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HRW insta a Francia a no «aguar» el futuro tratado contra bombas de racimo

Las bombas de racimo son consideradas muy peligrosas y letales porque se abren en el aire y dejan caer cientos de pequeñas bombas del tamaño de una lata de refresco, muchas de las cuales no llegan a estallar al caer al suelo y se convierten en minas, que causan víctimas, en su mayoría civiles, durante años.


La organización Human Rights Watch (HRW) instó este sábado a Francia a que no intente «aguar» el futuro tratado de prohibición de bombas de racimo.



«El apoyo de Francia a este tratado es muy significativo, pero sus esfuerzos por aguar algunas cláusulas importantes del texto podrían ser muy perjudiciales», advirtió un responsable de HRW, Steve Goose, en un comunicado difundido en París.



Organizaciones de más de 40 países han convocado para este sábado el Día Mundial de Acción contra las Bombas de Racimo, de cara a una reunión negociadora en Dublín, entre el 19 y el 30 de mayo próximos, para ultimar el primer tratado que prohíba legalmente esas municiones.



Las bombas de racimo son consideradas muy peligrosas y letales porque se abren en el aire y dejan caer cientos de pequeñas bombas del tamaño de una lata de refresco, muchas de las cuales no llegan a estallar al caer al suelo y se convierten en minas, que causan víctimas, en su mayoría civiles, durante años.



Francia produce armas de racimo, las ha exportado en el pasado y las almacena, y sus fuerzas las utilizaron en Chad en 1986, y en Kuwait e Irak en la guerra de 1991, recuerda HRW.



El Gobierno francés apoya el tratado, pero pide un período de «transición», de unos ocho años, durante el cual todavía podría usar sus proyectiles de artillería OGRE, de 155 milímetros -que contienen 63 «sub-municiones» cada uno-, y que son muy similares a los utilizados por Israel en la guerra librada contra la milicia chií Hizbulá en el sur del Líbano en 2006, afirma HRW.



Además, según la ONG, los negociadores franceses tratan de eliminar o debilitar seriamente una cláusula que prohibiría que un país signatario ayudara en el uso de bombas de racismo a otros gobiernos durante operaciones militares conjuntas.



Estados Unidos, que no participa en las negociaciones sobre el tratado, ha ejercido presiones sobre muchos Gobiernos para que el texto tenga en cuenta sus intereses de «interoperabilidad» y no impida su uso de bombas de racimo en operaciones de la OTAN u otras.



«Casi todos los gobiernos europeos apoyan este tratado porque prohíbe un arma que causa enormes sufrimientos humanos. Si creen realmente que es así, entonces la OTAN no debería utilizarlas tampoco. El Gobierno francés no debería doblegarse» ante las presiones de Washington, argumentó Goose.



EFE

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