¿Diálogo constructivo?
Excelentismo señor presidente, permítanos darle la mas cálida y cordial bienvenida a la ciudad de Valparaíso, puerto principal de nuestro extenso litoral oceánico. Nos complace enormemente tenerlo por vez primera entre nosotros, y estamos prestos a escuchar vuestros planteamientos con la mente abiertas de par en par, para desarrollar conjuntamente una agenda sin exclusiones. Como siempre, los acogemos animados por el más irrestricto espíritu de altruismo y generosidad, sentimientos que como a todos debe constar, siempre nos han caracterizado en el abordaje de nuestra relación bilateral, y en los cuales nos proponemos perseverar, a toda costa.
Permítame la licencia de elogiar el diseño y colorido de la hermosa chompa que Vuestra Excelencia luce en esta ocasión. Un homenaje de gran luminosidad y estilo a las tierras altiplánicas, suponemos. Aunque más de alguno de mis colegas al verle entrar han querido figurarse, un tanto despavoridos, reminiscencias marinas en su espléndido colorido, en el que descuellan los tonos azulados, blanca espuma y verde alga marina.
Antes de entrar a los temas sustantivos, permita expresarle que nuestra delegación comprende con claridad meridiana lo que el proceso de globalización implica como contexto, y también como fuente de inspiración en la resolución de las controversias internacionales. Tenemos muy en cuenta, Excelencia, las implicancias que revisten para nuestros respectivos países los procesos de internacionalización, de interdependencia y las dinámicas de integración regional y sub regional. Se trata de fuerzas muy en boga en todas las latitudes, a las cuales es preciso prestar la debida atención, quemando las naves, si es aquello es preciso, con el propósito de que nuestras naciones logren incorporarse a la marea de cambios que experimenta la sociedad internacional.
Por lo mismo, estamos convencidos de la necesidad de enfrentar nuestros asuntos bilaterales con una mirada de futuro y desde lo más alto de la cofia de nuestros respectivos mástiles. Nosotros estamos convencidos de la necesidad imperiosa de no seguir anclados en las querellas del pasado. Las mismas que pesan cuan auténticos zapatos de buzo en nuestro navegar conjunto hacia el futuro. Por ello le reitero que llegamos a este encuentro preparados para desarrollar una agenda abierta, sin exclusiones, prejuicios ni vetos, dispuestos a animar un diálogo constructivo y de gran calado. Hay que saber arriar las banderas del patrioterismo decimonónico y egoísta para mirarnos en el espejo de Europa, del otro lado del Atlántico. Ese exitoso proceso de unificación y cooperación en el que debemos ser capaces de inspirarnos y que debe constituir nuestra hoja de ruta, o si se quiere, nuestra común carta de navegación.
Le reitero, Excelencia, la que es nuestra convicción más profunda. No podemos darnos el lujo de seguir encallados en el pasado ni mucho menos sumergirnos en el debate de añejas materias, las que solo sirven para sembrar mares de duda y desconfianza recíproca. Por lo mismo, queremos suponer que en esta ocasión no vamos a abordar tópicos que amenacen con aguarnos la velada o con desatar una tormenta perfecta en un vaso de agua.
Hay un mar de asuntos sobre los cuales podríamos explayarnos, sin necesidad de imponernos la travesía por océanos procelosos. Así es que lo invitamos a hinchar las velas de nuestro diálogo y a enfilar la proa hacia las cuestiones más sustantivas y de mayor interés mutuo. Me refiero, que duda cabe, a las medidas que hemos de adoptar para asegurar la preservación de los camélidos que moran el bello y mutuamente compartido territorio altiplánico.
A renglón seguido y si el tiempo lo permite, estamos disponibles para tratar, aunque con menor profundidad, otros asuntos de menor cuantía y calado. Le proponemos por ejemplo, dialogar sobre materias energéticas. Respecto a estos tópicos, quiero manifestarle de antemano nuestra voluntad de ayudarles a capear el temporal, proporcionándoles nuestra desinteresada colaboración, si es que ellos les place, y como comprobación del genuino altruismo que siempre nos motiva frente a nuestros vecinos y hermanos del norte.
Antes de entrar en materia, tengo instrucciones de expresarle que toda la dotación de nuestra delegación, de popa a proa y de babor a estribor, esta francamente consternada por la descarada intervención de ciertos mandatarios latinoamericanos en nuestros asuntos bilaterales. Queremos ser enfáticos en rechazar completamente estos actos de auténtica piratería política, que aspiran a multilateralizar un asunto que no quiero ni mencionar, precisamente por ser el mismo completamente inexistente, o cuando menos, de carácter estrictamente bilateral.
En realidad, aprovecho de plantearlo aunque no era mi deseo, nuestro verdadero punto de vista sobre el inexistente asunto aquel, el cual para nosotros es claro como el agua. Se trata de un tema más precisamente unilateral, porque es justo que sepa usted, Excelencia, que tampoco nosotros estamos interesados en tratarlo. Como usted es un hombre inteligente, sabrá que hablar consigo mismo sobre cualquier asunto es un ejercicio que carece de sentido y propósito, así es que estará perfectamente de acuerdo conmigo en que no conviene a nadie menear este salado asunto.
Por lo demás, ya que mencionamos Europa, le invito a pensar en Suiza y a observar la marcha de sus asuntos económicos, sociales y culturales. Piense además en Haití y saque sus propias conclusiones. Nosotros tenemos miles y miles de kilómetros de ese asunto que majaderamente ustedes apetecen y reclaman, pero le advierto que muchos de nosotros ni siquiera sabemos nadar, y ni falta que nos hace. Y ni hablar del mentado futuro esplendor que nos promete pero que nunca llega, tampoco de las cuotas de pesca, los líos con los pescadores artesanales, la marea roja, los naufragios, los ahogados de verano, los turistas argentinos, el presupuesto de la Armada, etc. En fin, puros auténticos y complejos problemas d nunca acabar, que no le deseamos a nadie comprarse. Ni siquiera a nuestro peor enemigo.
De modo que sin más preámbulos y exhortaciones, le invitamos a zarpar en nuestro diálogo. Mas tarde tendremos ocasión de profundizar la amistad en el almuerzo que nos proponemos ofrecerle. Usted que es un buen gourmet, sabra apreciar el menú que con todo cariño hemos dispuesto para la ocasión, y hará el honor a las machas a la parmesana y al caldillo de congrio que será prontamente servido por los ayudantes de cámara.
Este será una reunión productiva y de inmersión total. Si lo desea, y para su mayor comodidad, puede incluso guardar riguroso silencio. Si estamos tan de acuerdo en todo, debiera bastar con que hablemos solo nosotros. Por lo demás ya se sabe: donde manda capitán, no manda marinero.
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Juan José Casanova es escritor
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