
“El tema del verano”: Se acabó el mundo, no el capitalismo
Ya llegó a los cines la nueva comedia de terror zombi uruguaya “El tema del verano”, dirigida por Pablo Stoll ( “25 watts” y “Whisky”) y distribuida por Centro Arte Alameda. El resultado es algo irregular, pero sin duda se trata de una experiencia entretenida y delirante que vale la pena vivir.
En los últimos años, el cine latinoamericano ha experimentado un resurgimiento en el género del terror. Ha logrado salir del molde del drama social para explorar nuevas formas narrativas, mezclando géneros con resultados interesantes y reconocimiento en festivales internacionales. Películas como La región salvaje (2016) del mexicano Amat Escalante, La llorona (2019) del guatemalteco Jayro Bustamante, y Cuando acecha la maldad (2023) del argentino Demián Rugna, son ejemplos claros de cómo el cine de terror en la región ha evolucionado y marcado tendencia. En ese contexto, Pablo Stoll ofrece una propuesta distinta, abordando el terror desde la comedia.
Stoll, conocido por su trabajo junto a Juan Pablo Rebella en sus dos películas más emblemáticas (“25 watts” y “Whisky”), se adentra aquí en un estilo que poco se asemeja a sus obras previas. Resulta curioso que el mismo director de aquellas cintas sobrias y contenidas, cuyo humor recuerda al de Jim Jarmusch (seco, minimalista y con tintes existenciales), se haya lanzado a realizar un filme tan disparatado como esta comedia absurda de zombis. Aunque, claro, Jarmusch también lo hizo con “The dead don´t die” (2019).
La película del uruguayo gira en torno a tres amigas (Ana, Malú y Martina) que, con un estilo de femme fatale, seducen a hombres ricos para drogarlos y robarles. Durante el verano postpandemia, planean el golpe más ambicioso de sus vidas: asaltar a Ramiro, un excéntrico millonario que vive en una gran casa cerca de la playa rodeado de artistas. Sin embargo, las cosas no salen como esperaban.

Siguiendo la línea de directores como Ruben Fleischer (Zombieland) o Edgar Wright (Shaun of the Dead), Stoll combina comedia y terror zombi, pero aportando un toque distintivamente latino a la narración. Es refrescante ver cómo el cine regional se atreve cada vez más con el cine de género, y Stoll demuestra comprender perfectamente sus códigos.
El tema del verano es una película muy entretenida, que huye de toda solemnidad. Destaca por su carisma, su estética “videoclipera”, flamante y estilizada, y por una excesiva dosis de gore. Pese a que su desarrollo resulta algo irregular, que algunas ideas no terminan de cuajar y que el cierre se siente forzado y alargado, en conjunto ofrece una experiencia divertida: un viaje caótico, delirante y lleno de personalidad. Se nota el amor por el cine serie B y por el subgénero zombi.
Desde sus inicios, el cine de zombis ha funcionado como una plataforma para expresar metáforas políticas. Como decía George A. Romero: “utilizo a los zombis para hacer una observación de la política y la cultura”. En esa línea, el género ha servido para criticar el capitalismo y la deshumanización del sistema. Pablo Stoll no se queda atrás, incorporando una crítica social que, aunque a veces se siente forzada y demasiado explícita, es coherente con las raíces del género. Además, mezcla elementos del contexto pospandémico, como las vacunas, aunque el estreno llegó un poco tarde para que funcione este elemento.
Aun así, El tema del verano no se toma demasiado en serio. Se entrega al disparate, al vómito negro, a la sangre y a unos zombis que, curiosamente, parecen tener empatía y conciencia. Como sugiere la frase de Frederic Jameson o Slavoj Žižek: “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”.

Con una banda sonora hipnótica que combina techno y trap de corte contemporáneo y un montaje similar a los comics de Frank Miller, El tema del verano se posiciona como uno de los estrenos más interesantes del mes. Pocas veces se ven en cines propuestas latinoamericanas de terror de bajo presupuesto. Gracias a la distribución del Centro Arte Alameda, esta alocada película puede disfrutarse en pantalla grande. Quién hubiera pensado que Pablo Stoll se sumergiría en un género tan ajeno para hacerlo suyo con tanto estilo.
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