¿PPD de centro-izquierda?
Se viene encima un debate complejo y profundo en el PPD.
No es producto de una confusión que algunos propongan que el próximo paso del PPD, debe ser una convergencia política y orgánica con dos partidos tradicionales: el socialista y el radical.
Tampoco es producto de una confusión que otros aspiren a una convergencia que además incluya a la Democracia Cristiana.
Aunque nueva, no es sorpresiva la emergencia de una opinión transversalista que busca ligarlo fácticamente con liberales de la derecha extraconcertacionista.
Por último, nadie podría sorprenderse de la ancha franja de pepedistas que tienen la convicción que el PPD es definitivamente una fuerza nueva, incluyente de concepciones de la vida y la sociedad diversas, en un marco de progresismo democrático de centro-izquierda.
Todo lo dicho es el natural producto de las complejidades congénitas del PPD.
El PPD nace como una respuesta política distinta a las tradicionales en la década de los ochenta. Compleja, pero ni de lejos confusa.
De allí que el principal vínculo entre los chilenos y chilenas que suscribieron la idea de un nuevo partido, inicialmente instrumental, fue una común adhesión al sistema democrático.
Este es el primer punto de amalgama del PPD: lo democrático.
Bajo esa definición básica, a fines de los años ’80, con un propósito ético-pragmático (el de efectuar el control democrático del plebiscito), se fundó el PPD por hombres y mujeres de concepciones: unos socialistas, otros liberales; unos partidarios de una economía de libre mercado, otros de una social de mercado; unos inclinados a una prevalencia de lo público sobre lo privado y viceversa; del mismo modo en relación a lo individual y lo colectivo; adscriptores de cosmovisiones católicas, evangélicas, judías, agnósticas y ateas; personas con visiones éticas y morales de marcadas diferencias; gentes de izquierda, centro y derecha; en fin, personas provenientes de todas las vertientes, unidas por su disposición al cambio.
Este es el segundo punto de amalgama del PPD: el cambio.
En estricto rigor, el paradigma pepedista es precisamente el cambio democrático.
En pleno cambio de una época a otra nace el PPD.
La complejidad de la situación, se acentuó por la circunstancia de tener que asumir responsabilidades de Estado (y de gobierno) al mismo tiempo que daba sus primeros pasos. Este es un hecho inédito en la historia de las fuerzas políticas progresistas en occidente.
En mi opinión, se aproximan tiempos de decantación. Creo que de alguna manera el PPD tendrá desgajamientos tanto por la izquierda como por la derecha y terminará su debate con una reafirmación centroizquierdista.
Las sociedades actuales, tanto en el centro como en la periferia, se caracterizan por sus complejidades, de ellas hay que dar cuenta, no esquivarlas, ni simplificarlas. Desde ya todas tienen el componente de ser sociedades en las que la información está disponible para todos, que ella es casi instantánea, que la relación propuesta política y sociedad (o ciudadanos según se prefiera) está intermediada por la televisión, la radio y la prensa. Así, la relación es de ida y vuelta, de mutua influencia, lo público por primera vez se expone cotidianamente en una vitrina observable por cualquier persona que lo desee, con la prevención que el cristal de la vitrina no es nuestro.
En las sociedades del centro (EE.UU: y Europa) la modernidad llegó completa y para todos y transitaron exitosamente al post industrialismo y a sociedades de servicios multiculturales, multirraciales y seculares. Ello incluye a los partidos progresistas y le dan sentido a la conocida y encandiladora tercera vía.
Por nuestra parte, particularmente en la periferia latinoamericana, somos herederos de medio siglo de esfuerzos modernizadores, en el que finalmente la ansiada modernidad no llegó completa ni para todos, generándose un híbrido particularmente complejo, de premodernidad, modernidad y postmodernidad, al nivel de la cultura, de la producción y de los servicios, cristalizándose en lo urbano y lo rural un peculiar híbrido latinoamericano. En Chile, hay que incluir la crisis del machismo y el surgimiento potente del mundo de la mujer y sus reivindicaciones, así como el paso del movimiento indígena a una etapa completamente nueva que consigue iniciar la instalación de la idea de un estado chileno multinacional y multirracial.
No será fácil el debate pepedistas que se aproxima. Se pondrá a prueba, ya no su capacidad de comunicarse eficazmente con la gente, sino su capacidad de generar un cuadro ordenado y coherente de ideas, valores y principios, sin eliminar las naturales contradicciones que trae desde su nacimiento
Las respuestas y ordenamiento, en el plano de las ideas, no tiene recetas ni precedentes. El resultado, debería ser de una deseable complejidad, que tenga el mérito de colocar al PPD lejos de lo simplón y lo confuso.
El respeto por la diversidad interna, puede ser de gran ayuda para que los desgajamientos sean menos numerosos y traumáticos.
Con 10 años de vida (en la vieja sociedad nada, en la nueva una verdadera eternidad), al PPD le llegó el momento de definiciones más precisas, y rigurosas.
El PPD en estos meses y años que vienen terminará consolidándose como una fuerza política democrática, plural, diversa, progresista, de síntesis y de centroizquierda o presa definitiva de la crisis general de la política.
* Guillermo Arenas Escudero es abogado y dirigente del PPD.
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