¿El cerco perpetuo?
Un clima extraño se ha apoderado del país en los últimos meses. Para decirlo en una palabra, en ciertos sectores resulta chic hacer gala de pesimismo. Ayer, escuchando a Nicolás Eyzaguirre fustigar -con razón a mi modo de ver- a cierto empresariado, me quedé pensando como sociólogo, en el hecho que, desde hace tiempo, se viene operando en la esfera pública, por medios sutiles a veces, burdos en otras, una cierta construcción de sentido común en torno al pesimismo.
Es curioso, pero esta operación comunicacional -creemos lícito calificarla de ese modo- no deja de evocar la construcción de sentido común que se hizo para posicionar en el imaginario público el tema de la seguridad ciudadana. Estudios recientes han mostrado el activo rol que, a este respecto, jugaron medios de prensa de derecha muy específicos.
Hay paralelos que son sintomáticos: mientras los indicadores mostraban que, en términos generales, la criminalidad disminuía, la percepción subjetiva de la ciudadanía -alentada por los medios- discurría en sentido inverso, es decir, se posicionaba en el sentido común dominante la idea que la criminalidad «estaba desatada».
Lo mismo sucede en la actualidad con la situación económica: mientras los indicadores muestran que el desempeño económico de este país es de los mejores de América Latina (con un indudable punto negro en materia de desempleo), cunde la sensación de que estamos en plena crisis: no se invierte, no se gasta, y se reproduce un círculo vicioso en materia de expectativas.
En tanto sociólogo, suelo evocar el título de un libro de García Márquez que me parece muy bien logrado: «Cuando era feliz e indocumentado». Creo que, una vez más, resulta pertinente en este contexto.
Todos sabemos que, mas allá de sus propios desaciertos y de los efectos negativos de la agitación social sobre la marcha de la economía, esta última fue un campo privilegiado de desestabilización del gobierno de Allende por parte de la derecha, a través de la estrategia del acaparamiento.
En el cerco que se tendió sobre el gobierno de la Unidad Popular, dicha estrategia jugó un rol importante, generando el fenómeno del mercado negro y un malestar social significativo, es decir: influyó fuertemente sobre la subjetividad de la población, inclinando a muchos hacia la oposición y, luego, hacia una aceptación resignada (cuando no a una instigación) del golpe de Estado.
Hoy, desde luego, el contexto es significativamente distinto. En primer lugar, gobierna una coalición de centroizquierda cuyo programa acepta taxativamente la economía de mercado y la democracia política.
En segundo lugar, puesto que hay un representante del ala izquierda de la coalición a la cabeza del poder ejecutivo, se reforzaron desde el inicio los signos de ortodoxia por parte del equipo económico, pues se trataba de ahuyentar todo fantasma de retorno al pasado en los siempre susceptibles inversionistas nacionales y extranjeros. De hecho, Eyzaguirre y De Gregorio han sido frecuentemente alabados por representantes de las cúpulas empresariales por su manejo técnico de las carteras respectivas.
Ahora bien, a ratos, queda la sensación que, haga lo que haga la administración Lagos -incluyendo allí dar más peso específico a representantes de perfil más liberal dentro de la alianza, como el recientemente asumido Ravinet- la estrategia de la oposición y de importantes sectores del empresariado permanecerá incólume.
Esta estrategia tiene dos dimensiones: una objetiva, la contracción de la inversión (¿nueva versión del acaparamiento?); y otra subjetiva, el reforzamiento del sentido común en torno al pesimismo. Ambas configurarían parte sustancial del segundo cerco.
Pero el segundo cerco es mucho más vasto que esa estrategia. Esta compuesto también por las restricciones institucionales, que impiden sistemáticamente la autonomía en el desarrollo del programa de la Concertación. Y, desde luego, podría ser reforzado por el cerco legislativo, si las elecciones de diciembre les son favorables.
Alguien dirá, este segundo cerco es mucho más civilizado. Por cierto, estamos en la era light. ¿Impide ello acaso que siga siendo parte constitutiva de un cerco perpetuo?
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