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Los avances en neurociencias presentan dilemas éticos para los militares

Según el investigador de la Universidad de Pensilvania, Jonathan D. Moreno, una de las áreas de investigación que interesa en el área de Defensa es la del estímulo de la función cerebral, tanto para el aprendizaje acelerado de sistemas y equipos como para la resistencia en las operaciones prolongadas sin descanso.


Los avances en la investigación del cerebro y las neurociencias en la última década atraen el interés de los militares y presentan dilemas éticos sobre el futuro de la guerra, según un artículo aparecido en Public Library of Sciences.

«Lo que tenemos entre manos es una historia futurista que ocurre en el presente», dijo a Efe Jonathan D. Moreno, del Centro para Bioética, en el Departamento de Historia y Sociología de la Ciencia de la Universidad de Pensilvania, coautor del artículo con Michael Tennison, de la Universidad Wake Forest de Carolina del Norte.

«Todo lo que hemos aprendido en la última década y seguimos aprendiendo a ritmo acelerado acerca del cerebro es de interés para quienes planifican y libran las guerras», añadió Moreno en una conversación telefónica. «Las agencias de inteligencia y de defensa financian y apoyan muchos de los estudios en esta área».

Según el artículo, tanto los informes del Consejo Nacional de Investigación como las asignaciones de fondos del Pentágono «revelan el interés de la seguridad nacional en la neurociencia e indican que los militares están muy ansiosos por ver qué pueden aprovechar de esta ciencia emergente».

En el área de la investigación de neurociencia cognitiva, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada del Pentágono (DARPA, por su sigla en inglés) recibió unos 240 millones de dólares en el período fiscal 2011, el Ejército recibió 55 millones de dólares, la Marina de Guerra 34 millones de dólares y la Fuerza Aérea 24 millones de dólares.

«El interés de las Fuerzas Armadas en el conocimiento, desarrollo y aprovechamiento de la neurociencia genera una tensión en su relación con la ciencia», agregó el artículo. «Puede haber un conflicto entre las metas de la seguridad nacional y las metas de la ciencia», apostilló.

Una de las áreas de investigación que interesa a los militares, según Moreno, es la del estímulo de la función cerebral, tanto para el aprendizaje acelerado de sistemas y equipos como para la resistencia en las operaciones prolongadas sin descanso.

Moreno, autor del libro «Mind Works», puso como ejemplo «los experimentos sobre la interfaz del cerebro y las máquinas».

«Desde el punto de la ciencia esta investigación y los experimentos nos dicen mucho acerca del cerebro, pero no nos han mostrado demasiado acerca de la comunicación eficaz con los aparatos», añadió.

«La realidad es que los dedos, la mano, la voz siguen siendo más eficaces para comunicarnos con los aparatos que el cerebro», dijo Moreno.

Los operadores de los aviones sin tripulación o robóticos («drones», en inglés) «siguen usando sus dedos, sus manos, las palancas y botones de los controles remotos», dijo el académico.

«Quizá algún día se puedan controlar los artefactos con el pensamiento», continuó. «Pero cuando se use el pensamiento para controlar el vehículo se cambia la naturaleza del combate», precisó.

Moreno señaló que tanto «quienes trabajan en las neurociencias, como los militares, son ahora más conscientes que hace cinco años acerca de que esto avanza muy rápidamente».

«Para los científicos ése es un debate ético que se remonta al desarrollo de las armas nucleares», dijo. «Es el debate sobre la responsabilidad de los científicos, pero éstos no siempre pueden anticipar cómo se usará la ciencia».

«Entre los militares hay un debate similar, ya que hay quienes están muy, muy preocupados acerca de la ética castrense», explicó Moreno. «Hay militares que consideran deshonroso el uso de los ‘drones'», concluyó.

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