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Robert Solow y el agotamiento relativo del modelo chileno


Robert Solow , Premio Nobel de Economía 1987, estuvo en nuestro país invitado por el Centro de Economía Aplicada del Departamento de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile en 1992.



En sus conferencias participaron muchos de los economistas chilenos que tienen amplia presencia en la academia y en las definiciones de las políticas estatales. Varios de estos economistas, como lo recordó el propio Solow, fueron sus alumnos en el Departamento de Economía del Massachusetts Institute of Technology (MIT).



El Premio Nobel le fue otorgado por sus trabajos sobre el crecimiento económico y los modelos de crecimiento. También desarrolló un modelo de crecimiento económico basado en recursos naturales no renovables.



Inició su primera conferencia con la siguiente formulación:



«Después de recorrer 10.000 kilómetros para hacer uso de la palabra en este encuentro, no podría elegir para hablar un tema de interés restringido. Lo único que cabe es que aborde un tema de largo plazo para la economía chilena.



Este país encara, sin duda, problemas de corto plazo… Pero deseo referirme, en cambio, a problemas de más largo plazo, de enorme trascendencia para Chile y su economía, que se plantea en un horizonte temporal, no de dos a cinco años, sino de dos a cinco décadas.



Chile tiene mucha suerte de partir con una valiosa base de recursos naturales, tanto no renovables, entre ellos cobre y nitrato, como renovables, entre los que destacan bosques y pesquerías. Sería fácil para Chile optar por limitarse a jugar el papel de ser un productor primario y dejar la industria manufacturera avanzada a países como Taiwan o Japón, que son tan desafortunados que carecen de recursos naturales que explotar. Pero eso no construiría un buen futuro para Chile, en parte debido a que la explotación de recursos naturales puede no suministrar un número suficiente de buenos empleos para la población del país y en parte porque el oficio de productor primario constituye una ocupación muy riesgosa.



De manera, pues, que el problema del largo plazo para Chile consiste en utilizar su base de recursos de modo inteligente en tanto se transforma en una economía más versátil y diversificada». (las negrillas son nuestras)



En Chile, se ha implementado una línea opuesta a la recomendada por Robert Solow y los resultados son más graves que los previstos por el Premio Nobel. Desde 1995 a 1999, Chile aumentó la producción de cobre en 1,9 millones de toneladas métricas, en tanto las importaciones de todos los países del mundo sólo crecieron en 1,3 millones de toneladas métricas.



El crecimiento de la producción chilena cubre el 100% del crecimiento de la importación mundial y adicionalmente produce un 50% más. Esta producción adicional aumenta los stocks mundiales globales que son los más grandes en la historia de la industria del cobre.



Esto, ha provocado una drástica caída de los precios a partir de 1995. Los últimos cuatro años -considerando el promedio anual a la fecha del 2001- han sido los peores precios en un siglo. El aumento de la producción, no ha compensado la caída de los precios. Aumenta fuertemente la producción y disminuyen los ingresos globales del país. En la ciencia económica esta situación ha sido sistematizada como Modelo de Crecimiento Empobrecedor.



Adicionalmente los recursos que captaba el Estado, que fueron de 65 centavos de dólar la libra en el año 1989, bajó a 3 centavos de dólar en el año 1999 (en dólares de 1999 ).



Como dijo Solow, «sería fácil para Chile optar por limitarse a jugar un papel de ser un productor primario… Pero eso no construiría un buen futuro para Chile».



Más grave aún, a diferencia también de lo que planteó el Premio Nobel, Chile no sólo no ha utilizado inteligentemente los excedentes generados por su principal riqueza básica, sino que los masivos recursos del cobre que captaba el Estado han bajado drásticamente. El «sueldo de Chile» en vez ser base de «una economía más versátil y diversificada» está siendo trasladado a las casas matrices de las grandes transnacionales.



Además, en Chile en vez de avanzar hacia la industrialización, se da una involución desde cobre refinado a productor de concentrados de cobre. La mayor parte de los fuertes incrementos de la producción son de concentrados que contienen un 30% de cobre, una pequeña parte contiene oro, plata, molibdeno y otros metales y gran parte del 70%, es material estéril.



Esto se reproduce también en otros de productos. Cerca del 85% de las exportaciones chilenas son productos primarios con poco valor agregado. En el sector primario, el empleo neto ha disminuido y en el caso del cobre en forma acentuada.



Estos resultados tienen que ver con la forma de articulación de la economía chilena a la economía mundial y la adopción o no de una estrategia de largo plazo como lo planteaba Robert Solow.



En Chile, siendo un país muy pequeño, hay una apertura unilateral al comercio y a las inversiones extranjeras. Por muchos años, fueron la base dinámica del modelo. Desde hace unos años, las exportaciones y las inversiones extranjeras se han transformado de base dinámica del modelo a un freno en el funcionamiento de la economía. La baja del precio del cobre es la principal causa que explica la crisis de la economía chilena y tiene una importancia fundamental en la demorada y lenta reactivación.



La historia de los países desarrollados ha sido opuesta al camino que ha implementado Chile. La economía de los Estados Unidos, que en la década de los 80 era considera como una economía en decadencia, logró su impresionante recuperación. Esta situación es comparable al éxito en la carrera espacial, posterior a la ventaja de la ex Unión Soviética. No entregaron estas responsabilidades al mercado. Usaron el mercado, bajo una propuesta estatal para ser desarrollada en gran parte por el capital privado.



Un ejemplo reciente es el plan del Presidente George W. Bush para enfrentar la crisis energética en los Estados Unidos. Dicho plan incluye múltiples medidas a implementarse desde ya, y en una perspectiva de varias décadas. El plan contempla acciones muy concretas en relación a la producción de petróleo, gas natural, carbón, energía nuclear, plantas hidroeléctricas y otras fuentes energéticas para ser desarrolladas en los diferentes Estados. Bush plantea que este plan energético está destinado a evitar «un futuro sombrío para los Estados Unidos» y superar en la economía nacional los graves problemas que en gran medida son ocasionado por la globalización de la economía mundial.



La economía chilena que es muy pequeña, menos del 1% de la economía estadounidense, produce lo que la globalización quiere que produzca.



A diferencia de la economía norteamericana, en la economía chilena se ha planteado y se plantea la apertura unilateral y el libre juego del mercado. No hay un pensamiento que postule cómo debe ser la economía chilena de aquí a veinte años y defina líneas que constituyan un nuevo proyecto de inserción en la economía mundial.



Es necesario ahora más que nunca, después de más de veinticinco años de funcionamiento del modelo, abrir un amplio debate sobre su vitalidad actual. Las autoridades del gobierno han despreciado las reflexiones críticas. El neoliberalismo que promueve la libertad de los mercados debería promoverla también en el campo de las ideas.


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* Orlando Caputo es Economista de la Universidad de Chile y profesor investigador de la Universidad ARCIS.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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