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El Palacio Ariztía: Del Congreso a una casa del poder local


Con la devolución del ex Congreso Nacional al Parlamento -por la mudanza de la Cancillería al ex Hotel Carrera-, queda sin «usuario» aún el Palacio Ariztía, una casona con un gran salón para conferencias, dos salas medianas y una docena de habitaciones que, como buen «bien nacional», hay que darle un uso intensivo y no subutilizarlo en instituciones que lo usen para boato, reuniones esporádicas puertas adentro y bodega de pesados tomos (que hoy por hoy se pueden guardar en memorias digitales de algunos gramos).



Hay un debate silencioso. Nos cuentan que algunos lo quieren para el Tribunal Constitucional, este panel de abogados expertos en derecho público y político, que se reúne puntualmente cuando es requerido por la legalidad de alguna ley o una controversia significativa. El resto, son tomas de razón rutinarias con su pequeño staff.



Pienso que sería una brutalidad entregarlo para un uso tan acotado, aunque formalmente, el Tribunal tenga importancia en la división y control de los poderes, pero puede funcionar en cualquier oficina y subarrendar para sus reuniones más formales alguna de las múltiples salas en la amplísima oferta del concentrado Gran Santiago.



El mejor uso es convertirlo en la Casa del Poder Local de todo Chile, en la sede de la potente Asociación Chilena de Municipalidades, la misma que impulsamos en 1992 con la Fundación Friedrich Ebert, mostrando en la CEPAL las experiencias brasileñas, colombianas y de otros países latinoamericanos y europeos.



Hoy la Asociación liderada por los alcaldes Arriagada (La Granja), Bozán (Buin), Melo (El Bosque), entre otros, es una dinámica institución que representa los intereses municipales, hace sistemáticamente escuelas de formación de alcaldes, concejales y directivos, cuenta con comisiones en asuntos claves como educación, urbanismo, seguridad ciudadana, salud y superación de la pobreza. Cuenta con un equipo de proyectos y relaciones internacionales, apoya informáticamente a los municipios, comparte fallos y buenas prácticas, presta apoyo legal, dialoga con la Contraloría en dictámenes, orienta a los alcaldes de provincia cuando hacen sus lobbies por proyectos para sus territorios. También articula programas con organismos multinacionales, se relaciona con los diversos ministerios y debe recibir delegaciones desde Putre a Porvenir, desde San Salvador a Rosario, de Bergen a Barcelona.



Es el lugar que se merece el Poder Local, que no puede andar como una Carmela desubicada en la gran ciudad, o un Martín Rivas buscando «estirpe» en una casa prestada en el Barrio Alto. La Asociación ha dado muestra de su diversidad (desde la presidencia de Ravinet a la de Sabat), de uso eficiente de los aportes proporcionales que le hacen los municipios, y algo esencial para una buena democracia, defiende el interés de lo local en una país altamente centralizando. Ha sido una escuela de interés en lo «público».



Allí, junto a la Embajada de Brasil, a metros de la norte-sur que une a Chile, casi vecina del centenario Café Torres, pero, sobre todo, a distancia «prudente» del poder central y su Palacio de La Moneda, sería una gran gesto entregar este edificio a otro poder del estado: «el local», aquel que cotidianamente articula la vida en los territorios, y bien se merece un edificio para el encuentro, un enjambre para el diálogo, un salón para debatir y construir el Chile más solidario y emprendedor.



La Presidenta Bachelet inaugura un mandato marcado por el sello de escuchar a la «ciudadanía»; un gesto concreto es dar esta casa a los mandatarios locales de esos 344 territorios en que se hace Patria.



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Esteban Valenzuela van Trek es diputado del Partido por la Democracia

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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