El contradiagnóstico del Santander: la cancha entre trabajadores y empresarios “no es dispareja”.
Pese a su lenguaje técnico, el estudio toma rápidamente partido en el debate político nacional. Haciendo caso omiso de los contundentes argumentos que validan la tesis de la asimetría de poder existente en el país, el banco señala que el diagnóstico que sustenta el proyecto de ley respecto de que en nuestro país la “cancha está dispareja” es equivocado. No hay análisis respecto de la alta desigualdad que caracteriza la distribución del ingreso en nuestro país. Nada se dice respecto a la alta participación del 1% más rico en el ingreso nacional. Se da sólo un dato para sustentar la conclusión: en los últimos 15 años los salarios han aumentado en promedio a una tasa similar a la de la productividad. El problema es que esa afirmación no aclara cuál era la relación entre salarios y productividad al inicio del período, sólo afirma que dicha relación no ha variado sustancialmente en los últimos años.
La dificultad que impide abordar el tema, es que la distribución entre salarios y remuneración del capital está asociada justamente a la relación de fuerzas entre trabajadores y empresarios. No existe norma técnica alguna que determine la distribución del ingreso. La baja capacidad de negociación de los asalariados queda en evidencia en la naturaleza antisindical y pro empresarial de la legislación laboral heredada de la dictadura (cuestión sobre la cual la OIT se ha manifestado reiteradamente), la alta desigualdad en la distribución del ingreso (es el país con una de las peores distribuciones de los países de la OECD) y la alta participación de 1% más rico en el ingreso nacional, entre otros elementos. Es justamente, esta asimetría, esta cancha dispareja, lo que el proyecto de ley pretende abordar, acercando nuestra legislación a la imperante en la mayoría de los países desarrollados.
El hecho de que la distribución primaria del ingreso dependa de la capacidad de negociación de las partes es clave para abordar un tema que ha estado presente en el debate. En la legislación vigente, es el empresario el que determina si los beneficios logrados en la negociación colectiva se extienden a los trabajadores no afiliados al sindicato. El proyecto, pone esta facultad en manos del sindicato, entendiendo que la norma vigente es una práctica antisindical. Andrea Repetto se opone a esta modificación aduciendo que se podría terminar con trabajadores que, cumpliendo las mismas funciones, tengan condiciones laborales distintas. Y concluye que “lo más sano para la empresa es que esa extensión sea automática”. Llama la atención que a Repetto le preocupe que se puedan generar diferenciaciones en las condiciones laborales de los distintos trabajadores, pues la política salarial de un sector significativo del empresariado es justamente diferenciar al máximo las remuneraciones. Pero más importante que eso, es que la propuesta de Repetto constituye un incentivo para que los trabajadores asuman la postura del “Free rider”, y sin asumir los riesgos objetivos que genera la participación sindical, sean beneficiarios de los beneficios que logran quienes sí se organizan sindicalmente. La reforma laboral apunta a fortalecer a la parte más débil; la propuesta de Repetto implica debilitar sustantivamente los objetivos de la ley, al fortalecer los incentivos para no organizarse sindicalmente.
El análisis del impacto macroeconómico del proyecto
El Banco Santander presenta notas respecto del impacto macroeconómico de la iniciativa. El artículo argumenta que la reforma laboral se debería traducir en un aumento de los salarios (justamente uno de los objetivos centrales de la iniciativa) y de la productividad. Frente a las dificultades para determinar el impacto real de la reforma laboral, se aplica un modelo que como todo modelo hace abstracción de múltiples variables potencialmente relevantes y se limita a calcular de forma abstracta la elasticidad de ciertas variables económicas frente a un shock en salarios y productividad. Probablemente, no habría sido necesario realizar el ejercicio, pues los resultados del análisis los habría podido adelantar un estudiante de primer año de economía: al aumentar los salarios y la productividad en un 1%, vía encarecimiento de los costos de la mano de obra y con el supuesto de conocimiento perfecto, los empresarios anticipan el aumento con lo que rápidamente el empleo cae entre 4% y 8%. Más aún, al caer la demanda por trabajo, el aumento de los salarios se tiende a disipar. A lo anterior, se suma que al aumentar (por un período aparentemente breve) el costo laboral, se sustituye trabajo por capital. No obstante, en el modelo la mayor formación bruta de capital fijo no compensa la caída en el consumo (por el menor empleo) por lo que su impacto en el PIB es negativo. El ejercicio numérico se completa al afirmarse que, por el aumento de los costos laborales, aumentan los precios, lo que obliga al Banco Central a aumentar la tasa de referencia monetaria para hacer frente a la inflación, lo que a su vez afecta la tasa de crecimiento.
Pero ¿cuál será el impacto efectivo de la reforma? Los autores reconocen que no se puede precisar la cuantía de estos efectos, pues no es claro qué tan fortalecidos saldrán los sindicatos luego de aprobada la reforma. Podríamos agregar muchos otros elementos que dificultan adicionalmente esta tarea. Por ejemplo, cuál será el efecto de la mejor distribución del ingreso en la demanda; cuál será el impacto de una política de capacitación de los trabajadores inteligente y bien financiada o cuál será la relevancia de la caída de la creación de empleo que sugiere el modelo, en un contexto de un fuerte aumento de la inversión pública en infraestructura, con una mano de obra mejor calificada y productiva y en un marco de recuperación de la economía mundial. Estos y otros temas centrales para determinar el real efecto de la reforma en el empleo no son considerados en el estudio.
Las particularidades del mercado laboral
Los autores afirman que existe una relación mecánica: suben los costos laborales, por tanto el empleo debe bajar. La simplicidad que caracteriza el análisis del Banco Santander está asociada a que la especialidad de los autores es probablemente el mercado de activos financieros. George Akerlof y Robert Shiller, ambos Premio Nobel de Economía, llaman la atención respecto a que el mercado laboral funciona de manera muy distinta al mercado de valores o de commodities, pues la fijación de los salarios está condicionada por el reconocimiento de que la efectividad del trabajo depende del nivel del salario. Ello implica, por ejemplo, que frente a una elevación de costos laborales, los empresarios no estarán dispuestos, necesariamente, a deshacerse de trabajadores en quienes han invertido para capacitarlos y con quienes han desarrollado relaciones de confianza. Por ello, estarán dispuestos a aceptar los mayores costos e intentarán resarcirse buscando lograr un trabajo más efectivo. Del mismo modo, frente a una crisis económica, los empresarios es probable que se resistan de forma importante a deshacerse de sus trabajadores, pues reconocen que no es fácil sustituir a sus colaboradores. Como señalan los economistas mencionados, “la fijación de salarios y precios involucran todo tipo de consideraciones relacionadas con la ilusión monetaria y la equidad. Estas consideraciones son contrarias a los supuestos básicos de la Teoría de la Tasa Natural de Desempleo (la teoría de Friedman implícita en el análisis del Banco Santander). No debemos aceptarla de manera acrítica”. Es cierto que en el margen se pueden ver afectados los trabajadores menos cualificados y los más jóvenes. Pero para ellos son más relevantes las políticas de capacitación o de regreso al sistema educativo que se puedan implementar.
Decisión democrática y la presunta inequívoca lógica económica
En efecto, tras la manera de argumentar del trabajo del Santander aparece el paradigma metodológico friedmaniano. No importa que los supuestos no se adecuen a la realidad, dice Friedman, lo importante es la capacidad del modelo de pronosticar el futuro. Pues bien, con la misma seguridad con que el estudio vaticina la caída del empleo y de la actividad, pasado el tiempo, se afirmará que lo que explica la falta de concordancia entre los resultados del modelo y la evolución efectiva de las distintas variables económicas, se habrá debido a que no se tomó en cuenta una serie de otros factores que incidieron en el resultado final. Esto es, exactamente lo que estamos afirmando: no es posible predecir el comportamiento efectivo de los indicadores pues no resulta posible determinar el comportamiento de las distintas variables que inciden en su desempeño.
Quizás más importante aún es analizar la perspectiva política subyacente. Para los autores existe sólo una visión verdadera y una lógica económica inequívoca, basada en una visión mecanicista de las relaciones económicas. En este contexto, los ciudadanos, el sistema democrático se tienen que subordinar a las presuntas verdaderas e inequívocas leyes de la economía, pese a que, como hemos indicado, el desempeño económico futuro, dentro de una toma razonable de decisiones, admite múltiples variantes. Es ésta la misma lógica que ha llevado a algunas autoridades de la Unión Europea a imponer a varios países de esa Unión una austeridad que ellos consideran “el remedio” a los problemas, pero que, como otros especialistas habían advertido, ha afectado la capacidad de crecimiento. La persistencia de la grave crisis que afecta a ese grupo de países, que contrasta con la situación de los Estados Unidos, ha desmentido esa convicción. La negación de la existencia de diferentes miradas sobre el desempeño económico, en el marco del extremismo conservador predominante, ha invertido la relación entre la deliberación política democrática y el análisis económico. Tradicionalmente, en el marco de la expansión de la democracia en el siglo XX, se pensó que el aporte de los técnicos era básicamente viabilizar la decisión democrática sujeta a las restricciones pertinentes. Fue esta decisión democrática la que prohibió el trabajo de los niños, que ha buscado establecer igualdad salarial entre hombres y mujeres, que ha establecido un salario mínimo pese a las advertencias de algunos “técnicos” de que se afectaría la competitividad y la competencia en el mercado de trabajo.
En tal sentido, la grave desigualdad que afecta a la sociedad chilena, que incide en su desarrollo democrático, que frustra el aprovechamiento de muchos talentos, es considerada hoy como un fenómeno necesario de superar. Más aún cuando la experiencia, por ejemplo, de los países del Norte de Europa permite apreciar una correlación positiva entre alta organización sindical y un crecimiento económico dinámico.
Naturalmente, que teniendo todas las decisiones costos y beneficios, el efecto neto es difícil de estimar, pero lo importante es que si una mayoría democrática, conforme a las reglas decide un camino, no es aceptable ponerlo en cuestión con argumentos presuntamente técnicos, que por definición son debatibles. Más aún cuando no soportan un análisis de fondo y cuando tras ese “análisis” subyacen intereses no explicitados.
En suma, el Banco Santander se limita a entregar los mismos argumentos que desde el primer momento el empresariado y la derecha han entregado respecto de la iniciativa. Se echa de menos un esfuerzo, aunque fuera pequeño, por revisar críticamente postulados, que se vienen repitiendo, desde que la dictadura militar estableció las líneas fundamentales que rigen las relaciones laborales.
Eugenio Rivera
Fundación Chile 21