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TLC: sin perder la dignidad


La firma del Tratado de Libre Comercio con los EEUU constituye en primer lugar un triunfo para el país, gracias a una política de Estado manejada en forma seria, perseverante y eficaz por los tres gobiernos de la Concertación, que actuaron pensando en el interés nacional por sobre los intereses político-partidistas.



El tratado representa, además, un mérito innegable de la alianza política que gobierna al país desde hace trece años: su éxito al arribar al acuerdo con la principal potencia del planeta va a quedar grabado en las páginas de la historia nacional.



Constituye, por otra parte, un doble acierto: a las ya señaladas perseverancia, eficacia y seriedad en su consecución se une un triunfo de la dignidad de nuestro país.



Sabido es que hubo quienes, desde las filas opositoras, dudaron que la firma del TLC pudiera concretarse a raíz de la posición consecuente del Presidente Lagos y el gobierno de Chile en contra de la intervención militar norteamericana en Irak.



Sin restar por ello mérito a quienes desde comienzos de la década pasada impulsaron la idea de este tratado, el papel jugado por el Jefe de Estado en la búsqueda de un amplio consenso nacional, manteniendo al mismo tiempo una posesión digna y consecuente en el ámbito internacional ha sido extremadamente relevante. Lo mismo se puede decir para el accionar de nuestra Canciller, Soledad Alvear. Podemos sentirnos legítimamente orgullosos de ellos.



Es que a diferencia de la derecha, que por lo visto sigue operando a escala internacional en categorías de obediencia y sumisión ante el más poderoso, los partidos de la Concertación aprendieron ya durante su larga travesía de lucha antidictatorial -y en ello influyó particularmente la experiencia del exilio- que no existen Vaticanos políticos a los que se les deba obediencia. Por muy poderosos que sean, o muy amigos que afirmen ser de nuestras propias posiciones.



La mejor manera de hacerse respetar en el mundo es manteniendo una posición soberana e independiente, no supeditada a los intereses económicos, por muy legítimos que estos sean. En estos días, en que Chile es depositario del respeto de todos los países del mundo, queda más claro que nunca que la política aplicada fue la correcta.



(*) Analista Político.



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