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8M ¿Celebración y homenaje? Opinión

8M ¿Celebración y homenaje?

Las luchas de las mujeres son las primeras que dan cuenta de un modelo económico que se va perfeccionando en el tiempo en sus formas de extraer lo más valioso del ser humano, su energía y tiempo, con el único fin de generar grupos de poder y control económico. En dicho contexto, la construcción del patriarcado no es azarosa, no es una consecuencia de algo en particular, se planifica soterradamente igual como se planifica la economía, en el siglo XIX mujeres y niños se conforman la  mano de obra barata; en el siglo XXI, aquello no ha desaparecido y hoy es aún más observable como consecuencia de la extendida globalización, donde unos se dedican a globalizar y otros se dejan o se les obliga a globalizarse.


El 8 de marzo constituye una fecha clave para que se actualicen las miradas que tienen las mujeres de sí mismas y las que tienen quienes las miran, pues desde ese incendio provocado el año 1908 –por el dueño de la fábrica textil Cotton, quien encierra a las mujeres en huelga, por lo que fallecen calcinadas 129 trabajadoras, en la ciudad de New York, junto a manifestaciones previas como la de 1857, que fue duramente reprimida, pasando por todos los acontecimientos ocurridos en el siglo XX, respecto del sufragismo promovido por las mujeres inglesas y movimiento al cual se le atribuye el uso del color lila, aunque también, según Nuria Varela, el color con el cual se identifica el feminismo se habría obtenido del color que tenía el humo de aquella fabrica incendiada– ha ocurrido un sinnúmero de acontecimientos, que ya podrían haber cambiado la condición de las mujeres de modo mucho más significativo del que se observa a nivel mundial.

Sin embargo, cuando constatamos que las primeras demandas son por salarios justos y mejor calidad de vida –en aquellos momentos eran diez horas de trabajo, que luego con el sacrificio de los trabajadores, también en Estados Unidos, se reducen a ocho– en comparación con lo que hoy en día se observa, no hay grandes diferencias. Sí distintas figuras laborales que esconden beneficios para la gran masa trabajadora, pues sin duda los sectores más profesionalizados han logrado mejores condiciones de salarios y, en consecuencia, mejor calidad de vida.

De este modo, las luchas de las mujeres son las primeras que dan cuenta de un modelo económico que se va perfeccionando en el tiempo en sus formas de extraer lo más valioso del ser humano, su energía y tiempo, con el único fin de generar grupos de poder y control económico.

En dicho contexto, la construcción del patriarcado no es azarosa, no es una consecuencia de algo en particular, se planifica soterradamente igual como se planifica la economía, en el siglo XIX mujeres y niños conforman la mano de obra barata; en el siglo XXI aquello no ha desaparecido y hoy es aún más observable como consecuencia de la extendida globalización, donde unos se dedican a globalizar y otros se dejan o se les obliga a globalizarse.

Por ello, que se hable de una huelga internacional no es menor, porque tampoco es menor el cómo se está desarrollando la vida en términos de violencia e injusticia. En la mayoría de los países el 8 de marzo, así, no es un día de celebrar, por el contrario, es el espacio que se debe fortalecer para la manifestación, alegre, esperanzadora de que las condiciones van a cambiar porque estamos luchando para ello, partiendo por nosotras mismas, pero exigiendo que se cumplan, desde los espacios de poder que dicen compartir y empatizar de modo genuino con las demandas de género, las que deben dirigirse hacia los gobiernos y hacia quienes dicen representar los intereses ciudadanos.

Se trata de un homenaje al pasado, pero también al presente, pues sin la lucha es difícil visionar un futuro que reivindique aquello por lo cual también luchamos, en pro de la democracia y que no es otra cosa que la preciada  libertad.

Sin embargo, alcanzadas estas metas, el 8 de marzo se fue transformando en una celebración de flores y cantos románticos, donde todo lo demás fue quedando atrás, lo que favoreció que el trato discriminatorio se sostuviera en el tiempo. Hemos hecho un gran derroche de estas luchas, cuando los seres humanos no nos hacemos cargo del devenir histórico que le corresponde a cada una de las generaciones que han peleado por causas justas, pero paradójicamente se termina apoyando lo injusto que salta a la vista y que no requiere de profundo análisis, pues qué más evidente que la injusticia histórica  hacia las mujeres. Entonces, ¿qué debe ocurrir para que se asuma que se deben cambiar las condiciones?

Tal vez, ante todo, el que nos creamos a nosotras mismas cuando proclamamos: “Exigimos ser respetadas”. Es importante que nuestras ideas las hagamos convicciones, pues la relativización en la que educa el modelo, genera una perspectiva erróneamente flexible y lleva a atropellos y discriminaciones.

En este día, como hemos referido, no necesitamos ni flores, ni música romántica que nos parta el corazón, necesitamos respeto, reconocimiento y valoración de nuestro trabajo, sin importar las áreas en las que nos desempeñemos. Del mismo modo, esfuerzos sin voluntad de cambio efectivo en el trato, seguirán siendo solo pantallas que las más osadas deben seguir denunciando.

Nuestro sistema cultural se caracteriza por un que “parezca que se hace” de toda la vida y tenemos conformidad de aquel criterio. Las nuevas generaciones y las previas, conscientes de estas estructuras discursivas falaces, ya se manifiestan con un ¡basta!, cuando es el momento de parar el abuso.

El 8 de marzo no puede ser una fecha que se reproduzca año a año sin un logro significativo, por eso es imprescindible que nos interroguemos qué clase de vida queremos llevar como mujeres, no importa la edad para ello, pues recuperar la libertad de conciencia no es otra cosa que recuperar derechos robados por toda una historia y que dicen relación con las opciones humanas.

Aquellos derechos se vinculan con la propiedad que tenemos sobre nuestros cuerpos, que no lo son para otros, son nuestros, como nuestras las decisiones respecto de ellos, sin embargo, a través de ellos han hablado los micromachismos históricamente. ¿Hasta cuándo? Que cada una decida, pero no se retrase, pues luego puede ser demasiado tarde.

Nuestra fecha debe interrogar sobre cómo evitar que un día que nos trae al presente la tragedia del pasado, que sigue estando presente, no quede solo en una manifestación callejera, que por cierto está llenas de energías, nuevas propuestas y creatividad. Sin duda que con reflexión, con formación que nos aleje de las incomprensiones históricas, por cuanto estamos en otra etapa.

Las mujeres hemos tenido logros, que se han dado por las múltiples luchas, pero que también han sido respuesta de un modelo patriarcal que, cuando se siente desbordado, genera fórmulas que le permiten superar el conflicto, por ello, si en momentos era fundamental que alcanzáramos niveles profesionales, hoy es prioritario que esos logros no se constituyan en trabas que impidan también realizarse como madre y/o dueña de casa en paralelo a una profesión.

La naciones que se autodefinen como desarrolladas deben ser garantes de que hombres y mujeres puedan crecer  en todo sentido, sin tener que afectar el desarrollo equilibrado de las nuevas generaciones, como ocurre en Chile, donde niñas/os y adolescentes se encuentran desprotegidos como consecuencia de las largas  jornadas laborales, de desplazamientos y otros que afectan a sus padres. Por ello, no es de extrañar que una parte de  las mujeres se resistan a ser madres, teniendo conciencia de que un sistema “te toma, te estruja y te tira”. Ante esto sin duda que la mejor  instalación es la desesperanza.

Por otro lado, si bien el mundo universitario constituye vanguardia en estas movilizaciones, cada vez es más fuerte la presencia de movimientos sociales, pues cabe recordar que no es propiedad de grupos en particular lo que afecta a toda la sociedad. En ese sentido el llamado es precisamente a que, entendiendo que el conocimiento es un proceso que se construye con otras y otros, no cabe duda que debemos ser aporte, como del mismo modo recoger el aporte de los  demás.

Cerrarse a la participación de los hombres es igual de nefasto que dejar que estos por su formación histórica se apropien de la conducción y de la dirección de estos procesos tanto fuera como dentro de la institucionalidad. Así, el empoderamiento para algunas será la autodefensa y la agresión, para este escrito será un nuevo modo de ejercer el poder, dejando al descubierto que el modo como el patriarcado ha ejercido hasta ahora, ha fracasado. Para ello, basta observar las condiciones del planeta, amenazado nuevamente por conflictos bélicos como consecuencia de unos señores que no quieren “soltar la pelota”, porque se juran a sí mismos como sujetos insuperables.

Un 8 de marzo y a un año de acontecida una movilización que hizo partícipes a 41 países, provoca rabia en los más obtusos y, por ende, puede desencadenar más violencia, eso debemos saberlo, sin olvidar que nuestra principal fuerza es la unión, pues para el patriarcado es: “Mujeres divididas, mujeres sometidas”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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