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Redistribución, Desigualdad y Crecimiento


Los temas asociados al propósito de este estudio y la relación entre ellos han generado amplias discusiones respecto de las cuales no hay un absoluto consenso y se encuentran en el fondo de la justificación de la reforma tributaria actualmente en discusión en Chile. En particular se postula que la desigualdad perjudica los avances en mejorar la salud y la educación, genera inestabilidad política y económica que reduce la inversión y debilita el consenso social necesario para realizar ajustes en presencia de shocks, todo lo cual se conjuga para reducir la velocidad y persistencia del crecimiento. La desigualdad puede afectar el crecimiento precisamente porque exige realizar esfuerzos para reducirla, de manera que, aun si la desigualdad es mala para el crecimiento, utilizar impuestos y transferencias para reducirla puede ser una solución errada. Sin embargo, este no necesita ser el caso.

Es posible imaginar políticas diseñadas para reducir la desigualdad que fortalezcan el crecimiento. Por ejemplo, impuestos sobre actividades que generan externalidades negativas pagados principalmente por los más ricos o transferencias destinadas a mejorar la asistencia a clases. En definitiva, si las políticas redistributivas son pro crecimiento o lo contrario, es un tema empírico.

Este estudio tiene tres conclusiones principales: primero, las sociedades más desiguales tienden a redistribuir más; segundo, una menor desigualdad neta está fuertemente correlacionada con crecimiento más acelerado y duradero para un determinado nivel de redistribución y, tercero, la redistribución parece tener poco efecto sobre el crecimiento, apareciendo efectos negativos sólo en casos extremos. Así, los efectos directos e indirectos combinados de la redistribución son, en promedio, pro crecimiento, aunque el trade off entre redistribución y crecimiento no parece ser muy elevado.

Hay varios tipos de gasto público, entre los que destacan la inversión en infraestructura, en salud, educación y previsión que son, simultáneamente, pro crecimiento y pro igualdad. Hay otras, sin embargo, que pueden generar problemas de eficiencia, incluyendo algunas de las ya nombradas si están mal diseñadas. La evidencia estadística tiende a apoyar la visión de que, al menos en el mediano plazo, la desigualdad afecta negativamente al crecimiento. La evidencia también muestra que los períodos de crecimiento suelen durar menos cuando la desigualdad es mayor y que no hay correlación (o marginalmente negativa) entre la duración de los períodos de crecimiento y la redistribución.

La evidencia sobre la evolución de la desigualdad en los últimos cincuenta años muestra tres puntos relevantes. Primero, que la desigualdad media global se ha mantenido notablemente estable en este período. Segundo, la desigualdad se ha incrementado en los países de la OECD y disminuido en los países no pertenecientes a esta agrupación de países principalmente ricos. Tercero y último, la brecha entre la desigualdad bruta y neta es mucho mayor en los países industrializados que en los emergentes, reflejando las políticas de impuestos y subsidios más significativas utilizadas entre los primeros. No obstante lo anterior, la desigualdad neta ha aumentado en la OECD.

El grado de desigualdad existente contribuye a explicar la tasa de crecimiento en el mediano plazo y la longevidad de los episodios de crecimiento. A partir de esto se concluye que es un error concentrarse en maximizar el crecimiento y dejar que la desigualdad se arregle sola, no sólo porque ésta es éticamente indeseable, sino también porque deteriora las perspectivas de crecimiento. Además, la evidencia de que las políticas redistributivas, en promedio al menos, perjudican el crecimiento es escasa y concentrada sólo en casos de redistribuciones muy significativas.

Sin embargo, estos resultados no deben sobrevaluarse al momento de tomar decisiones de política, toda vez que no es fácil pasar de las correlaciones a afirmaciones decisivas sobre causalidad. Adicionalmente, a partir de cierto punto, la redistribución es negativa para el crecimiento e igualdad extrema afecta negativamente la capacidad de crecimiento. Lo anterior no debe ser una justificación para la inacción, en todo caso, sobre la desigualdad, y su reducción moderada contribuye al crecimiento y su mantención. Con todo, deben extremarse los esfuerzos para hacer que la redistribución sea lo más eficiente posible.

(Esta columna fue adaptada del informe mensual de mayo de la consultora Gemines).

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