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Waldo Greene: “El descenso opacó todo lo que hicimos por la U”

Waldo Greene: “El descenso opacó todo lo que hicimos por la U”

Reacio a la hora de dar entrevistas, el directivo que lideraba a Universidad de Chile en el instante más triste de su historia -cuando se fue a la B-, entrega detalles inéditos del contexto institucional y del fútbol chileno que incidieron, a su juicio, para que ocurriese dicha caída. “Actuamos limpiamente, pero no sé si otros hicieron lo mismo”, desliza. “Pensemos que para el partido decisivo ante Cobresal, me designaron como árbitro a un furibundo hincha de la UC”.


¿Es broma?
– Hablo muy en serio: no tenía idea que hoy se cumplía un año más de aquella jornada…

Efectivamente, un 15 de enero, pero de 1989, Universidad de Chile padeció su peor pesadilla: irse a la Primera B (Segunda División por esos años), luego de una campaña muy deficitaria que concluyó con un empate 2-2 ante Cobresal, en el Estadio Nacional.

El empresario Waldo Greene Zúñiga era el presidente de la institución en ese momento. Tanto su figura, como la del estratego Manuel Pellegrini, a cargo del equipo, aparecen indisolublemente unidas a esas imágenes que ningún hincha de la U quiere recordar: el equipo bajando por el túnel sur camino al vestuario, como una metáfora de un descenso aún más profundo.

¿Se acuerda de ese día?
– Lo que más tengo presente es el silencio espantoso que se produjo después del pitazo final. La gente permaneció largo rato en sus asientos sin saber qué hacer. Hay que pensar que en paralelo jugaban O’Higgins y Unión Española, los otros equipos comprometidos con el descenso y a esas alturas sabíamos que ambos habían ganado por un marcador que nos lanzaba directamente a Segunda. Pensemos que la U bajó por un gol de diferencia solamente…

Lo suficiente.
– Es verdad, un gol nos hizo perder la categoría… Ahora bien, que la Unión le ganara 3-1 a la Católica en San Carlos de Apoquindo, no estaba en los cálculos de nadie. Pero se dio, curiosamente.

Comenté ese partido para la revista Minuto 90 y concuerdo: fue un trámite demasiado fácil para Unión.
– Lo mismo que el triunfo de O’Higgins ante Huachipato, también como visita. Recuerdo que, tras el shock inicial, mucha gente (incluso algunos jugadores de otros equipos) se acercó para decirme: “¿por qué no arreglaste esto?” Sabes a lo que me refiero, ¿verdad? Y a todos le contesté: “jamás haría algo así…” No hice nada, actuamos limpiamente, porque eso era lo que correspondía. No sé si nuestros rivales directos tuvieron la misma actitud.

Independiente de cualquier especulación, a la U le bastaba un triunfo para zafar de todo y no fue capaz…
– Sí, pero no olvides de un penal tremendo en contra del “Pituco” Vásquez que el árbitro designado para el partido, Iván Guerrero, un furibundo hincha de la UC, omitió olímpicamente cuando el partido estaba 2-2.

¿Guerrero estaba predispuesto?
– Sólo digo que se comió un penal tremendo… Mira, todo se dio en un contexto de la lucha que la directiva de la U sostenía contra el entonces presidente de la Asociación Central de Fútbol (ACF), Miguel Nasur, y de sus aliados de la Digeder, encabezados por el general Ojeda, quien me odiaba. Recuerda que habíamos parado el fútbol chileno, junto con Colo Colo, la UC, Unión y Palestino. Eso jamás lo perdonaron. Ojeda me llegó a decir una vez: “¡Su club debe desaparecer!” Tienes claro cuál fue mi respuesta…

El factor Pellegrini

¿Por qué se produjo la salida de Alberto Quintano y la llegada de Pellegrini a la banca azul?
– Sostengo que los jugadores no sólo deben ser respetuosos con su técnico, sino sentirse identificados con él. Admirarlo. Y Alberto no reunía esas condiciones de liderazgo. Por eso salió. Debemos pensar que se trataba de un plantel con buenos futbolistas, pero mal remunerados (era la realidad del club) y que se la jugaban más que todo por amor a la institución. En ese contexto, consideré que Manuel reunía los atributos para sacar adelante el equipo. Ojo, Pellegrini no quería, pues deseaba seguir jugando. Pero como con él nos unía una relación más allá del fútbol (era compañero de mi cuñada en Ingeniería en la Católica), terminó accediendo… Te cuento que sus compañeros jamás lo tutearon. Le decían “oiga, Manuel”, y eso era un índice de la importancia que tenía en el camarín.
Cuando la situación no estaba fácil para el equipo, el DT optó por irse a Europa para hacer un curso de perfeccionamiento. ¿No le pareció mínimamente inoportuno?
– Eso estaba estipulado con mucha antelación. No correspondía que yo incumpliese mi palabra ni que le impidiera desarrollarse como entrenador. El equipo quedó en manos de Carlos Urzúa por esas dos semanas.

Quien perdió ambos partidos…
– Era evidente que la situación no era buena. De hecho, hubo una derrota que nos marcó muchísimo: en El Salvador, ante el propio Cobresal: caímos 5-0. Fue justo al término de la primera rueda. Todo se hizo difícil a partir de ahí.

Pese a todo, el director técnico igual se ausentó.
– Por las razones que acabo de dar, pero también por un concepto que cuesta mucho transmitir: durante toda mi administración privilegié lo que llamamos la Familia Azul, es decir, generar todas las condiciones para que todos, hasta el último hincha, se sitiera partícipe de la institución. Creamos la mejor barra de Chile, por lejos; teníamos 20 filiales a lo largo del país (llevé dos o tres veces al primer equipo a Punta Arenas, algo inédito); se creó una mística… Así, no podía impedirle a Manuel ese viaje, como tampoco a ningún otro técnico. Esa era la U de mi época.

Un club que, al parecer, privilegiaba las partes por sobre el todo.
– Tal vez fue un error de enfoque, pero si la U está viva hoy y es lo que es, se debe, en parte, a esa mística y a los esfuerzos que hicimos todos para mantenerla a flote. No sólo teníamos que financiar un club deficitario (arrastraba una enorme deuda con los bancos, que pude renegociar entregando los fondos de la Polla Gol, nuestra principal fuente de ingresos), sino que queríamos cambiar la situación del fútbol chileno, darle transparencia a una actividad que alcanzó niveles increíbles de desorden administrativo en el época de Nasur. Vivíamos en una crisis permanente, interna y externa. Y nos mantuvimos vivos. Lo del descenso, lamentablemente, opaca todo lo anterior.

¿Recuerda cómo estaba el camarín tras el 2-2 con Cobresal?
– Poco. No tengo registros muy claros de la reacción de los jugadores. Lo que sí te puedo decir es que Manuel estaba hecho un desastre… ¿Sabes? Me acuerdo que de inmediato pensé en que había que ponerse las pilas y salir de ese estado. Comencé a trabajar con la directiva para revertir la situación. Pronto nos esperaba el Torneo de Apertura y, con mucha audacia, por cierto, le propuse al Consejo de Presidente que ese campeonato le abriera a los equipos de Segunda División un cupo para ascender. Conseguí que el tema se llevara a votación, pero fallé ¡por un solo voto! No hubo caso de convencer a delegado de Fernández Vial, quien terminó decidiendo todo.

“Se ha mentido”

Greene llegó a la U tras la administración de Ambrosio Rodríguez (ex Procurador General de la República en plena dictadura de Pinochet). Cuenta que en la vieja sede de Campos de Deportes “no había nada de nada: ni escritorios ni líneas telefónicas… El registro de socios estaba guardado en cajas de zapatos». Tampoco el panorama en El Sauzal (antiguo campo de entrenamiento azul) era mejor: “un pasto como de un metro de alto, dos o tres pelotas y un par de juegos de camiseta, nada más”.

“Comenzamos a trabajar junto con Humberto Lira, Edmundo Lizana y Tito Albala, entre otros personeros, para generar recursos y hacer del club una entidad viable. En la práctica, todos lo meses debí desembolsar dinero para hacer frente a los compromisos. El resto de los directivos también aportaba lo suyo”.

¿Por qué renunció?
– Sufrí un fuerte cansancio por la cantidad de horas que le dedicaba a la U, incluso, mucho más que a mis negocios particulares. Recuerdo que una mañana, camino al Sauzal, decidí que no podía seguir. Justo en ese instante, el directorio estaba resolviendo la continuidad de Manuel como DT. Yo lo apoyaba, pese a todo. Siempre he sostenido que la responsabilidad de Pellegrini en el descenso fue muy relativa. Piensa, por ejemplo, que él no tuvo injerencia en el armado del equipo…

¿Y?
– Me aproveché de esa coyuntura para decir que si Manuel se iba, yo hacía lo mismo. Y eso fue lo que ocurrió.

La descripción que recién hizo de la U al momento de asumir la presidencia, me recordó lo que dijo René Orozco cuando tomó el mando: “ni teléfonos teníamos…”
– Orozco habla cada barbaridad, una peor que otra. Para justificar sus errores -al igual como lo había hecho Mario Mosquera-, señaló que encontró a la U llena de deudas… ¡Eso no fue así, porque dejé el club sin deudas con nadie! Ya conté como renegocié con los bancos. Los sueldos estaban al día, los de los jugadores y de los funcionarios, y los teléfonos sí funcionaban. Se ha mentido mucho sobre el tema, al punto que hace años dejé de ir al estadio porque se transformó en un desagrado responderle a Orozco semana por medio.

¿Qué opina de Azul Azul?
– Lo mismo que pienso del resto de las Sociedades Anónimas Deportivas: mucho negocio y poco de aquella mística que logramos crear, de ese concepto de la Familia Azul. Ahora, claro, hay más recursos y los sueldos se pagan al día. Una posibilidad que se abre a través de enormes contratos publicitarios y el dinero del Canal del Fútbol. Nosotros dependíamos de las recaudaciones, imagínate…

¿Tiene acciones de la U?
– No.

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