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Sin inversión no puede haber crecimiento mayor ni sostenible Opinión

Sin inversión no puede haber crecimiento mayor ni sostenible

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Alfredo Coutiño
Por : Alfredo Coutiño Director para América Latina, Moody´s Analytics
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En el 2017 la economía avanzó a paso lento, aunque al final el crecimiento fue mayor, reportando una tasa de 1.5% después de 1.3% en el 2016. La economía cumplió su cuarto año de desaceleración desde una tasa de 5.3% en 2013. El crecimiento ha caído desde tasas cercanas a 6% durante los dos años posteriores a la recesión del 2009 hasta menos de 2% en los últimos cuatro años.


La economía chilena terminó 2017 con una recuperación un poco más definida, aunque el crecimiento aún por abajo de su tendencia confirma su prolongada desaceleración. La huelga laboral de principios del año introdujo cierta interrupción en la producción; sin embargo, esta se restableció durante la segunda mitad del año. Más allá de la existencia de factores transitorios, la economía continuó sufriendo la ya crónica anemia de inversión, la cual es el factor de fondo que explica la pérdida de capacidad de la economía chilena en los últimos cuatro años.

En el 2017 la economía avanzó a paso lento, aunque al final el crecimiento fue mayor, reportando una tasa de 1.5% después de 1.3% en el 2016. La economía cumplió su cuarto año de desaceleración desde una tasa de 5.3% en 2013. El crecimiento ha caído desde tasas cercanas a 6% durante los dos años posteriores a la recesión del 2009 hasta menos de 2% en los últimos cuatro años.

A pesar de la ganancia en eficiencia que generó la recesión, en términos de costo laboral, el avance de la economía se mantuvo débil como resultado de la pérdida de capacidad productiva generada por el prolongado proceso de desinversión. El coeficiente de inversión total a producto disminuyó constantemente desde casi 26% en 2013 a solo 22% en 2017, mientras que el correspondiente a la inversión fija se debilitó aún más en el 2017 al reportar solo un 21.5% del PIB, desde un 24.8% en 2013.

Este notable proceso de desinversión no solo representa una reducción en la capacidad productiva del país sino también impone una restricción al avance de la productividad y el progreso tecnológico. Como consecuencia de ello, el crecimiento potencial chileno se redujo constantemente desde un 4.5% en el 2013 a poco menos de 2.5% en el 2017.

Es innegable que el ciclo a la baja en el precio de las materias primas tuvo un efecto negativo en la inversión minera, pero no fue la causa principal de la desinversión general reportada por la economía chilena. La falta de confianza del sector privado, generada tanto por la forma en que fueron manejadas las reformas como por dudas en el manejo de la política económica, fue la principal razón detrás de la prolongada reticencia de la inversión privada en el país.

Adicionalmente, la inversión pública en infraestructura enfrentó restricciones derivadas de la reducción en los ingresos gubernamentales que ocasionaron los menores precios del cobre. La puesta en marcha de algunos programas públicos para acomodar presiones sociales y cumplir con algunas promesas de campaña introdujo presiones en el gasto público. Esto indujo al gobierno a incurrir en mayor desequilibrio fiscal y más deuda, lo cual también afectó decisiones de inversión.

Un riesgo colateral proviene del incipiente exceso de demanda que ya reporta la economía chilena, resultado de la prolongada expansión fiscal y monetaria. Después de tres años de reportar exceso de oferta, la absorción interna comenzó a superar a la producción nacional desde el segundo trimestre del 2017. Es normal que en un año de elecciones, el ciclo político produce un efecto expansivo sobre la economía, resultado del gasto adicional para financiar el proceso electoral y las campañas políticas.

Lo anterior, en cierta medida explica no solo la aceleración de la economía durante la segunda mitad del 2017 sino también la existencia del incipiente exceso de demanda interna. Sin embargo, la expansión monetaria chilena continúa sin señales de revertirse pronto, y si la disciplina fiscal no regresa en el corto plazo, entonces aumenta el riesgo de una aceleración inflacionaria combinada con una ampliación del desequilibrio fiscal y consecuentemente el externo. Este es el gran riesgo que enfrenta la recién inaugurada administración gubernamental chilena.

En el 2018, la economía se encamina hacia un mayor crecimiento, básicamente como resultado de la normalización de la producción ante la caída que tuvo a principios del 2017 por efecto de la huelga minera. Asimismo, si la nueva administración logra restaurar la confianza de los inversionistas, la economía podría empezar a aumentar su decaída capacidad productiva. Sin embargo, el sostenimiento de un crecimiento mayor solo llegará en el mediano plazo si se logra profundizar el cambio estructural con nuevas reformas.

Alfredo Coutiño
Moody’s Analytics

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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