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Obama: el hombre que inicia una era

No sólo muchos estadounidenses, sino que miles de personas en el mundo esperan que Barack Obama cambie el rol de Washington en el planeta. Nunca antes un presidente de Estados Unidos había revelado tanto de sí mismo antes de ser juramentado o había provocado tanto interés público antes de su toma de posesión como lo ha hecho Barack Obama.


En la mitad de sus cuarentas, el presidente electo de Estados Unidos ya había autorizado dos biografías, que se convirtieron en best-sellers globales.

La búsqueda de identidad del nuevo mandatario estadounidense ha sido un factor clave en su camino ascendente hacia el poder.

Pese a toda la franqueza que ha mostrado en sus apariciones mediáticas y las más de 400 páginas de su cautivadora autobiografía, «Dreams from My Father» (Sueños de mi padre), Obama se mantiene como una figura frustrantemente elusiva y enigmática para muchos.

Una niñez globalizada

Su historia comienza en un lugar exótico: Hawai.

A finales de la década de los cincuenta, el recién incorporado estado de Estados Unidos se convirtió en el lugar en el que su padre africano, Barack Hussein Obama, y su madre estadounidense, Ann Dunham, se conocieron.

El padre del nuevo líder de los estadounidenses, un talentoso y extrovertido economista, dejó las orillas del lago Victoria de Kenia, tras ganar una beca en la Universidad de Hawai.

Su madre, Ann, cinco años menor que Barack, era una «difícil y tímida muchacha estadounidense», de Wichita, Kansas.

Una curso de ruso fue lo que los hizo coincidir y, después, enamorarse.

Padre negro, madre blanca

La pareja se casó el 21 de febrero de 1961, un mes después de que John F. Kennedy asumió la presidencia de Estados Unidos.

Casi seis meses después, los Obama estaban celebrando el nacimiento de su hijo, Barack Hussein Obama.

Fue el fruto de lo que en esa época parecía ser una rareza de la sociedad estadounidense de la postguerra: un matrimonio interracial. Como el mismo Barack Obama escribió, su padre era tan «blanco como una brea», mientras que su madre era tan «blanca como la leche».

Evidentemente, hay claves del carácter de Obama en los poco ortodoxos antecedentes y personalidades de sus padres.

Su papá se convirtió en el primer estudiante negro de la Universidad de Hawai y en el presidente de la Asociación Internacional de Estudiantes.

Era famoso por su elocuencia, sus opiniones fuertes y su carisma.

Su madre no tuvo hermanos. Fue bautizada Stanley Ann porque sus padres anhelaban un niño. Como colegiala y estudiante fue conocida por su ingenio, su determinación y su vocabulario afable.

Separación

El matrimonio no duró mucho. Obama difícilmente encajó en el molde de un esposo fiable.

Antes de arribar a Hawai, había estado casado con una keniata, con quien tuvo cuatro hijos.

El padre del hoy presidente de Estados Unidos le mintió a su esposa Ann cuando le dijo que estaba divorciado.

Cuando su hijo Barack Obama era todavía un bebé, decidió aceptar una beca en Harvard y rechazar una oferta más lucrativa de la Universidad de Nueva York, la cual le hubiese permitido mantener a su familia

De esa forma, su esposa Ann y el pequeño Barry -como llamaban al presidente electo de Estados Unidos- se quedaron en Hawai.

Su padre volvería a aparecer sólo una vez más en su vida, cuando tenía 10 años.

La ruptura del matrimonio de sus padres le abrió paso al nuevo capítulo de la vida de Barack Obama: sus años en Indonesia.

Su vida en Yakarta

Ann conoció a otro estudiante extranjero en la Universidad de Hawai, un indonseio llamado Lolo Soetoro. Vivieron durante dos años como una familia en Hawai y en 1967 partieron hacia Yakarta.

Seis meses después, Barry había aprendido indonesio. Cada día, su madre lo despertaba a las 4:00 a.m. para darle clases de inglés antes de salir rumbo a la escuela. Quizás su sed por progresar y su fiera autocrítica tienen sus raíces en esas lecciones de madrugada.

Hubo otras influencias en su formación. Su padrastro era musulmán, aunque seguía una corriente del Islam que, de acuerdo con Obama, «le daba cabida a vestigios de antiguas creencias y al hinduismo».

Claramente, a Obama le impresionó la amplia experiencia y la sabiduría de su padrastro. «(Él no sólo sabía) cómo cambiar un neumático desinflado, sino cómo empezar una partida de ajedrez», escribió el líder estadounidense.

«Conocía cosas más complejas como por ejemplo la manera en que yo podía manejar mis emociones y la forma en que se pueden explicar los constantes misterios del destino».

Quizás el temperamento estable y la capacidad de mantener la objetividad emocional del líder estadounidense provienen de su padrastro. En una oportunidad, después de que Barry había sido intimidado por un niño de mayor edad, Lolo le enseñó a su hijo adoptivo cómo golpear, otra lección útil para su futura carrera política.

Conciencia social

El indonesio también le mostró a Obama el sufrimiento que se padece en los países del Tercer Mundo, lo cual pudo haber sido clave para despertar su conciencia social.

Además, y quizás más importante aún, Obama se volvió más consciente de su color de piel. En los programas de televisión, importados de Estados Unidos, se dio cuenta de que los personajes negros en las series de Mission Impossible (Misión Imposible) pasaban todo el tiempo escondidos y que «no había nadie como yo en el catálogo de Navidad de Roebuck (una tienda estadounidense)».

A los 10 años, Obama regresó, sin su madre, a Hawai para completar su educación. En Indonesia, había estudiado por dos años en una escuela católica y por otros dos años más en un colegio musulmán.

Sus abuelos maternos, Stanley y Madelyn, se encargaron de su crianza en ese período de su vida.

No fue el mejor de los regresos. En su primer día de escuela, hubo risas cuando la maestra pronunció su exótico nombre y se congeló cuando vio a una niña llamada Coretta, la única pupila negra en su grado.

«Desde el primer día, evitamos vernos, pero nos observábamos a la distancia», escribió el presidente electo de Estados Unidos. «Era como si el contacto directo no recordara nuestro aislamiento».

Cuando su padre lo visitó en Hawai, sintió una extraña emoción y un orgullo familiar y racial.

«Tu papá es bien simpático», le dijo uno de sus compañeros, después de que su padre había pronunciado un discurso en su clase.

Luego de ese emocionante día escolar, Barack Obama volvió a ser abandonado por su padre.

La vida de un adolescente

Los años en la preparatoria estarían arruinados por la confusión y la falta de confianza.

«Estaba tratando de desarrollarme como un negro en Estados Unidos», escribió, «y más allá de mi propia experiencia, nadie a mi alrededor parecía saber lo que eso exactamente significaba».

Este es el periodo de su vida en el que empezó a vivir como lo que él mismo denominaba: una caricatura de un adolescente negro. Amaba jugar baloncesto, bebió y experimentó con narcóticos (marihuana, cocaína -cuando podía pagarla-, pero no heroína).

Al mismo tiempo, le apenaba que al estar en Hawai estuviese apartado de la auténtica experiencia de ser negro: crecer en el sur -posterior a la segregación- o en los barrios de Harlem, Detroit o el sur de Chicago.

Buscando su identidad

Aunque su madre estaba interesada en el emergente movimiento de defensa de los derechos civiles, él no tenía una relación directa con la lucha por la igualdad racial.

Fue atraído por los escritos de Malcom X, que tenían especial énfasis en el nacionalismo negro, la autodisciplina y la confianza en uno mismo.

No tan contundente fue su atracción hacia los ensayos menos encendidos del reverendo Martin Luther King, enunciados con un tono más integracionista y de armonía racial.

Tras graduarse de la preparatoria, se inscribió en el Colegio Occidental de Los Ángeles, donde había suficientes estudiantes negros para fundar una «tribu».

Dos años después, fue transferido a la Universidad de Columbia en Nueva York.

Dscubriendo su misión

En los vecindarios de negros de Chicago fue donde Barack Obama encontró su misión política.

El estudiante universitario se dedicó a trabajar por su comunidad en proyectos de vivienda.

Chicago también fue el lugar donde Obama encontró a Jesús y a su esposa Michelle, a quien ha llamado «el amor de mi vida».

Pronto entró en contacto con un exuberante predicador, el reverendo Jeremiah Wright.

La primera vez que escuchó uno de sus sermones, el presidente electo de Estados Unidos tuvo una crisis y lloró.

Ese sermón estaba titulado The Audacity of Hope (La audacia de la esperanza), nombre que llevaría el discurso que pronunció Obama en la Convención Demócrata de 2004 y el libro que lanzó su candidatura presidencial.

Durante sus primeros tres años en Chicago, Obama solía reflexionar con sus amigos sobre si debería convertirse en un predicador, un periodista o un novelista. Sin embargo, la ley fue lo que lo atrajo y fue así como obtuvo un lugar en la prestigiosa Escuela de Leyes de Harvard.

Africano y estadounidense

Sus años en Harvard, especialmente cuando se convirtió en el primer presidente negro de la publicación Harvard Law Review, lo pusieron en el foco de los medios de comunicación de su país.

Su paso por la Escuela de Leyes de Harvard también atrajo la atención de su futura esposa, Michelle, una abogada de una compañía de Chicago, donde Obama trabajó como un abogado asociado.

La descendiente de esclavos, cuya tesis en la Universidad de Princeton se concentró en el progreso de los negros, estaba mucho más arraigada a la tradición negra.

Obama es algunas veces llamado un africano y un estadounidense, pero no un afroestadounidense. En contraste, no hay duda de que la sangre de su esposa la lleva a establecer un parentesco con generaciones que datan de la época previa a la guerra civil en el sur de Estados Unidos.

De lleno en la política

Michelle y Barack se casaron en 1992, año en el que Obama participó en la campaña electoral de la candidata Carol Moseley Braun, quien se convirtió en la primera mujer afroamericana en conquistar un puesto en el Senado.

La mejor amiga de Michelle es la hija del activista de los derechos civiles Jesse Jackson.

La esposa de Obama había trabajado con el alcalde de Chicago Richard M. Daley.

Esos contactos fueron fundamentales para que el hoy presidente de Estados Unidos conociera la élite demócrata de la ciudad.

En 1996, Obama lanzó su candidatura para conseguir un curul en el senado de Illinois.

Mostrando el lado implacable y duro de su personalidad política, derrotó a la titular de ese cargo y ex aliada, Alice Palmer.

Jeremiah Wright se convirtió en uno de sus aliados más cercanos, al igual que Tony Rezko, un político radicado en Chicago que fue condenado por fraude y soborno.

Pronto, Washington se convertiría en el blanco de las ambiciones de Obama. En 2000, después de cuatro años en el senado de Illinois, intentó ganar las primarias demócratas para obtener un puesto, por Chicago, en el Congreso. Pero fue derrotado por Bobby Rush, un ex Pantera Negra.

Cuatro años después, Obama consiguió la nominación de su partido para luchar por un lugar en el Senado de Estados Unidos, una campaña que lo haría entrar en contacto con el senador John Kerry.

El discurso

Tan impresionado quedó Kerry con Obama que lo invitó a dar un discurso clave en la Convención Demócrata.

Durante la hora de mayor audiencia, Obama desplegó su herramienta política más importante: el poder de su palabra. El principal tema de su discurso fue: la auto-búsqueda de Estados Unidos.

«No hay un Estados Unidos liberal o un Estados Unidos conservador», dijo. «Existe un Estados Unidos de América. No hay un Estados Unidos negro o blanco o un Estados Unidos latino o asiático. Existe un Estados Unidos de América».

Su quijotesca historia personal se convirtió en su mensaje: «Me paro aquí, hoy, agradecido por la diversidad de mi herencia», señaló, «sabiendo que mi historia es parte de una historia más grande, la de Estados Unidos». Podría decirse que ese discurso de 2004 fue el momento decisivo de la campaña de 2008.

Barack Obama ganó la presidencia tras convencer a más del 50% del electorado estadounidense de que su historia es un espejo de ellos mismos. Con poesía y porte, le dio una voz a su historia personal, que es tan desordenada, complicada, desconcertante e inspiradora como la del país que ahora dirige.

¿Quién es Barack Obama? Para sus miles de admiradores, es la auténtica muestra de lo que es el Estados Unidos moderno.

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