Para el Plebiscito de 1988 hubo cerca de 1.100 centros recolectores de información de las mesas en locales de votación; más de 80 centros de acopio y transmisión, en Santiago y en regiones, diversos recursos computacionales y telecomunicacionales y un centro de cómputo que formaron parte de este complejo sistema socio-técnico que involucró a decenas de miles de anónimos voluntarios y voluntarias en todo el país.
Entre tantos armanajes, estaban las propagandas políticas que a diario se encendían en las pocas teles existentes para mostrarnos su mejor y más creíble versión.