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Transbordador espacial se desintegró sobre EEUU

Restos de la nave cayeron esta mañana sobre la región centro oeste del estado de Texas, y decenas de testigos dijeron haber oído un ruido atronador cuando el aparato se destrozó. Entre las víctimas hay dos mujeres, una de ellas nacida en India, y un aviador israelí.


Diecisiete años después de una tragedia similar, el programa espacial estadounidense enfrenta una nueva catástrofe: el transbordador espacial Columbia se desintegró mientras volaba sobre Texas rumbo a Cabo Cañaveral, en Florida.



La tripulación de siete miembros, entre ellos dos mujeres y el primer astronauta israelí, perdió contacto con la base a las 9 de la mañana (14 horas GMT, exactamente las 11 de la mañana en Chile) mientras hacía los últimos preparativos del aterrizaje, que se lleva a cabo con la nave convertida en un enorme planeador, sin impulso de motores.



El Columbia tenía a bordo a Rick Douglas Husband, de 45 años, coronel de la Fuerza Aérea de EEUU (USAF), comandante de la nave -era su segunda misión-; William C. Mc Cool, de 40 años, comandante de la Armada de EEUU y piloto del transbordador -primera misión-; Kalpana C. Chawla, de 42 años, astronauta de la NASA y doctora en ingeniería aeroespacial, nacida en la India y ciudadana estadounidense; Michael P. Anderson, de 42 años, teniente coronel de la USAF y físico -segundo vuelo-; David M. Brown, de 46 años, capitán de la Armada de EEUU y especialista de misión -era su primer vuelo-; Laurel Clark, de 41 años, médico de vuelo, comandante de la Armada de EEUU y graduada en Wisconsin -primer vuelo-, e Ilan Ramon, de 47 años, coronel de la Fuerza Aérea Israelí.



Ramon tenía larga experiencia aeronáutica y militar: peleó en la Guerra del Líbano en 1982, y habría sido uno de los oficiales que participó en el bombardeo sorpresivo a la central nuclear israelí de Osirak ese año, según informes no confirmados. También era hijo de un sobreviviente del Holocausto nazi.



«Sé que mi vuelo es muy simbólico para el pueblo de Israel, especialmente para los sobrevivientes del holocausto. Mucha gente verá esto como un sueño hecho realidad», había dicho antes del despegue.



Restos candentes



La última comunicación de los tripulantes se produjo cuando el transbordador se encontraba a unos 61 mil metros de altitud. Tenía previsto aterrizar en Cabo Cañaveral (Florida) a las 09:16 horas (11:16 hora en Chile), después de cumplir una misión científica espacial de 16 días.



En ese momento sobrevolaba la zona centro oeste de Texas, aproximadamente sobre Dallas y a una velocidad superior a 20 mil kilómetros por hora, según fuentes de la NASA. Faltaban 16 minutos para que tomara tierra en Florida.



Decenas de testigos escucharon un estruendo y pudieron ver cómo varios fragmentos luminosos se desprendían en la estela del transbordador.



Los restos cubrieron una gran extensión, y algunos civiles comenzaron a hallarlos cerca de una hora después del incidente. La población de Texas fue advertida de no acercarse a los fragmentos, que cayeron a gran velocidad, están sometidos a altísimas temperaturas y podrían contener elementos peligrosos, entre ellos la hidrazina, un combustible usado en los cohetes de maniobra.



Hasta dos horas después del desastre no se había informado de lesionados en tierra. Más tarde testigos reportaron la caída de más restos en otros estados de EEUU, entre ellos Louisiana y Oklahoma.



La tragedia sorprendió totalmente a las autoridades de la NASA, las cuales hace solo 24 horas habían confirmado que todo «marchaba perfectamente» con la nave, sin revelar ningún indicio que hiciera prever su destrucción.



Luego del accidente se especuló en torno a algunos pequeños objetos extraños que aparecieron en un costado de uno de los cohetes de refuerzo cuando la nave partió al espacio. Se trataría de un trozo de espuma aislante que habría golpeado un ala, visible en la filmación del despegue pero que no despertó inquietud en el control terrestre de la misión.



Otra posibilidad apunta a una falla en la protección aislante contra el enorme calor del reingreso, lo que habría provocado la casi instantánea destrucción del avión espacial.



La NASA, en tanto, reconoció oficialmente seis horas después del accidente, en una larga conferencia llena de intentos de explicación encabezada por el director del programa de transbordadores, Ron Dittemore, que había detectado problemas en los sensores de temperatura de la astronave, aunque insistió en que es demasiado temprano para determinar con exactitud las causas del hecho.



La autoridad también reconoció que estudian el dato del trozo de aislamiento que se soltó durante el despegue. «En algún momento algo se nos pasó por alto», aseveró la entidad espacial estadounidense.



Descartan atentado en principio



El Presidente de EEUU, George W. Bush, fue informado oficialmente de la explosión minutos después del incidente, y regresó apresuradamente a la Casa Blanca desde su casa de descanso de Camp David para entregar sus condolencias a las familias de los astronautas.



Informaciones oficiales en ese país descartaban hasta dos horas y media después del hecho la posibilidad de un atentado terrorista, la que surgió debido a la presencia del astronauta israelí en la nave. Voceros oficiales indicaron que ningún misil antiaéreo existente habría sido capaz de alcanzar a la astronave, y se adoptaron extensas medidas de seguridad antes del despegue, reforzadas debido a la presencia del astronauta israelí.



La catástrofe es la segunda que afecta a una nave espacial en el extenso programa de los transbordadores espaciales, luego de la destrucción de la nave Challenger el 28 de enero de 1986.



Astronautas ensayaron aterrizaje



El Columbia era el transbordador más antiguo de la NASA, y despegó por primera vez en 1981. Cumplía su 28° vuelo, muy por debajo de su vida útil estructural estimada en un centenar de despegues, según expertos del organismo espacial.



Sin embargo, su antigüedad la había dejado fuera del programa de la Estación Espacial Internacional, debido a que no contaba con el equipo de acoplamiento adecuado y era demasiado pesada. Sus hermanas más jóvenes habían asumido la tarea de enviar piezas y suministros hasta la base orbital.



El transbordador había comenzado su último descenso sobre el Océano Índico, y ya se encontraba en la atmósfera cuando apareció sobre territorio estadounidense. La operación de regreso había sido planificada cuidadosamente desde el jueves pasado, y el comandante Husband y la especialista Chawla ensayaron un aterrizaje simulado por computadora.



La misión que había terminado era la primera de carácter exclusivamente científico que había cumplido la NASA en los últimos tres años. Los tripulantes llevaron a cabo más de 80 experimentos.



Dentro del apretado programa, Roman hizo análisis sobre la detección de tormentas de polvo en el Mediterráneo y su influencia en el clima, así como pruebas respiratorias.



Los astronautas también realizaron estudios sobre la forma en que funcionan el corazón y los pulmones en un ambiente de microgravedad y la forma en que el cáncer de próstata se extiende a las células óseas y cómo responden éstas en esas condiciones.



Entre los experimentos hubo 12 que fueron propuestos por escolares. Uno de ellos era sobre el ciclo de vida de los gusanos de seda durante un vuelo espacial, el cual fue presentado y facilitado por estudiantes de seis países, incluso de China, donde estudiantes de la escuela Jingshan School de Pekín enviaron sus ideas.



Otros 11 experimentos estudiantiles preparados por jóvenes de los estados de Nueva York, Nueva Jersey, Pensilvania, Michigan, Idaho y California, fueron llevados al espacio por el Columbia en el marco del programa Módulo Espacial Experimental (SEM).



Los astronautas habían llevado a cabo ayer viernes los últimos experimentos: analizaron su sangre, orina y saliva para estudios de la fisiología humana, y procedieron a almacenar las muestras para el aterrizaje. La última de sus tareas fue colocarlas y asegurarlas en el módulo-laboratorio Spacelab.



A continuación cerraron el módulo-laboratorio, y se prepararon para el aterrizaje vistiendo sus trajes presurizados, una precaución relativamente inútil adoptada luego del accidente del Challenger. Aparentemente ninguna sospecha les advirtió del trágico fin de su misión.



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