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Ante el escenario de una segunda vuelta


La postura más realista y acertada que se ha dado a conocer en los últimos días sobre cómo enfrentar un escenario de segunda vuelta, ha sido sin duda la entregada por el diputado Pablo Lorenzini. Aplicando nada más que sentido común, propone que las más altas mayorías de la Concertación deben asumir la dirección de la campaña presidencial de Michelle Bachelet; tratando de seguir su raciocinio, serán esas más altas mayorías, las que representando el arco iris que conforma el conglomerado y la bicameralidad parlamentaria de nuestro país, senadores y diputados, quienes deberían conformar un comité ejecutivo; se le debería sumar una autoridad unipersonal de cada uno de los partidos de la coalición.



La labor de ese comité ejecutivo deberá ser politizar la campaña en función de lo que es, una contienda electoral por la Presidencia de la República de nuestro país. No es definitivamente un trámite de cambio de mando o el evento social de cambio de género en la primera magistratura del país, no, todo indica que se deberá enfrentar una dura segunda vuelta en la cual la Concertación, si las cosas no se hacen bien, puede ser despojada del gobierno.



Perder la Presidencia de la República por parte del conglomerado que logró recuperar la democracia en Chile, significaría que la derecha casi completa un círculo de control social y político sobre nuestra sociedad, teniendo en cuenta su poder sin contrapeso en el empresariado; su control de los medios de comunicación; la educación superior privada y la ofensiva que se desencadenaría contra la educación superior pública.



Entes del Estado que han sufrido cambios importantes estos años, detendrían estos procesos que han sido tan difíciles y costosos en su materialización, le quedaría a la Concertación su presencia legislativa mayoritaria en ambas cámaras y los municipios que logró mantener y recuperar también en forma mayoritaria en las elecciones de hace poco más de un año.



Lo corto del periodo presidencial obligaría a la nueva alianza gobernante a concentrarse en la figura de Ricardo Lagos, para dificultarle su rol de líder aglutinador de la oposición y su potencialidad como candidato presidencial el 2009. Pero sin duda lo más importante sería la factibilidad de mantener a la Concertación como alianza, por la alta probabilidad de su propia crisis más las crisis que se producirán en cada uno de sus partidos integrantes producto de esta potencial derrota. Sumemos la crisis social que se produciría en una parte importante del activo político de la coalición.



Para que no ocurra este hipotético escenario, las cosas hay que hacerlas bien y rápido, fríamente esperar el domingo 11 de diciembre, el fin de esta primera vuelta, el fin de la campaña parlamentaria, que por agotamiento de recursos, más la baja en la presidencial ha empezado a afectar algunas candidaturas. Se requiere con urgencia un círculo de apoyo político a Michelle Bachelet, este equipo debe sostener una interlocución horizontal permanente y fluida con el Comité Ejecutivo que se debe conformar teniendo como base la propuesta del Diputado Pablo Lorenzini. Políticamente la pluralidad de este comité debe reproducirse en las áreas técnicas, operativas y territoriales, del cual deben depender.



La Concertación debe sumar e incluir, como en todas las campañas anteriores al mundo social, constituyendo una mesa representativa de ese mundo que ha sido de un compromiso a toda prueba, que se remonta a antes de sus orígenes como conglomerado y que se ha mantenido leal durante toda su existencia; esta representación del mundo social debe reproducirse territorialmente.

La Concertación debe recurrir a todo su activo de militantes y simpatizantes, debe recurrir a todos aquellos que han aportado valiosamente durante su historia, los que tuvieron importantes y exitosas responsabilidades deben ser convocados y es de esperar que nadie sienta que sus expectativas personales puedan ser dificultadas, el peligro es otro.



El mayor aporte personal a esta campaña en segunda vuelta, como mejor demostración de nuestra fortaleza como alianza gobernante durante ya quince años, es encontrar quién debería ocupar el rol de generalísimo de ésta, y estos no deberían ser otros que personalidades como José Miguel Insulza, Alejandro Foxley, Germán Correa, Gutenberg Martínez, Sergio Bitar y varios más; ninguno de ellos debe ser identificado como parte de una supuesta alianza de sectores pertenecientes a algunos partidos de la Concertación, debe ser identificado en función de su experiencia, su aporte y sus fortalezas políticas.



La Concertación le ha dado gobernabilidad a Chile y la Alianza no se ha dado gobernabilidad a si misma. La gobernabilidad ha sido el sustento del desarrollo y crecimiento económico, una coalición que no la garantiza, lo paralizará y muchos sectores que recordarán sus ofertas de mejor distribución de la riqueza, la exigirán y lucharán por ellas, ninguna responsabilidad sentirán compartida con un gobierno que no los representa, y la paz social de la que han usufructuado con grandes beneficios un poderoso sector social que ha trasladado estos beneficios solo a unos pocos, se habrá acabado.



Michelle Bachelet es quien lidera la Concertación. Su candidatura surgida de la ciudadanía identificada con ese conglomerado, siendo ella militante de uno de los partidos que la conforman, sabrá interpretar y tomar decisiones para enfrentar de la mejor manera el más probable escenario electoral que surgirá este 11 de diciembre: Segunda vuelta con la Concertación entre el 40 y el 45% de los votos validamente emitidos, deberá enfrentar a Sebastián Piñera.



Es de esperar que dirigentes democratacristianos, que se opusieron a cualquier acuerdo, en escenarios electorales anteriores con las fuerzas que hoy día componen el pacto Juntos Podemos, se abran a un acuerdo básico, que es el compromiso de modificar o terminar con el sistema binominal, porque no solo necesitaremos declaraciones favorables a nuestra candidatura, necesitaremos además sus votos.



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Darío Contador. Analista político.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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