el que trató de imprimir cuotas de normalidad a los ajustes realizados y dar por cerrado este capítulo. “La Presidenta ha tomado una decisión haciendo uso de sus facultades, los gobiernos tienen cambios de gabinete, ocurre en todos los gobiernos, no es un hecho novedoso en ese sentido (…). La Presidenta ha resuelto nombrar a las personas que ya son conocidas públicamente, que tienen una clara trayectoria y que tienen también el conocimiento, las capacidades para llevar adelante la agenda gubernamental que, como ustedes saben, es muy intensa, tanto en materia de ejecución de políticas públicas como en el trabajo legislativo que estamos llevando adelante”.

Las palabras de Narváez apuntaron a las críticas desde el propio oficialismo al manejo de Bachelet de esta crisis, al error –consideraron– de dejar que saliera del gabinete una pieza clave como Valdés y debilitar en estos momentos el rol del jefe de las arcas fiscales.

Por un lado, en la Nueva Mayoría lamentaron el episodio. El senador PPD, Ricardo Lagos Weber, dijo que “espera que este sea el último error no forzado de mi Gobierno para enfrentar de buena forma los últimos desafíos que tenemos por delante. Lo que resta ahora a todos es respetar las decisiones que se han tomado, apoyarlas y poner todos nuestros esfuerzos para seguir cumpliendo con el programa de Gobierno, que es lo único que nos pide la ciudadanía en terreno”, afirmó, mientras que su par DC, Ignacio Walker, consideró “lamentable su renuncia, pero absolutamente comprensible. (Entre) quienes estamos en el Parlamento y hemos vivido distintos episodios, se ha notado a Rodrigo Valdés incómodo desde hace por lo menos un año».

Desde la otra alma de la coalición, el diputado DC Aldo Cornejo, a través de Twitter, precisó: “Mi pleno respaldo al ejercicio de la atribución presidencial de @mbachelet Los Ministros no están para darse gustos personales”. Su par del PC, Daniel Núñez, indicó que en el equipo económico saliente siempre relativizaron las reformas, que “estas renuncias son un acto de honestidad política, pero que llegan demasiado tarde, esta dupla de Hacienda siempre relativizó las reformas (…) cuando no hay convicción para acompañar a la Presidenta en su programa, lo correcto es renunciar”.

En el Gobierno explicaron que parte de la furia de Bachelet pasaba por lo que consideró una deslealtad de parte de las directivas de los partidos de la Nueva Mayoría y los jefes de las bancadas parlamentarias, que se mantuvieron al margen de la crisis, sin respaldarla en todos estos días y que solo comenzaron a dar declaraciones el miércoles, cuando ya era muy tarde.

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