Desaprensión urbana y ambiental
«Ni las autoridades públicas ni los profesionales se interesan realmente por las áreas verdes, y ellas no forman parte de sus objetivos para el saneamiento ambiental y, aparentemente, son lujos ajenos a su quehacer o sólo temas de moda para sus charlas, cursos o artículos. El poder privado ve en las áreas verdes un impuesto más a sus negocios, y su astucia consiste en esquivarlas. La población no exige a las autoridades, ni a la oferta del poder privado, las áreas verdes necesarias para la protección del medio ambiente y el equilibrado desenvolvimiento de su vida y la de sus hijos.
«Con diversos grados de culpa, hay una grave responsabilidad de los adultos de este país, en la destrucción de la calidad de vida de la población, en lo que se refiere a áreas verdes y contaminación ambiental. Ningún acto, medida efectista, declaración, discurso, homenaje, escrito, etc., podrá ser suficiente para esconder y disimular dicha responsabilidad y dicha culpa. Sin embargo, la responsabilidad de lo que está acaeciendo no puede quedar escondida en el anonimato, diciendo que todos son culpables y que ello ha sucedido por ignorancia, a través de un largo período.
«La culpa debe ser investigada para el conocimiento de la población, para la vergüenza de sus autores, para evitar que el delito se repita y, en último caso, para disimular la ignorancia. Sólo una acción diaria, sistemática, permanente y prolongada, con hechos y obras podrá, algún día, demostrar que realmente existe una verdadera preocupación por la protección ambiental de nuestra ciudad».
Las fuertes y autocríticas palabras que acaba de leer fueron expresadas por el destacado arquitecto y urbanista Juan Parrochia Beguin, al presentarse en 1979, la nueva Política Nacional de Desarrollo Urbano, la que tuvo una efímera vida porque el Ministerio de Vivienda y Urbanismo es un organismo público facilitador de buenos negocios privados con la creencia que así cumple su rol subsidiario. Es más, responsablemente afirmamos que es contraproducente que tal ministerio se denomine «de Urbanismo» en circunstancias que sus políticas son abiertamente anti-desarrollo urbano, a pesar de que estamos constatando en el último tiempo un intento orientado a recuperar el tiempo perdido.
Parrochia es el creador del Metro de Santiago, del Plan Intercomunal de Santiago de 1960, elaborado con sus colegas Juan Honold y Pastor Correa, del Plan de Transporte Metropolitano de 1974 del MOP, en cuya expresión gráfica se ven los anillos de circunvalación: el central, el intermedio, el de Américo Vespucio y el orbital. También se distinguen los corredores oriente-occidente, las costaneras del río Mapocho, el eje Pajaritos-Alameda-Bilbao, las costaneras del Zanjón de la Aguada, la incorporación del eje norte-sur y las primeras 5 líneas del Metro.
En la X Bienal de Arquitectura (1995) Edmundo Hermosilla, a la sazón ministro de Vivienda, intervino dando a conocer «los elementos más relevantes de una Política Urbana para el Chile de hoy y del futuro», según se aprecia en la documentación promocional de su discurso.
Tan alta autoridad decía en aquella ocasión que la ciudad es el reflejo de la sociedad equitativa y nos hacía presente que nuestro problema principal es la pobreza y no la congestión vehicular. Aseguraba que en nuestra ciudad el bien particular nunca debe primar sobre el bien común y que la construcción de una urbe solidaria constituye un imperativo ético, punto de partida de nuestra formulación política, refiriéndose naturalmente a los programas de gobierno de la Concertación. Seriamente enfatizaba que la inversión pública se debía focalizar hacia los sectores más pobres, terminando con la nefasta segregación social imperante.
Era partidario de una ciudad capaz de acoger a sus ciudadanos, proveyéndoles de un medio fértil para su desarrollo y dando respuestas a sus necesidades, cobijándolos, estimulando su creatividad. Manifestaba que han cambiado las viejas reivindicaciones que animaban las discusiones del pasado. Expresaba que en la actualidad existe la demanda por ciudadanía, reflejada en el deseo mayoritario de la gente en orden a recuperar la voz en este país tan pluralista. Era partidario como ministro de la efectiva participación ciudadana y que la obligación del Estado era fomentarla.
Manifestaba que la ciudad se debía estructurar sobre la base del desarrollo de sus espacios públicos y que para tal propósito se debía reconocer la experiencia comunitaria y la participación activa de las personas en la decisión de los asuntos públicos. Rechazó con vehemencia los espacios que favorecen la atomización y la disgregación y se declaró ferviente partidario de la convergencia y del encuentro entre iguales. Insistió en la idea de promover mayor inversión en el desarrollo de los espacios colectivos sobre todo en las plazas, los centros de servicio y enriquecer el entorno natural de la ciudad, su vegetación, sus áreas verdes.
Señaló que deseaba una ciudad configurada sobre la base de una normativa simple y general, pero severa y rigurosa en su aplicación, que propicie la plena y armónica integración de las actividades que la caracterizan y que sancione a quienes pretendan anteponer el interés privado al interés común. Asimismo manifestó que los temas de ciudad no podían entregarse al mercado porque en lo urbano está muy presente la equidad.
Hermosilla explicaba que la ciudad debía asegurar una relación sustentable con el medio ambiente y que las externalidades negativas debían ser asumidas por quienes las provocan. Quería una ciudad más densificada y más articulada para así reducir los tiempos de viaje y proponía rescatar el concepto de barrio. Fue enérgico cuando dijo que la ciudad no podía seguir expandiéndose desde sus actuales límites porque era imperioso detener su agresión ambiental y sus costos crecientes.
Argumentó que la ciudad que queremos es la que aprovecha de manera integral sus capacidades instaladas, que rechaza las conductas dispendiosas de escenarios de abundancia ilimitada. Propuso un «crecimiento hacia adentro» para disminuir los riesgos ambientales, respetar su ecosistema natural y reducir el costo de los desplazamientos. También quería aprovechar los abundantes suelos no ocupados al interior de la ciudad.
Como se observa, este ex ministro tenía una excelente propuesta teórica de ciudad que se reflejó en muchos aspectos en la normativa del Plan Regulador Metropolitano de Santiago. Pero los hechos indican que sus buenos deseos no prosperaron porque dicho instrumento regulador se modifica a cada rato o porque se viola a vista y paciencia de todos.
Hemos querido recordar a Parrochia, el urbanizador de excelencia y al ingeniero comercial Hermosilla, quien tenía un discurso oficial «políticamente correcto», porque a pesar del largo tiempo transcurrido, continuamos con el más absoluto desprecio por las áreas verdes y porque quien sigue mandando en las políticas de Vivienda es la divinidad del mercado.
En nuestras columnas de El Mostrador.cl hemos dado a conocer innumerables situaciones que grafican los maridajes, las connivencias, las «equivocaciones», los «olvidos», las «desinteligencias» los «yo creía que…» y tantas otras lacras que impiden el desarrollo civilizado de la ciudad. Todos los buenos propósitos urbanos enumerados por Hermosilla fueron desoídos por las iniciativas del Minvu y su comparsa, la disciplinada y obsecuente Comisión Nacional del Medio Ambiente.
Todos sabemos que el materialismo exacerbado está presente desde hace muchos años y lo peligroso es que en casi todos los ámbitos de la vida se acrecienta para beneficiar únicamente a aquellos situados en la cima de la estructura económica, aumentándose así la brecha de la desigualdad.
Y lo malo es que no se advierten señales claras que busquen revertir la situación, a pesar de las declaraciones de intenciones desplegadas por las dos cuidadosas precandidatas presidenciales de la Concertación. No hablamos del candidato de la Centro-Derecha, como le gusta autodenominarse a la Derecha, ya que su discurso es de sesgo oportunista y por estar concebido en agencias de publicidad y marketing, no puede ser tomado en serio por los electores no adscritos a sus dos partidos políticos.
¿Vendrán tiempos mejores?
Como no lo sabemos, sólo quedará encomendarse a los dioses.
Patricio Herman. Agrupación «Defendamos la Ciudad».
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