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The Guardian alerta sobre el terrorismo en China: no son sólo ataques de cuchillos aislados


El ataque con cuchillo a 6 personas en el sur de China es el tercer incidente de alto perfil público ocurrido en una estación de trenes de ese país en poco más de dos meses, señala el diario inglés The Guardian.

“La semana pasada una estación de trenes en Urumqi fue atacada con bombas suicidas y cuchillos, que dejó tres personas muertas y una docena de heridos”, dice el medio que destaca que más alarmante aún es que el ataque se produjo al término de la visita del presidente Xi Junping a esa ciudad con el propósito explícito de anunciar una política de endurecimiento de la policía en contra del terrorismo.
Paralelo a este intento, el gobierno chino ha impulsado un fortalecimiento de la justicia en las provincias y está tratando de estandarizar los procedimientos para evitar las arbitrariedades. A lo que se suma la detención de funcionarios por actos de corrupción.

El incidente de Urumqi fue antecedido por otro en Kunming, en marzo. Nuevamente el escenario fue una estación de trenes donde nueve militantes mataron a 28 personas e hirieron a un centenar con cuchillo.

Meses antes, en la histórica plaza de Tiananmen en Beijing, también hubo un ataque similar. En ese caso, aparentemente militantes de la banda Uighurs habrían capturado a unos turistas y los llevaron en un jeep a una de las esquinas de la plaza y le prendieron fuego.

Las visiones equivocadas de los analistas

The Guardian señala que los analistas no le han tomado el peso a este grupo porque consideran que se trata de un movimiento separatista pequeño; o los descalifican porque su armamento es de baja tecnología, por lo tanto, no lo ven como un potencial peligro internacional.

“Ambas posturas están equivocadas. Los ataques como los de Urumqi, Kumming y Beijing son serios, y su sofisticación cada vez mayor indica una creciente amenaza. Si ellos continúan escalando, hay consecuencias potenciales que van más allá de China”, dice The Guardian.

Los militantes Uighur han mostrado capacidad para conducir ataques complejos y coordinados como los ocurridos en Urumqi y Kumming. “Los movimientos débiles en general les falta disciplina y coordinación, mientras que los sólidos esperan los momentos oportunos y los objetivos que simbólicamente tienen valor. El ataque de la semana pasada en Urumqi ciertamente calza con la última descripción”, argumenta The Guardian.

El hecho de atacar la estación justo cuando visitaba la ciudad el presidente XI con e objeto de demostrar la fuerza de sus ideas separatistas, es una clara señal de desafío. Los atacantes dramáticamente minaron la confianza pública de que las autoridades tienen la situación bajo control, a pesar de la censura a la que se ven expuestos los medios de comunicación.

Existe preocupación de que los militantes sean capaces de aumentar la violencia de sus ataques tanto en ciudades alejadas como en el propio Beijing. Las fuerzas de seguridad chinas habían sido, hasta ahora, exitosas en encapsular la violencia en Xinjiang y mantenerla fuera de la vista del público en general, pero esta nueva capacidad de elegir el momento adecuado para los ataques coinciden con protestas o huelgas en centros populosos chinos, lo que puede romper el equilibrio.

¿Un Al-Qaeda chino?

Los ataques indiscriminados sobre civiles siempre atraen la atención, pero la evolución de la violencia en China ha sido subestimada en su potencial de transformarse en una preocupación para el mundo. Cuando Al-Qaeda atacó EEUU el 11 de septiembre, redibujó la político global, lo que culminó en las guerras de Afganistán e Irak. Como un poder global emergente, la respuesta de China a su problema de terrorismo puede tener consecuencias más allá de sus fronteras.

Frecuentemente se olvida que China bordea regiones musulmanas de Afganistán y Pakistán. El retiro de las tropas de la OTAN de Afganistán le causa un problema a China.

Más problemático es el hecho de que muchos militantes Uighurs han sido muy activos a niveles altos de las organizaciones de la Jihad en Afganistán y Pakistán. Si el occidente se retira del primero, lo más probables es que los militantes volverán sus ojos hacia China. “Cuando lo hagan, traerán toda su experiencia y capacidad con ellos. China puede encontrarse a sí misma a merced de militantes operando desde paraísos seguros al otro lado de las fronteras, tal como lo vivió EEUU. Sólo el tiempo dirá cómo China podrá responder a esto”, explica el medio.

The Guardian sugiere que es tiempo de tomarse el terrorismo chino seriamente. Los atacantes pueden sólo portar cuchillos y bombas rudimentarias, pero son capaces de rediseñar la política tanto en China como a nivel global, concluye.

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