Publicidad
Víctimas relatan a jefes de las FARC matanza cometida por sus hombres

Víctimas relatan a jefes de las FARC matanza cometida por sus hombres

Víctimas de la matanza de La Chinita, en la que 35 personas fueron asesinadas por el V Frente de las FARC hace 22 años, hicieron hoy un descarnado relato a los jefes de esa guerrilla el horror vivido aquella noche en el barrio Obrero de Apartadó, localidad de la región de Urabá en el noroeste de Colombia.


En el coliseo del Colegio San Pedro Claver de Apartadó, situado a menos de un kilómetro del sector de La Chinita, se reunieron representantes del mando de las FARC con familiares, amigos y conocidos de los asesinados, así como con representantes del Gobierno y de la comunidad internacional para asistir a un acto de pedido de perdón de las FARC.

Los jefes guerrilleros Luciano Marín, alias «Iván Márquez», Félix Muñoz, alias «Pastor Alape» y Luis Óscar Úsuga, alias «Isaías Trujillo», escucharon en silencio y con cierta incomodidad la desgarradora narración hecha por familiares y actores en nombre de hijos y padres de las víctimas de la orgía de sangre en que los guerrilleros convirtieron la estrecha calle de La Chinita la noche del 23 de enero de 1994.

«Estaban en una fiesta y les llegaron, y los callaron, 34 hombres y una mujer. Nos arrebataron a 34 hombres y una mujer, nos robaron la alegría», repetían como una sola voz retumbante en la representación frente a los líderes de las FARC, que por momentos se hacían comentarios en voz baja.

La noche de la matanza, los miembros de las FARC llegaron hasta La Chinita y sin mediar palabra abrieron fuego contra decenas de personas que estaban en una fiesta para recolectar fondos para el inicio del año escolar.

Buscaban a desmovilizados de la guerrilla del Ejército Popular de Liberación (EPL), que habían dejado las armas casi tres años antes y habían formado el partido político Esperanza, Paz y Libertad (EPL). Por haber dejado las armas los desmovilizados del EPL se convirtieron en blanco de las FARC, que se disputaban el rico territorio de Urabá, en el departamento de Antioquia, donde está Apartadó, una de las principales regiones productoras de banano del país.

«Ellos creían que eran desmovilizados del EPL, pero no era así, mi papá por ejemplo, se llamaba Rafael Puello, era un hombre que no le hacía mal a nadie», dijo una hija suya en un conmovedor relato.

Los familiares leyeron en voz alta los nombres de cada uno de los fallecidos en aquella noche de terror, una de las peores matanzas cometidas por las FARC junto con la de la iglesia de Bojayá, en el departamento selvático del Chocó, donde el 2 de mayo de 2003 murieron entre 74 y 119 personas al caerles una bomba lanzada por esa guerrilla durante un combate con paramilitares.

«Usted nos quitó a nuestros familiares, a nuestros amigos, a nuestros compañeros de sueños, pero sabe qué, no nos quitó nuestra esperanza», dijo otra de las jóvenes en la puesta en escena frente a los jefes de las FARC.

«Iván Márquez», sentado en primera fila, dijo al tomar la palabra para pedir perdón que «nunca el mando de las FARC ordenó tal atrocidad pero aquí estamos para responder como colectivo, como organización».

El momento más conmovedor del acto fue cuando tomó la palabra Diana Hurtado, hija de Fausto Hurtado Córdoba, para leer en público, con la voz ahogada por el llanto, una carta escrita a su padre, una de las víctimas de aquella matanza.

«Querido padre: Me acosté en la noche y al día siguiente no estabas; por mucho tiempo me mantuve en la puerta de la casa, cada atardecer esperando, me faltaban tus abrazos y tus caricias despidiéndome al dormir. Todo quedó en silencio papá», leyó la joven, que tuvo que interrumpir varias veces la lectura embargada por la emoción.

Otro joven, Heiler Mosquera, cuyo hermano fue uno de los 17 heridos y fue asesinado después, relató que para las víctimas «no es fácil olvidar lo que ocurrió esa noche, no es fácil olvidar toda la barbarie que cometieron las FARC en toda la región de Urabá».

Al final, después de una sucesión de relatos de padres, hijos y hermanos, todos igual de conmovedores, las víctimas, que habían llegado en una caminata iniciada en La Chinita, expresaron su perdón a las FARC con la convicción de que, como dijo una de ellas, «los sueños pueden más que los recuerdos».

Publicidad

Tendencias