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Dos gigantescas tormentas en Júpiter generan estela de nubes rojiza

Las imágenes obtenidas a través del Telescopio Espacial Hubble, el telescopio de la NASA en Hawai y los telescopios de luz infrarroja de Canarias muestran «con mucha nitidez» el momento en que se inician ambos fenómenos.


Dos «gigantescas tormentas» ocurridas en el hemisferio norte de Júpiter en marzo del pasado año generaron una estela turbulenta de nubes rojizas que inundó todo el planeta, según ha podido observar un equipo de científicos liderado por el español Agustín Sánchez-Lavega.



El trabajo, al que la revista «Nature» dedica mañana jueves su portada, aporta nuevas pistas sobre los «misterios que se encierran bajo las nubes de Júpiter», ya que estas tormentas se produjeron en la zona donde tiene lugar la corriente de chorro más intensa del planeta, conocida como «jet», un fenómeno de naturaleza desconocida por los científicos.



Las imágenes obtenidas a través del Telescopio Espacial Hubble, el telescopio de la NASA en Hawai y los telescopios de luz infrarroja de Canarias (archipiélago atlántico español), muestran «con mucha nitidez» el momento en que se inician ambas tormentas y la forma en que crecen y pasan a ocupar en menos de 24 horas un área de más de 2.000 kilómetros.



Estas tormentas, que se mueven a la máxima velocidad del «jet» (600 kilómetros por hora), dejaron a su paso una estela de remolinos de nubes de un tono rojizo, que se debe a un compuesto que los científicos no han identificado.



Asimismo, los telescopios captan el modo en que la corriente en chorro es capaz de «aguantar los envites» que recibe de las tormentas y permanece «robusta» y prácticamente inmutable durante el desarrollo de la perturbación.



La fuerza que demuestra la corriente en chorro sugiere que este fenómeno podría tener su origen en una fuente de calor interna del planeta y no en la radiación solar, tal y como han puesto de manifiesto algunos científicos, explicó a Efe Sánchez-Lavega.



El investigador español señaló que la resistencia del «jet» podría ser una prueba de que éste extrae su fuerza del interior de Júpiter, puesto que la radiación solar es muy tenue por debajo de las nubes, donde tiene lugar el fenómeno.



Además de dar una idea más precisa sobre el origen de las corrientes en chorro, «un viejo debate de la comunidad científica», el análisis de estas «tormentas raras», de características similares a otras anteriores, observadas en 1975 y 1990, «puede ayudar a comprender la meteorología terrestre».



El científico afirma que Júpiter y otros planetas del Sistema Solar constituyen «el mejor laboratorio» en el que estudiar fenómenos terrestres como la gota fría o las corrientes de viento y contrastar los modelos meteorológicos.



El estudio de la atmósfera de Júpiter podría servir para adquirir un conocimiento más exhaustivo de los procesos terrestres, asegura Sánchez-Lavega.



EFE

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