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Opinión: El no querer moverse del lugar cómodo


Pareciera que la inercia y el no cambiar son el estado más cómodo en Chile.

El movilizarse hacia una sociedad con desarrollo sustentable y equitativo no está presente en nuestro modo de ser y hacer hoy. Un país en que, ante el cambio, la primera reacción es no. Un país que ante la construcción de bases para una sociedad más sostenible e inclusiva se niega a ceder sus espacios de poder, ya sean de gran o menor impacto.

Últimamente, nos ha caracterizado la falta de cultura cívica; la falta de probidad en el amplio sentido de la palabra; la falta de una ética de convivencia por el bien común… Recientemente nos define más la falta que la excelencia. Un país con mirada de corto plazo, un país que regula y desregula, una cultura política que monta una gran obra escénica de políticos que desarrollan su guión de debates narcisos de manera televisiva, que ya andan buscando candidato presidencial, mientras hay muchos chilenos que han sido golpeados por desastres y no tienen dónde vivir.

¿Por qué ocurre esto y lo otro? Será tal vez porque no somos capaces de dar ese salto hacia el desarrollo que manifiestan sociedades constituidas por ciudadanos y gobernantes que decidieron trabajar y ceder posiciones de ventaja, por una sociedad más inclusiva y sustentable.

No cabe duda que el ser sustentable como industria, organismo o individuo significa: ceder espacios de comodidad, dejar la rentabilidad económica cortoplacista y de alto impacto; optar por establecer como prioridad el abocarse al desarrollo equilibrado e inclusivo con una visión de largo plazo, pero por sobre todo con un sentido y convicción de que una sociedad sustentable construye redes de capital social y económico que le dan viabilidad de una existencia armónica de sobrevivencia. Porque la sustentabilidad le da un nuevo valor a nuestro modo de vivir y sobre todo genera múltiples rentabilidades tanto económicas como sociales.

La razón de fondo es que la sustentabilidad tiene que ver con equilibrios ambientales, sociales, con modos éticos de convivencia, con una gobernabilidad de las instituciones enfocadas en un desarrollo inclusivo, donde una gran mayoría se siente parte de una sociedad que la considera e incluye en su visión de crecimiento integral, y esto lleva a una rentabilidad económica de todos los sectores. En pocas palabras, la rentabilidad de algunos de las últimas décadas se transforma en una expansiva que incluye a todos.

En conclusión, seguir apegados al no cambio, y al corto plazo, no tiene más viabilidad económica, mientras más rápido decidamos dar este giro transformador, veremos cómo la mediocridad desaparece y avanzamos a ser nuevamente un país reconocido por su desarrollo. Recién cuando decidamos hacer ese cambio, podremos pensar que hemos comenzado el camino real hacia ser un país desarrollado de modo integral, sostenido y con crecimiento económico viable y de excelencia.

Soledad Teixidó
Presidenta ejecutiva PROhumana

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