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La amenaza de Estados Unidos a la democracia internacional Opinión

La amenaza de Estados Unidos a la democracia internacional

Leonid Bershidski
Por : Leonid Bershidski Columnista de Bloomberg
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El índice de percepción de la democracia, como llaman Alliance of Democracies y Dalia a su proyecto, muestra que las personas no han perdido la fe en el gobierno democrático; por el contrario, le piden más. Un sorprendente 79% asegura que es importante tener democracia en su país, mientras que 41% afirma que no hay suficiente.


Por décadas, la libertad y la democracia han sido parte de la marca Estados Unidos. Ya no parece ser así, por lo menos no en las democracias establecidas.

Un estudio encargado por un grupo fundado por Anders Rasmussen, exprimer ministro de Dinamarca y secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, muestra que en muchos países occidentales, la política exterior estadounidense, así como dos de los pilares de su poder global –las industrias financiera y tecnológica– son percibidas como amenazas a la democracia.

El grupo, Alliance of Democracies Foundation, y Dalia Research, con sede en Berlín, encuestaron a 177.870 personas en 54 países sobre sus percepciones de la democracia como concepto, su estado en sus países y en el mundo en general.

Son preguntas oportunas: influyentes pensadores, como el profesor de la Universidad Johns Hopkins Yascha Mounk y el profesor de la Universidad de Cambridge David Rucinam han estado escribiendo sobre la crisis de la democracia representativa. En muchos países, las personas están muy insatisfechas con la clase política. Las nuevas tecnologías, el cambio climático y la desigualdad amenazan los sistemas políticos establecidos.

El índice de percepción de la democracia, como llaman Alliance of Democracies y Dalia a su proyecto, muestra que las personas no han perdido la fe en el gobierno democrático; por el contrario, le piden más. Un sorprendente 79% asegura que es importante tener democracia en su país, mientras que 41% afirma que no hay suficiente.

Sin embargo, la investigación también parece mostrar que las personas en todo el mundo tienen nociones muy divergentes de en qué consiste y quién la promueve. Para las personas en 21 de los 54 países encuestados, EE.UU. tiene un impacto negativo en la democracia global. Si bien entre estos países se incluyen Rusia, China y Turquía, donde es de esperar que las personar resientan el rol global de EE.UU., la mayoría de los 21 países son democracias establecidas, y 14 de ellas tienen mejores puntajes que EE.UU. en la clasificación de Freedom House, el centro de estudios cuyos datos se utiliza a menudo para medir la libertad de las sociedades.

No Shining City

Rasmussen asegura que le gustaría que el estudio «alerte a EE.UU. de que el proteccionismo y el aislamiento se alejan del orden democrático basado en normas que ha traído paz y prosperidad a nuestro mundo moderno».

Esa es una bofetada directa a la divisiva administración de Donald Trump. Sin embargo, los datos de la encuesta contradicen la conveniente explicación de que las políticas del presidente son la razón por la que muchas personas ya no ven a EE.UU. como la «brillante ciudad sobre la colina», como solía decir Ronald Reagan.

Las percepciones negativas sobre el impacto de EE.UU. están altamente correlacionadas con la creencia de que la industria financiera, en la que EE.UU. tiene un rol dominante, daña la democracia. En Italia, Francia, Alemania, España y varios países europeos más pequeños, se considera que el sector tiene un impacto neto negativo. Por supuesto, la correlación podría implicar que cada vez más europeos ven a EE.UU. como un competidor de la UE, no como un aliado. Sin embargo, es más probable que la merecida desconfianza en la industria financiera por la crisis de 2008 siga vivita y coleando. Dados los fuertes vínculos entre la industria y el país, este probablemente seguirá siendo un problema mucho después de que Trump abandone la Casa Blanca.

Existe una correlación similarmente alta –cerca de 0,7– entre quienes ven a EE.UU. como una amenaza a la democracia y quienes ven las redes sociales como amenaza. En la mayoría de los países, Facebook, Twitter (ambas compañías estadounidenses) y sus semejantes, aún son percibidas como influencias positivas, pero las minorías preocupadas por su impacto político siguen creciendo.

The Facebook Threat

Eso tampoco se irá con Trump. El vínculo en las mentes de las personas entre EE.UU. y la hasta ahora desenfrenada agresión de la industria tecnológica es obvio. Solo puede romperse mediante un esfuerzo regulatorio exitoso para limitar o dividir a las enormes redes sociales.

Trump no es el único problema de EE.UU. En buena parte del mundo occidental –por no mencionar al vecino de EE.UU., Canadá, y a fuertes aliados como Australia y Reino Unido– las personas parecen notar una desconexión fundamental entre el liderazgo unilateral de EE.UU. y la democracia. Esa, tal vez, puede ser la mayor señal de que la Pax Americana está llegando a su fin.

No obstante, esto no quiere decir que ya no haya partes del mundo donde EE.UU. se considera un ícono de la democracia. En 34 de los 55 países en el índice de Percepción de la Democracia, la mayoría en desarrollo, el impacto de EE.UU. se percibe como positivo o neutral.

The U.S. Still Leads

Los partidarios de los esfuerzos de EE.UU. por promover la democracia en el extranjero deberían sentirse motivados con esa parte de los datos. Aunque los países con fuertes sistemas representativos se hayan vuelto críticos de la democracia estadounidense, la mayor parte del resto del mundo sigue embelesada con ella. Aún se puede encontrar allí agradecidos receptores de los consejos y los esfuerzos de EE.UU. en favor de la democracia.

Si la tendencia se mantiene en la era posterior a Trump, sería una buena razón para que EE.UU. busque alianzas más fuertes con esos países, en vez de quedarse con sus amigos tradicionales, pero menos agradecidos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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