Una distribución justa de los ingresos
La mayoría de los chilenos y chilenas tiene un ingreso (y no per cápita) para comprar una casa o bien para cubrir las necesidades básicas de alimentación, ropa y educación de cada familia, pero un 20% están aislados del sistema, y otro 10% se encuentra en el extremo opuesto: tienen demasiado, por no decir casi todo, aunque ese «casi» hace una mínima diferencia.
La pregunta moral que tenemos que hacernos es ¿deberían sólo algunos tener tanto y otros tan poco? Una respuesta competente sería «por supuesto que no», pero la realidad es muy distinta.
El sentido de «justicia» obviamente es insultado por estos extremos y la compasión comienza a jugar un rol importante para ayudar a todos aquellos que están marginados y privados de poder tener una oportunidad para surgir en la vida. En otras palabras, la sociedad tiene la responsabilidad (o debiera tenerla, al menos por el qué dirán) de ayudar a aquellos que están a los pies de la escalera económica.
Pero la realidad es que si el 20% está en la extrema pobreza, el 10% tiene una extrema riqueza y el 70% restante vive con malos salarios, como sociedad diríamos que es bien poco lo que podemos hacer para tener una distribución justa del ingreso.
Por ello, nuestro sentido de equidad o justicia es ofendido por estas diferencias extremas. Equidad e igualdad no son sinónimos (Wonnacott/Wonnacott). No todos deben ganar lo mismo, pero sí la gente debe ganar lo que aporta, eso debe ser bien recompensado y si trabaja horas extras también, al fin y al cabo todos somos los que hacemos que la torta de la riqueza exista. Pero cuando se reparte, unos salen con una tajada más grande y otros con una más chica.
El sentido de equidad tiene únicamente que ver con nuestro sentido de ser justo. Hay que entender que las necesidades de todos obviamente no son iguales y podemos darnos vueltas y vueltas en el mismo tema una y otra vez.
Cuando sube la marea, suben todos los botes decía J. F. Kennedy. Eso no pasa en nuestro país. ¿Cómo solucionamos el problema de la distribución de los ingresos y la reducción de la pobreza? Con programas sociales de gobierno que aseguren que cuando exista un periodo de expansión económica todos se beneficien y cuando haya recesiones los protejan.
En los países desarrollados a los que les va bien se les aplica un impuesto mayor, no significativo, para poder financiar los programas sociales de gobierno, el presupuesto nacional orienta al menos el 5% a los más necesitados, y las empresas también aportan con impuestos a la contaminación, por ejemplo. Si una compañía quiere contaminar está bien que lo haga, pero que pague, mas como los impuestos son tan altos, prefieren mejorar los procesos de producción.
Si mantenemos altas tasas de empleo, pagados justamente manejando nuestra responsabilidad social con el 20% de los más necesitados, aumentando los impuestos a los que les va mejor (10%) y pagando salarios justos al 70% de los miles insatisfechos chilenos y chilenas podríamos solucionar la brecha que cada día se hace mas insostenible en el país en que vivimos. ¿Será posible?
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Bernardo Javalquinto (bernardo@javalquinto.com) es economista, director ejecutivo y socio principal de JMLC International Consulting.
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