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¿Por qué perdimos nuestra efervescencia? Opinión

¿Por qué perdimos nuestra efervescencia?

En la presente Copa América se ha visto un público menos compenetrado que años atrás. El ambiente previo al certamen no fue el mismo al visto en otras citas de nuestra Selección, y el apoyo en las tribunas prácticamente sólo se escuchó luego del segundo gol de Chile. ¿Qué nos pasó?


La cuenta regresiva de la Copa América, esta vez, sólo la encabezaron los canales de televisión que se adjudicaron los derechos, porque se juegan su propio evento: tienen que justificar con puntos de rating la millonaria inversión. Pero la gente, el hincha de la calle, no mostró ese nerviosismo previo a un evento tan importante como es este torneo de selecciones.

Nuestro fútbol poco a poco se acostumbró a participar de las grandes citas. Si Chile se clasifica a Rusia 2018, ser parte de un Mundial pasará a ser algo normal para nuestro país, por lo tanto, las Clasificatorias cada vez despertarán menos interés para los aficionados nacionales. Algo así como lo que ocurre en Argentina o Brasil, donde el proceso es mirado por los hinchas casi como un trámite.

Personalmente he sido testigo de la poca efervescencia de esos países a la hora de enfrentar un duelo en ese nivel. El hincha argentino y brasileño está casi desinformado de las novedades de su equipo (a veces ni siquiera sabe a quién van a enfrentar). Igual se “prenden” llegada la hora del partido, y lo siguen con mucha pasión. Al igual que un Mundial.

Retrocediendo en el tiempo, la Copa América de 1991 se vivió con un ambiente muy especial. Más allá de la coyuntura política por el regreso a la democracia, el Chile futbolero estaba viviendo las dos caras de la moneda: por primera vez un equipo había ganado la Copa Libertadores, pero la Roja no podía pensar en mundiales sino hasta siete años más, por la sanción de la FIFA provocada por el caso «Cóndor» Rojas.

Así que toda la atención se centró en el evento continental. Incluso, parte de la prensa especulaba que si la Copa se quedaba en casa, más el título internacional de Colo Colo, existiría la posibilidad de una evaluación del castigo ante el éxito deportivo del país. Al final no se dio ni lo uno ni lo otro.

Luego de años de mediocridad de nuestra Selección, contrarrestada por las campañas internacionales de la Sub 17 y Católica 93´, Universidad de Chile 96´ y Colo Colo 97´, más las actuaciones en el exterior de Iván Zamorano y Marcelo Salas, apareció Francia 98´ como un desafío posible para la Roja. La efervescencia volvió a aparecer, al igual que el color de la Selección.

Todo era rojo. El tema “Chileno de corazón” surgió como un verdadero himno (al lado de las canciones actuales de los eventos futbolísticos, es una obra de arte). La gente estaba comprometida con su Selección, incluso mucho más que con sus propios clubes, cosa que ahora no sucede.

Después vino otro momento de desorganización dirigencial y poca calidad deportiva. Nuevamente caímos en un pozo. Pero una década después el hincha volvió a sentir esa pasión que nos hizo una de las plazas más potentes del continente. Esa racha se ha prolongado por varios años, lo que nos llevó a clasificar a dos mundiales seguidos, cosa nunca antes vista.

Pero el aficionado actual, más que hincha, pasó a ser espectador que compró sus tickets con meses de antelación, como el que adquiere boletos para asistir a un espectáculo musical o de ballet. El asistente, por sobre alentar a su equipo, se sienta a esperar a ser complacido por la estrella del Arsenal. Sabe que el arco está protegido por el meta de uno de los mejores equipos del mundo. Y entiende que en el mediocampo está el futbolista que quiere el Real Madrid.

Al menos por ahora, los jugadores tienen que entender que la presión hacia el rival tiene que nacer de sus propios pies. Porque difícilmente el equipo extranjero sentirá esa pasión que mostraba años atrás el Estadio Nacional. Los aficionados se reservan sus gargantas para gritar los goles y no para hacer sentir realmente visitantes a equipos forasteros.

Distinto es el panorama con los aficionados extranjeros. En La Serena, por ejemplo, se vive una verdadera fiesta argentina. Como en la Copa América de 2011 en Mendoza se vio un carnaval chileno. Los aficionados que cruzan la frontera para ver a su equipo, evidentemente que muestran desenfreno. Incluso el temor al ridículo lo dejan en su país. La gran mayoría está disfrutando sus vacaciones.

El gran punto positivo de la mutación del hincha chileno es el respeto por el rival. Al menos en el primer partido de Chile no hubo pifias en el himno de Ecuador, y eso aunque parezca lo más normal del mundo, en el fútbol actual es algo digno de aplausos.

En lo personal prefiero que este cambio en el comportamiento del hincha sea a consecuencia del éxito deportivo. Mientras vayamos a todos los mundiales las nuevas generaciones verán como algo anormal quedarse fuera de la cita planetaria. El tema es mantener el nivel internacional. Lo preocupante es el poco recambio que se advierte. Pero eso es tema para otra ocasión…

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