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¿Víctimas de la delincuencia o víctimas del temor?

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Un reciente estudio de la Fundación Paz Ciudadana ha puesto de relevancia, una vez más, la compleja relación existente entre el temor a ser víctima de un delito y los niveles de victimización (número de víctimas de delitos) del país.



Dicho estudio muestra que la proporción nacional de hogares en que un integrante ha sido víctimas de robo o intento de robo (dentro y fuera del hogar), se ha mantenido constante en alrededor de un 37.7 % desde hace un año. A pesar de ello, llama la atención que los niveles de temor de la población ante la posibilidad de ser víctima de un delito, registren un aumento creciente en igual período. Esta tendencia, aparentemente contradictoria, no es exclusiva de Chile y requiere de un análisis, que permita una mejor orientación de las políticas públicas dirigidas tanto a la victimización como al temor frente al delito.



Los índices de temor son una valiosa herramienta para obtener una fotografía de las preocupaciones ciudadanas; sin embargo, el temor no es resultado únicamente de la experiencia de haber sido víctima de un delito. Al respecto existe consenso entre los expertos. Si bien existe una relación entre temor a ser víctima de delitos y victimización de hecho, estamos hablando de fenómenos claramente distinguibles. El temor a ser víctima, como toda sensación subjetiva, se nutre de diversos factores, como por ejemplo la confianza en las instituciones y en el otro, y los recursos psicológicos y sociales para enfrentar las amenazas y la influencia de los medios de comunicación, entre otros.



El temor no requiere haber sido víctima previamente



Diversos estudios tanto nacionales como internacionales, sugieren que, en ciertos casos, la experiencia de haber sido víctima de un delito, así como saber de una experiencia de este tipo vivida por algún familiar o conocido, induce a altos niveles de temor. Sin embargo, no necesariamente todos aquellos que expresan mayor temor en las encuestas, han sido víctimas de algún delito. Al respecto, puede indicarse que los jóvenes son el grupo que experimenta mayores niveles de victimización y también uno de los grupos que expresa menores niveles de temor al delito, constituyéndose como una excepción a la regla.



Corrobora lo anterior la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana 2003, ya que porcentajes mayores de personas evidencian la percepción de que el país es inseguro que los porcentajes que señalan que su barrio o ciudad lo son. Es evidente que la mayor percepción de inseguridad respecto de todo el país no encuentra su origen en una experiencia personal. Mientras más lejano el ambiente, se registran mayores niveles de temor y mientras más cercano, la experiencia personal indica mayores niveles de protección.



¿Los medios de comunicación contribuyen a la construcción del miedo a la delincuencia?



En Chile, como en otros países, se discute sobre si los medios de comunicación contribuyen o no a la sensación de temor respecto de la violencia y la delincuencia. No existen datos concluyentes respecto de si la cobertura mediática de este tema provoca un incremento del temor subjetivo de los ciudadanos. La mera exposición a noticias alarmistas puede no traducirse en un efecto mecánico de aumento del temor, puesto que el impacto dependerá tanto de la perspectiva con que se informe como de los filtros de que los sujetos dispongan para interpretar la información. Estudios realizados por la investigadora Cecilia Dastres, en el Centro de Estudios en Seguridad Ciudadana, demuestran que la cobertura mediática sobre el crimen tiende a ser parcial en Chile, se concentra en los delitos más llamativos y no en los más frecuentes, entregando escasa información acerca del contexto en que se producen los hechos.

Sostener que no está probado que la cobertura de los medios induzca al temor ciudadano no implica aceptar que la cobertura de los medios sea inocua. El énfasis excesivamente alarmista con que pueden darse a conocer ciertas informaciones, ayuda a asentar en la opinión pública la noción de que existe un solo camino para enfrentar el fenómeno delictual, y que éste es de naturaleza represiva. Los medios pueden magnificar la desprotección en la que se encontrarían las personas y ello puede llevar a algunos a que decidan tomar la ley en sus manos.



La información es una herramienta poderosa. Así como puede describir ciertos fenómenos de manera esquemática, puesta al servicio de la convivencia puede inducir a conductas de autocuidado entre las personas, ya que el temor visto de manera positiva es también una señal ante la cual se pueden tomar precauciones. De este modo, se puede evitar la sobreexposición innecesaria de las personas a situaciones de riesgo.



El temor requiere de una política pública independiente y focalizada



Los esfuerzos por contrarrestar la frecuencia con la que se cometen delitos deben ser acompañados de estrategias de tratamiento del temor a la delincuencia. Dichas estrategias deben conformar un conjunto independiente de política pública, orientada a fortalecer la percepción de cercanía respecto de las instituciones, a promover la participación ciudadana, claramente distinguibles de las necesarias estrategias de control, puesto que como ha sido señalado anteriormente, temor y victimización si bien está relacionados, en algún punto son fenómenos que se bifurcan. A su vez, las políticas de control del delito pueden tener impacto en el temor en el largo plazo, y viceversa, las políticas de disminución del temor, pueden tener un impacto sobre la seguridad, y a largo plazo, sobre la situación objetiva de seguridad.



Al respecto es altamente recomendable implementar políticas públicas específicas focalizadas y dirigidas al tratamiento del temor en aquellos grupos que presentan mayores niveles de temor. Estos son: personas que han sido víctimas de delitos, mujeres, adultos mayores, sectores de escasos recursos y grupos socialmente marginados. Salvo en el caso de quienes han sido victimizados, se trata de grupos que registran una diferencia significativa entre los niveles de temor subjetivo que expresan y los niveles de riesgo a ser victimizados que efectivamente enfrentan. Frente a ellos es necesario continuar con las intervenciones focalizadas que ya se realizan, dirigidas a sus necesidades específicas, promoviendo conductas de autocuidado y de mayor conciencia de los propios recursos frente al peligro, evitando generar una imagen del entorno como permanente y altamente amenazante.



Los niveles de temor nos informan, finalmente, sobre el incremento del miedo en tanto expresión de un fenómeno mucho más profundo que la criminalidad, que se relaciona, entre otros fenómenos, con inseguridades básicas, debilitamiento del vínculo social, del sentimiento de comunidad y, finalmente, de la noción de orden. Visto en términos positivos, el temor es también una señal de autoprotección necesaria para que el individuo y los grupos planifiquen estrategias preventivas para evitar aquellas situaciones de riesgo que están a su alcance. Las políticas públicas a implementar, en esta línea, en la medida en que redirigen los recursos hacia el fortalecimiento de los lazos comunitarios y la participación social, pueden influir de manera significativa en la disminución de la inseguridad.



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Ximena Tocornal, Liliana Manzano. Investigadoras Centro de Estudios en Seguridad Ciudadana, CESC. INAP-Universidad de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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