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Democracia en América Latina: Entre la legitimidad y la eficacia

Contra todos los pronósticos, el régimen democrático aún mantiene un nivel de adhesión importante incluso en un período de fuerte crisis económica en el que los países latinoamericanos han sido golpeados con especial rudeza.


Luego de los períodos de transición y redemocratización en los países latinoamericanos, sociólogos y politólogos se han preguntado constantemente por las condiciones necesarias para la vigencia de la democracia, y destacan la estabilidad política y económica. En síntesis, lo que se pretende es alcanzar un modelo técnico concreto destinado a garantizar la gobernabilidad democrática en los países del continente, entregando virtuales recetas a los mandatarios a fin de no cometer los errores del pasado, los que terminaron con quiebres institucionales.



Quizás existe un error en el enfoque al momento de entregar tales recetas como herramientas de asesoramiento, pues al privilegiar variables políticas, económicas y sociales sin hacer referencia a la opinión del ciudadano, será muy difícil alcanzar un consenso en la aplicación de las políticas públicas que tengan como fin no solo satisfacer las demandas, sino entregar perdurabilidad a la democracia como forma de gobierno.



Un mecanismo duramente criticado, pero desde nuestro punto de vista muy válido para complementar esta visión, son los estudios de opinión pública, que entregan datos útiles para medir las actitudes de los ciudadanos ante diversos temas. Nos referiremos básicamente a la postura de los ciudadanos latinoamericanos ante la democracia y sus actores centrales, tomando como base el último informe del Latinobarómetro.



En primer lugar, es necesario señalar que el apoyo a la democracia en América Latina se ha mantenido estable desde 1996 con 61 por ciento, pasando a 57 por ciento en 2002 y exhibiendo una baja considerable en 2001, con un 48 por ciento. Este dato no es menor si consideramos el contexto de crisis económica que ha debido enfrentar el continente, pero también debemos sostener claramente que la pregunta formulada para este caso no se refiere a la eficacia del régimen democrático, sino a su legitimidad, pues al encuestado se le consulta si la democracia es preferible a otra forma de gobierno, si en ciertas circunstancias un gobierno autoritario puede ser adecuado, o si simplemente el encuestado se muestra indiferente ante cualquier forma de gobierno.



Como señalamos, esa pregunta pretende medir la legitimidad de la democracia, y fuera de las críticas que se han manifestado en torno a dicha interrogante, es un parámetro útil. Respecto a la eficacia de la democracia, los porcentajes de satisfacción con dicha forma de gobierno son menores a los obtenidos en la pregunta anterior: 27 por ciento en 1996 y 33 por ciento en 2002, es decir, muy por debajo de los apoyos a la democracia en términos de legitimidad.
Veamos un cuadro descriptivo sobre el respaldo a la democracia desagregado por país, a fin de visualizar continuidades y cambios.







Como vemos, existe un porcentaje significativo de latinoamericanos que apoyan la democracia, lo que se ha incrementado en países como Honduras, Venezuela y México. En este último, al igual que Nicaragua, el aumento desde el año 2001 al 2002 ha sido altamente significativo, lo que se puede explicar por el cambio en el partido gobernante, pasando desde la predominancia del PRI, a la alternancia con el PAN.



De esta forma, la percepción de los mexicanos acerca del régimen democrático pudo mejorar debido al triunfo de Vicente Fox.



En Venezuela, el intento de golpe fallido en contra de Hugo Chávez también pudo influir en las actitudes hacia la democracia por sus ciudadanos, quienes vieron peligrar la estabilidad política y la vigencia de la figura presidencial elegida por una mayoría en comicios libres y abiertos.



Respecto a los partidos políticos, el panorama cambia radicalmente. Parece una contradicción el hecho que exista apoyo a la democracia, bajos índices de satisfacción con ésta, y una bajísima valoración de los partidos políticos como instituciones canalizadoras de intereses.



La interpretación que sugerimos es la siguiente: los apoyos a la democracia en términos de legitimidad son en cierta medida independientes de la eficacia, que se expresa en la satisfacción de los ciudadanos ante dicha forma de gobierno.



La crítica pasa entonces por los mecanismos de gestión, en los que los partidos políticos juegan un rol determinante. La falla del sistema pasa por la canalización de intereses más que por la estructura misma del régimen democrático.



Podemos deducir que la crisis económica del continente no es para los ciudadanos el producto de una concepción errada de régimen político, sino que se debe al desempeño de sus actores centrales, quienes no han mostrado la capacidad suficiente para trabajar mediante indicadores de gestión óptimos. Desencadenan así una espiral de insatisfacción que se acentúa en períodos de crisis económica.



Otro dato que nos permite fundamentar esta hipótesis es que a pesar de la situación económica actual, los ciudadanos no aumentan sus preferencias por un régimen autoritario. Las bases de la democracia aún están sólidas, a excepción de Paraguay, donde incluso se observa una baja de 43 por ciento en 2001 a 38 por ciento en 2002 en el apoyo a un eventual régimen autoritario.



El caso más paradigmático de lo que se sostiene es Argentina, donde el apoyo a la democracia se mantiene alto (subió de 58 por ciento en 2001 a 65 por ciento en 2002), y el respaldo a un gobierno autoritario sigue siendo poco significativo, cuestión de gran relevancia si consideramos la severa crisis económica y política por la que atraviesa este país.



En consecuencia, las fallas del sistema se encuentran en sus actores, principalmente los partidos políticos. Pero la ciudadanía, como pudiera pensarse, no entrega su respaldo a otros grupos como los empresarios, pues no existe confianza hacia ellos y hay la evidencia de una fuerte aprensión hacia las reformas económicas y las privatizaciones, que reciben fuerte rechazo por parte de los ciudadanos.



Veamos el siguiente cuadro, que se refiere a la necesidad de contar con partidos y un Congreso Nacional en la democracia para luego profundizar en los aspectos económicos.







De acuerdo a estos datos, preocupa que casi la mitad de los latinoamericanos considere que los partidos y el Congreso Nacional no son necesarios para el funcionamiento de la democracia, lo que refuerza el planteamiento relacionado con la crítica a los actores más que al régimen mismo, pues la democracia puede funcionar sin la presencia de estos elementos, a juicio de los ciudadanos encuestados.



Podríamos estimar que el apoyo se trasladara a otros actores, como los empresarios y los grupos económicos, pero tal situación -como ya señalamos- está muy lejos de ocurrir debido a que los ciudadanos siguen pensando que el Estado debe tener un rol protagónico en el ordenamiento económico.







De acuerdo a lo anterior, vemos que no existe confianza ni en los partidos políticos como instituciones canalizadoras de intereses, por ejemplo, a través del Congreso Nacional, ni en los empresarios, lo que se traduce en una crítica a la gestión, no así a la legitimidad de la democracia. Además, los ciudadanos no están dispuestos a entregar mayor protagonismo a los grupos económicos y mucho menos a las privatizaciones como parte de una reforma económica estructural.



Contra todos los pronósticos, el régimen democrático aún mantiene un nivel de adhesión importante incluso en un período de fuerte crisis económica en el que los países latinoamericanos han sido golpeados con especial rudeza.



El contraargumento que surge del planteamiento esbozado consiste en que si los principales actores de una democracia son mal evaluados, con el tiempo será difícil sostener un régimen que no satisface las necesidades de las personas, y que por ende influye de manera negativa sobre sus expectativas. Veamos el siguiente cuadro, en el cual los encuestados entregan su nivel de aprobación ante cuatro frases relativas a la democracia.







Este cuadro nos proporciona una valiosa información, pues en él se percibe claramente que la legitimidad del régimen democrático no está asociada directamente a la eficacia, es decir, al mal desempeño de los gobiernos por problemas de gestión o por crisis internacionales. De esta manera, los problemas económicos no producen como consecuencia inmediata el reemplazo de la democracia por otras formas de gobierno.



La esfera de la gestión, como hemos dicho, es la más criticada por los encuestados, lo que explica la baja valoración de los partidos políticos y del Congreso Nacional como instituciones. Esto redunda, a nuestro juicio, en un problema de expectativas generalizado como consecuencia de la crisis económica.



A modo de conclusión, podemos sostener que las bases del régimen democrático aún se conservan, pero no puede descartarse una baja en su apoyo debido a una crisis sistemática y sobre todo permanente. Hemos sostenido que la crisis actual no ha socavado las bases de la legitimidad del régimen democrático en los países latinoamericanos, salvo las excepciones mencionadas.



Se ha separado claramente la legitimidad de la gestión y la eficacia del régimen democrático, haciendo hincapié en los actores.



Es precisamente en este último aspecto donde se concentran las principales críticas de los ciudadanos, en especial hacia los partidos políticos, lo que no se traduce en apoyos al autoritarismo ni a una economía dirigida exclusivamente por los empresarios, pues al Estado se le da un protagonismo relevante.



El gran peligro que existe en la actualidad reside en el surgimiento de líderes independientes, alejados de las contiendas partidarias, y que pretenden establecer una relación directa con la ciudadanía a través de los medios de comunicación sin considerar las instituciones mediadoras de toda democracia.



El escenario de crisis económica se presenta como un caldo de cultivo para el surgimiento de este tipo de líderes, quienes buscarán socavar las bases de la democracia representativa optando por una democracia plebiscitaria o incluso orgánica.



Es solo en este sentido que los problemas de eficacia podrían afectar la legitimidad de un régimen. Pero se debe enfatizar que no será cuestionada la democracia como forma de gobierno: se presentaría una inclinación por modificar el sistema representativo y se establecería como peligro la aparición de caudillos prácticamente colgados de la crisis económica y con propuestas populistas de corto y mediano plazo.



Las regresiones autoritarias, de las que tanto se habló y escribió al iniciarse la fase redemocratizadora en América Latina, parecen ya casi superadas, con algunas excepciones, como es el caso de Paraguay que muestra significativo apoyo al autoritarismo en comparación al resto de los países de la región. Pero las bases de la democracia, desde el punto de vista de la legitimidad, aún son sólidas.



* Mauricio Morales es cientista político y periodista.



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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