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Azúcar,  Piñera y la destrucción creativa Opinión

Azúcar, Piñera y la destrucción creativa

Emiliano Vargas López
Por : Emiliano Vargas López Ingeniero Comercial. Magíster en Economía. Investigador independiente en Economía.
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La reducción del consumo, tarde o temprano, acabaría por cerrar la más ineficiente de las plantas de azúcar, por lo que hasta aquí nada de Schumpeter asoma, más bien es cierre por falta de demanda y cambio del punto de equilibrio del mercado: la cita estaría evocada inapropiadamente.


No es de extrañar que se utilicen las teorías o postulados de renombrados autores para construir una argumentación o una justificación sobre decisiones o hechos económicos reales. Otros ejemplos menos afortunados son los de culpar a las improductivas vacas de la escasez láctea. Esto ha marcado la costumbre de algunos políticos de apoyar o rebatir un hecho o una expectativa con citas de dudosa aplicabilidad. Sin embargo, en materia de los postulados económicos, el parafrasear a aquellos economistas difuntos, hay que hacerlo con suficiente calidad, claridad y entender (al menos en el margen) qué trataron de decir y si esas teorías generales aplican a una situación particular y contingente.

En este caso, la decisión del monopsonio de la remolacha, que implica cerrar una de sus plantas de una manera más que gradual, ha generado un interesante material de estudio que puede ser muy apetecido por las escuelas de negocios, economía o gestión industrial, a no ser por el drama que significa este cese de la actividad para un grupo muy heterogéneo de trabajadores y sus familias, centenas de agricultores, algunas empresas proveedoras y otras de servicios. Pero, en este episodio, lo más destacable, en materia conceptual, es no quedarse en la forma del parafraseo presidencial sino en el fondo y su preferencia revelada.

En el fondo, se intentaría utilizar aquella schumpeteriana idea que postulaba que aquellas empresas ineficientes serían reemplazadas por nuevas (similar al ciclo biológico), con renovados bríos y alguna ventaja que las haría triunfar. En nuestra cita presidencial, los “árboles nuevos” reemplazaran a aquellos improductivos y senescentes, permitiendo así el funcionamiento de un sistema, donde no caben salvaguardias para mantener “árboles viejos” ineficientes.

¿Habrá en la cita un intento por explicar el hecho vía la teoría de Schumpeter? No importa, lo relevante es analizar el fondo del problema y discutir si las estrategias gubernamentales con orientaciones productivas en Chile, podrán potenciar al país como un exportador neto agroalimentario y, a la vez, no contradecir con ellas la operación del eficiente pero implacable mercado.

Respecto a la remolacha (y el azúcar) podríamos usar una buena costumbre forense que es diseccionar al cadáver para dar con los posibles motivos del deceso.

a) La ley de etiquetados: es plausible sostener que se haya generado un cambio de hábito alimenticio de la población debido a las etiquetas negras que rotulan aquellos alimentos altos en azúcar.

b) Sustitutos: la gran variedad de endulzantes naturales que permiten un consumo “sano” y dan dulzura sin las consecuencias negativas del azúcar tradicional.

c) Impuesto verde: que afecta la rentabilidad de operación del monopolista.

d) La rebaja arancelaria a las importaciones de azúcar. Haciendo una enorme simplificación de este hipotético informe forense, se podría concluir que todas las hipótesis anteriores pueden ser parcialmente no descartadas.

Entonces, la reducción del consumo, tarde o temprano, acabaría por cerrar la más ineficiente de las plantas de azúcar, por lo que hasta aquí nada de Schumpeter asoma, más bien, es cierre por falta de demanda y cambio del punto de equilibrio del mercado: la cita estaría evocada inapropiadamente.

Ahora, ¿que más se podría asimilar del modelo descrito en 1942? Las empresas innovadoras que sobrevivirán a las que no, tienen dos tipos de agentes: el inventor y el oportunista. En este caso, podríamos indicar que la misma empresa se ha reconvertido al producir y comercializar derivados del agave, stevia y otras plantas exóticas que dan dulzura “sana” a nuestras dietas, por lo que solo habría reemplazado la materia prima (o insumo) del mercado de los endulzantes. Este hecho, de ser cierto, solo confirmaría que el capital no tiene sentimientos y obedece a la rentabilidad esperada de los flujos futuros: nuevamente Schumpeter no asoma.

En la reconversión productiva de la industria del azúcar, los afectados en la obsoleta cadena de valor de la remolacha son aquellas empresas y trabajadores que saldrán del mercado y deberán innovar para mantener las rentas de la tierra y su actividad laboral respectivamente.

Aquí hay espacio para que nuestro autor Schumpeter asomase, pero en una versión adulterada por el todopoderoso y asistencial Estado, que debería velar por sus ciudadanos y levantar una política pública improvisada al tenor de los hechos y en la búsqueda del bien común, así como el Estado también lo ha hecho anteriormente con las industrias del carbón o del salmón. Pero en esto no hay evidencias de la destrucción creativa pura, que habla de un ecosistema dinámico donde existen agentes inventores y agentes oportunistas que, en busca de su propio beneficio, permiten la innovación y el crecimiento económico a costa de la destrucción de aquellas empresas que no rinden lo suficiente para subsistir.

Si, a pesar de lo expuesto, todavía se insiste que Schumpeter está presente en la situación de la industria nacional del azúcar, podemos observar que la transición entre la muerte del “árbol viejo” y los frutos del nuevo árbol será necesariamente costosa en tiempo, recursos y bienestar social.

Todo empresario productivo y emprendedor sabe que las transiciones productivas son lentas y riesgosas, y que el Estado solo puede ayudar marginalmente a apoyar, subsidiar o mitigar las externalidades de los más desfavorecidos, porque no tiene la información, capacidad ni visión del emprendedor. Por otro lado, los empresarios (o consultores) especuladores saben que basta con invertir y diversificar donde exista mejor retorno (con menor riesgo), incluso si se trata de recomendar inversiones en el exterior.

Por tanto, no se darían las condiciones ni evidencia de la mentada destrucción creativa de la industria, sino solo el imperativo para generar políticas públicas bien elaboradas y correctamente aplicadas, que permitan a quienes realmente lideran el desarrollo agroalimentario realizar la requerida reconversión productiva, porque tienen: agua, tierra y acumulación de capital (de distinto tipo).

La única y posible reformada versión de la destrucción creativa, esta vez, puede amenazar a los “viejos empresarios nacionales”, debido a “jóvenes empresarios extranjeros” que crean que hay atractivos retornos esperados en la provincia del Ancoa, al igual que en la industria del litio, de las cerezas, del vino u otras que sean desatendidas por una destructiva laxitud empresarial.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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