
Territorios que actúan por el clima: desde la resiliencia local hacia un planeta sin plásticos
Porque sin planeta no hay vida. Y sin territorios activos, resilientes y empoderados, no habrá un futuro sostenible posible.
Se estima que el mundo produce más de 430 millones de toneladas de plástico al año, de las cuales dos tercios se convierten rápidamente en residuos (PNUMA, 2023). Esta contaminación ya no solo se ve: se respira, se bebe y se come. Microplásticos han sido detectados en agua potable, alimentos, sangre humana y placenta, con efectos aún no completamente comprendidos sobre la salud.
Al respecto, Chile enfrenta desafíos importantes. De acuerdo con la OCDE, es uno de los países que más residuos plásticos genera por persona en América Latina: se calcula que cada habitante del país produce cerca de 51 kilos de residuos plásticos al año, pero solo el 8,5% se recicla. A su vez, el 90% de la basura que flota en los océanos del país es plástico (PNUMA, 2021) y, según datos del Ministerio del Medio Ambiente, reunidos en la “Estrategia Nacional de Residuos Marinos y Microplásticos”(2021), una proporción importante proviene de fuentes urbanas, industriales y pesqueras, acumulándose en zonas costeras como Antofagasta, Valparaíso y Chiloé.
La contaminación por plásticos no solo representa una amenaza directa para la biodiversidad terrestre y marina, sino que también está estrechamente vinculada a la crisis climática. Desde la extracción de combustibles fósiles para su producción hasta la emisión de gases de efecto invernadero durante su fabricación, transporte y disposición, el ciclo de vida del plástico contribuye significativamente al calentamiento global. En un contexto donde es urgente reducir las emisiones y proteger los ecosistemas, enfrentar la contaminación por plásticos es una parte esencial de la solución climática. Promover economías circulares, reducir el consumo innecesario y avanzar hacia modelos sostenibles de producción y consumo son pasos clave para proteger nuestro planeta y garantizar la seguridad alimentaria de las generaciones futuras.
En definitiva, la contaminación por plásticos y la crisis climática comparten una raíz común: un modelo de producción y consumo lineal que desconoce los límites ecológicos del planeta. Por eso, erradicar los plásticos de un solo uso no es solo una medida ambiental, sino también una acción climática, una forma de justicia ambiental y un paso decisivo hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en particular los ODS 12 (producción y consumo responsables), 13 (acción por el clima), 14 (vida submarina) y 15 (vida de ecosistemas terrestres).
Frente a este escenario, Chile está dando pasos importantes. El país ha diseñado una arquitectura robusta para enfrentar la contaminación por plásticos y la crisis climática: la Ley de Plásticos de un Solo Uso; la Ley REP; y la Estrategia Nacional de Economía Circular sirven para regular y promover la prevención, reutilización y valorización de residuos plásticos, impulsando un cambio estructural hacia sistemas más sostenibles. Por el otro lado, la Ley Marco de Cambio Climático, la Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC) y la Estrategia Climática de Largo Plazo (ECLP) establecen el marco legal, los compromisos y la hoja de ruta de Chile para reducir emisiones y fortalecer la resiliencia frente a la crisis climática. Sin embargo, si estos instrumentos no se traducen en acciones con sentido territorial, pertinencia cultural y apropiación ciudadana, corren el riesgo de quedar en el papel.
Es precisamente allí donde radica la fuerza transformadora del proyecto Acción, Territorio y Clima, impulsado por el Ministerio del Medio Ambiente, con el apoyo técnico de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el financiamiento del Fondo Verde del Clima (FVC). Este proyecto no solo ha sido una plataforma de capacitación, sino también un vehículo de empoderamiento territorial.
Más de 600 personas —entre funcionarios públicos regionales y municipales y otros actores locales— se capacitaron en el diplomado “Acciones de cambio climático a nivel regional y local”, impartido por la Universidad de Chile. Cerca de 900 actores participaron en talleres de formación y foros regionales por la acción climática. Además, se elaboraron Planes de Acción Regionales de Cambio Climático en las regiones de Maule y Biobío, con medidas concretas de adaptación, mitigación e integración, que abarcan desde la gestión hídrica hasta la educación ambiental y la economía circular.
Uno de los principales logros ha sido fortalecer capacidades locales, algo esencial en un contexto de crisis climática. Porque la adaptación no se decreta: se construye. Se construye cuando un municipio comprende cómo el clima afecta su territorio; cuando una comunidad indígena codiseña medidas a partir de sus saberes ancestrales; cuando las mujeres rurales alzan la voz frente a la escasez hídrica. Este enfoque multiescalar, participativo e intercultural es el que permite que la acción climática deje de ser un discurso técnico para convertirse en una práctica cotidiana.
No hay soluciones efectivas sin territorios protagonistas. El plástico, como símbolo de un modelo desechable, y la crisis climática, como reflejo de un planeta en desequilibrio, nos exigen repensar nuestras formas de habitar. Necesitamos una transición ecológica que se construya desde abajo, desde lo local y lo comunitario.
Porque sin planeta no hay vida. Y sin territorios activos, resilientes y empoderados, no habrá un futuro sostenible posible.
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