Publicidad
Golf: un chileno en el «Reino de Augusta»

Golf: un chileno en el «Reino de Augusta»

Publicidad
Andrés Alburquerque
Por : Andrés Alburquerque Periodista El Mostrador Deportes
Ver Más


Sí, soy uno de los que se pasan horas viendo torneos de golf. Para quien no entienda mi placer culpable, es que no ha pasado un buen rato viendo las actuales y espectaculares transmisiones televisivas, con una veintena de cámaras y donde el tiempo parece detenerse, porque cada 20 o 30 segundos ofrecen un golpe de salida, otro con el putter, otro que intenta salir de un bunker…

Simplemente es porque mucha gente nunca ha entendido este deporte o le tiene ojeriza porque es otro de los pasatiempos “cuicos”, hecho para la clase alta acomodada, única capaz de poder pagar una millonada para tener buenos palos o para cancelar la membresía de un club.

Otros consideran que el golf es solamente un juego, que no requiere mayor esfuerzo físico. Claro, cuando uno ve a golfistas veteranos y a otros evidentemente pasados de peso, tiende a pensar que están en lo cierto.

Pero basta saber y calcular que en los torneos deben jugar 18 hoyos durante cuatro días, caminando largas distancias y golpeando una pelota a 200, a 300, a 400 metros, y le aseguro que no se trata de un juego de niños. Es uno de esos deportes exigentes que no requieren de una excelente condición física. Es más, admite rollitos, rollos, kilos y panzas demás. Como el automovilismo, el ajedrez, el béisbol y muchos otros.

Pero en Chile no es ni por mucho un deporte popular (quizás porque, a diferencia de Argentina, por ejemplo, no abundan canchas públicas). Hemos tenido campeones de origen humilde (caddies que toman un palo y demuestran lo buenos que son), como Francisco “Cachulo” Cerda, pero claramente constituyen excepciones.

Este fin de semana se jugó el Masters de Augusta, uno de los cuatro torneos más importantes del calendario. Es el que más me gusta, porque no cambia de escenario (el maravilloso Augusta National Golf Club, en Georgia, Estados Unidos), porque es el primer “major” del calendario y, además, por ese olorcillo a tradición inconfundible, con -por ejemplo- esas chaquetas verdes reservadas a los campeones.

El Masters de Augusta sigue el formato de juego típico, o sea un recorrido de 72 golpes en 18 hoyos a realizar cuatro veces entre jueves y domingo.

Después de que todos los jugadores hayan jugado los primeros 36 hoyos, se procede a hacer un corte, que generalmente corresponde a todos aquellos que no hayan realizado 10 golpes más que el golfista que marcha como líder.

En ese tamiz se quedó esta vez nuestro compatriota Matías Domínguez, de 22 años, quien competía como amateur y tenía su primera participación en un “major”. Era el tercer chileno en jugar uno de los “grandes”, luego de lo hecho en Augusta por Enrique Orellana, en 1964, y Martín Ureta, en 2007 (en el US Open jugado en el Oakmont Country Club, de Pennsylvania).

¿Cómo ganó su derecho a participar? Pues nuestro compatriota ganó el primer Latin American Championship, que se disputó a mediados de enero en la cancha de Pilar, al norte de Buenos Aires, que entre sus premios tenía la invitación al Masters, además de los torneos para amateurs US Open y British Open.

El de Augusta es un campeonato complicado, y mucho, donde es común que los jugadores -incluso los mejores- tengan vaivenes durante los cuatro días de competencia. Por eso el chileno quedó conforme, pese a que no pasó el corte y tuvo un segundo día menos competitivo que el primero.

“El score no refleja lo bien que jugué los dos días. Me voy con ganas de volver y trabajar más aún”, dijo el deportista. Y cree que, a pesar de ser amateur, no está muy lejos de los mejores. “Es de las canchas más difíciles en que he jugado y para jugarla bien hay que tener experiencia. Aprendí mucho; me ilusiona saber que no es grande la diferencia entre los amateur y los mejores del mundo”, recalcó Domínguez.

Lo mejor de Matías estuvo en el torneo previo, una especie de exhibición premiada que se realiza los miércoles: el campeonato de pares 3, en la que se esquivan las reglas y los jugadores se relajan.

Allí, el chileno sorprendió con un hoyo en uno (fue uno de los tres que lo consiguieron, junto al legendario Jack Nicklaus y el colombiano Camilo Villegas), pero más allá de lo espectacular, no significa mucho. Y menos para el torneo que comienza al día siguiente.

El jueves, el golfista nacional afincado en Estados Unidos (defiende los colores de la Texas Tech University) se estrenó con una tarjeta de 76 golpes (o sea, cuatro golpes más que el par de la cancha). Y al día siguiente repitió el mismo resultado, para un total de 152 golpes (8 sobre el par). Finalizó en el puesto 87° y lejos del campeón, Jordan Spieth, un texano de 21 años que en esos dos primeros días llevaba un score impresionante de 130 golpes (rondas de 64 y 66, 14 bajo el par).

La exhibición de Spieth (quien terminó ganando con -18) seguramente marca el inicio de una carrera que puede ser legendaria, tal como la de Tiger Woods, con quien igualó el récord del torneo establecido en 1997, cuando el afroamericano también tenía 21 años.

En la última jornada, y con la amenaza constante de Justin Rose, Rory McIlroy, Phil Mickelson y del mismo Woods, quien acabó 17° (su mejor resultado desde 2013), Spieth demostró que tiene pasta de sobra para convertirse en un gran campeón.

Además, dio una lección de valentía al jugar siempre al ataque en busca de birdies. Al final, se anotó el récord de birdies (28) y siempre se mostró impasible, increíblemente maduro para tener la edad que tiene.

Al final, en los últimos hoyos acabó con toda la tensión y llegó al último con cuatro puntos de ventaja: como para darse un paseo.
El texano es el quinto campeón en la historia del Masters que domina de punta a punta la competencia, uniéndose a Craig Wood (1941), Arnold Palmer (1960), Jack Nicklaus (1972) y Ray Floyd (1976).

Además de la simbólica y bastante poco agraciada chaqueta verde, Spieth se adjudicó un premio de un millón 800 mil dólares. A puro talento.

Publicidad