Un grupo de académicos ha hecho noticia en los últimos días señalando entre otras cosas que se debe eliminar el rol acreditador de las agencias privadas. Sin más señalan que: “los problemas de consistencia e integridad de la acreditación de carreras son resultado inevitable del esquema de acreditación por agencias privadas”.
En reemplazo de éstas proponen concentrar la actividad de la acreditación en una sola gran agencia nacional que acredite simultáneamente instituciones y programas. En ninguna parte hacen referencia a alguna cifra importante, información relevante, entrevista, estudio o dato duro que les pudiera haber servido o ayudado a evaluar el funcionamiento del actual sistema y llegar a dicha conclusión.
No consideran la experiencia de la Comisión Nacional de Acreditación(CNA), de las agencias, de las instituciones de Educación Superior, ni la de pares evaluadores y consejeros que han participado por años en el sistema. Las pruebas simplemente no existen. Pareciera como si lo que escriben les hubiese sido revelado.
El planteamiento de terminar con las agencias privadas llega en un momento propicio, con alta conflictividad estudiantil y pérdida de prestigio de las instituciones de educación. Además, dos hechos claramente condenables y algunos resultados no congruentes han puesto a la CNA y a las agencias como tema de la crónica del escándalo de algunos diarios y revistas.
En efecto, dos procesos de acreditación, uno de la CNA y otro de una agencia, no contaron con la debida seriedad e independencia de criterio (conflictos de interés). El otro hecho: algunos egresados de carreras de pedagogía previamente acreditadas por agencias se han encontrado en una situación dramática al no ser capaces de pasar una prueba (INICIA) que mide conocimientos pedagógicos y disciplinarios.
¿Es una prueba esto de que las agencias privadas hacen mal su trabajo? No necesariamente. Probablemente una agencia estatal única estaría mucho más expuesta a la generación de este tipo de conflictos que una agencia privada, de por sí mucho más regulada. La acreditación es la certificación externa de que una institución o carrera cuenta con los mecanismos destinados a asegurar que su comportamiento se ajustará a los propósitos (misión, visión) que ha declarado.
Tal como lo establece la ley, la acreditación se centra en procesos más que en resultados, que es lo que mide la prueba INICIA, y las agencias deben proceder conforme a aquello. A una agencia estatal única enfrentada a los mismos problemas le habría pasado exactamente lo mismo. Respecto, ahora, del obvio problema de conflictos de interés, la CNA y las agencias privadas reaccionaron de inmediato condenando estos hechos y generaron al instante mecanismos de autorregulación con el propósito de asegurar que estos hechos no vuelvan a repetirse en el futuro.
Pero, más allá de dar una excusa o tratar de explicar lo sucedido, lo que de verdad debe preocupar al sistema de ahora en adelante es modificar la ley en forma adecuada, de manera tal de introducir algunos elementos que midan también resultados (y no solo procesos) y, además, crear mecanismos que permitan cautelar en mejor forma los conflictos de interés que se generen. Y aquello es claramente posible.
Tema aparte es la crítica (que no justifican) a las agencias debido a que son privadas. ¿Será porque tienen fines de lucro? ¿Será debido a que compiten? No lo especifican. Simplemente a algunas personas no les entra en la cabeza que agencias privadas con fines de lucro puedan hacer razonablemente bien su trabajo. Pero, esa es una mirada conservadora que desconoce las fuerzas que mueven al mundo. El mercado y la competencia son factores clave. Gracias a ellos las agencias se esfuerzan en progresar y entregar servicios de calidad. Si no lo hicieran pierden clientes. Si se terminara o se restringiera la competencia se deterioraría la calidad del servicio y aumentarían los costos. Esto no es ninguna novedad. Así ha funcionado el mundo desde siempre.
Mientras tanto, como contrapartida, y estos son datos duros, prácticamente todas las instituciones, entre ellas casi todas las que en un comienzo se resistían a incorporarse al sistema, se han sometido voluntariamente a las pautas de la CNA y agencias. Cientos de procesos se han estado realizando con la debida seriedad. Este se inicia con un estudio de autoevaluación que determina fortalezas y debilidades de la institución o de la carrera, según sea el caso, generando un programa detallado de mejoramiento que compromete fondos, plazos y responsables, que es de mucho provecho para carreras e instituciones.
Lo anterior explica el por qué un número importante y creciente de carreras e instituciones está participando en el proceso de acreditación y, más importante aún, que se haya generado en la educación superior un ambiente o cultura que propende a la medición, a generar procedimientos de autoevaluación, a corregir problemas y privilegiar la calidad.
Existe bastante consenso en el medio respecto de que el sistema ha estado funcionado relativamente bien en estos años. Salvo el estudio que estamos comentando, varios otros concluyen que Chile ha realizado importantes progresos en materia de aseguramiento de la calidad superior, alcanzando niveles parecidos al de los países desarrollados.
El sistema tiene más virtudes que defectos. Lo que corresponde ahora es potenciar aquellas virtudes y corregir sus defectos. Probablemente una mayor cantidad de agencias (más competencia), más capacidad de regulación por parte de la CNA y la introducción de algunos elementos que midan resultados serían los cambios adecuados. Olvidémonos de las recetas viejas y fracasadas como la estatización. ¿Para qué queremos crear un Transantiago en la Educación Superior?