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Comparaciones indebidas


Con motivo de la publicación de los resultados de las Pruebas de Selección Universitaria (PSU) han surgido comparaciones entre colegios absolutamente fuera de lugar. Específicamente me refiero a las que buscan asociar puntajes de los estudiantes en la PSU con la calidad de la formación recibida en los establecimientos en que cursaron sus estudios secundarios o medios.



Es así como al observar que una mayor proporción de los más altos puntajes fueron obtenidos por quienes estudiaron en colegios particulares pagados, explícita o implícitamente, se suele concluir que la educación recibida es de mayor calidad que la que proporcionan en los establecimientos educacionales municipalizados o particular subvencionados. Afirmación que supone que la totalidad de la provisión de educación a los estudiantes se origina en los establecimientos escolares y que los alumnos se distribuyen uniformemente a nivel socioeconómico. Afirmación incorrecta, puesto que en nuestra formación el rol de los establecimientos educativos complementa el otorgado por la familia y la realidad socio-económico-cultural de ésta y del medio en que se inserta, y porque la matrícula se encuentra fuertemente fragmentada por estratos socioeconómicos.



A modo de ejemplo, podemos especular que los 800 puntos obtenidos por un estudiante X se pueden estructurar como sigue: 500 por estar en un ambiente socio-económico-cultural estimulante, con al menos uno de los padres con educación superior, 200 por tener una familia unida donde existe comunicación, respeto e incentivos para el estudio, y los 100 restantes ser proporcionados por el colegio donde estuvo matriculado (colegio X). En cambio, un estudiante Y que estudió en otro colegio (colegio Y) logró un puntaje de 700 puntos donde la familia aportó tan solo 200 puntos, el medio en que vive otros 200 puntos, y el colegio contribuyó con 300 puntos.



Si se analiza solo el puntaje total obtenido por ambos estudiantes, se concluye que el colegio X es de «mayor calidad» que el colegio Y, pero si miramos la estructura del puntaje, se puede observar que el aporte del colegio Y es sustancialmente mayor que el del colegio X, y por tanto, que en estricto rigor, el colegio Y es el de «mayor calidad» real porque es el que proporciona «mayor valor agregado educativo».



Desafortunadamente, a la fecha no ha sido posible cuantificar el aporte de cada componente del puntaje obtenido por los estudiantes, pero sí se puede estimar en base a variables asociadas al nivel de escolaridad de los padres. Esta tarea está parcialmente hecha y es importante completarla puesto que actualmente se está induciendo a engaño haciendo creer que los establecimientos particulares pagados son mejores que aquellos que reciben financiamiento público tan solo porque sus estudiantes obtienen mayores puntajes PSU.



Si complementamos lo tratado con el costo de obtener tal o cual puntaje PSU en uno u otro establecimiento, aparecen nuevas sorpresas que, deliberadamente o no, se ocultan. Para ello me centraré en cifras gruesas de ingresos/costos en unos y otros establecimientos de enseñanza media. Siendo generosos, asumamos un colegio privado que cobra un arancel mensual de 120 mil pesos, que la duración de los estudios medios es de 4 años y que cada año tiene 10 meses de cobro, entonces el costo por alumno del sector privado es de $ 4,8 millones. Un establecimiento con financiamiento público recibe una subvención del orden de los 30 mil pesos mensuales durante los 12 meses que tiene cada año, recibiría por alumno, en los 4 años, del orden de $1,5 millones.



¿Qué nos está diciendo esto? Que los alumnos de colegios privados son educados a un costo que es más de 3 veces superior que aquellos que se educan en colegios financiados públicamente. A nadie con dos dedos de frente se le escapa que en los colegios privados no estudian los pobres de este país. Por tanto, tenemos la paradoja que los más pobres deben educarse en establecimientos que tienen 3 veces menos recursos que los no tan pobres.



Estamos hablando de 3 veces menor disponibilidad de libros, de computadores, etc. por parte de quienes en sus casas muchas veces no tienen en ocasiones ni para comer, ni las condiciones adecuadas para el estudio. En tales condiciones, ¿no es acaso inverosímil comparar los puntajes que finalmente obtengan en la PSU? Más aún, ¿no es un milagro que, no obstante lo expuesto, el diferencial de puntajes PSU no sea mayor?



Siguiendo con el análisis de costos, apliquemos el costeo efectuado a los casos más arriba tratados, donde uno de los alumnos obtuvo 800 puntos, de los cuales 700 puntos se explicarían por el nivel educacional y socioeconómico familiar y solo los 100 restantes pueden imputarse al colegio privado en el que estudió. Dado que el costo de educarlo fue de $4,8 millones, esto implica que el costo promedio de cada punto obtenido en la PSU imputable al colegio fue de $ 48 mil.



Por su parte, el alumno matriculado en un colegio con subsidio estatal y que obtuvo 700 puntos, de los cuales 400 puntos se explicarían por las características familiares del alumno y los 300 puntos restantes fueron aportados por el colegio en el que estuvo matriculado, el costo total de su educación fue de $ 1,5 millones, de donde se desprendería que cada punto que obtuvo, imputable al colegio, tuvo un costo de $ 5 mil.



En síntesis, cada punto obtenido por un alumno matriculado en un colegio privado tuvo un costo Ä„9 veces mayor! En tales circunstancias, y sin perjuicio de las simplificaciones incurridas en aras de la comprensión, con una mano en el corazón, ¿podemos afirmar que los colegios privados son más eficientes? ¿de mayor calidad? Las cifras parecen decir otra cosa.



(*) Rodolfo Schmal es Ingeniero Civil Industrial y es académico de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad de Talca.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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