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Las enseñanzas de la Unidad Popular


Acaba de asumir el nuevo gobierno de la Concertación, encabezado por una mujer de izquierda, Michelle Bachelet, y junto con definir sus prioridades sociales y económicas, ha tomado definiciones políticas que aparentemente importan solo a unos pocos, pero que pueden marcar los próximos años tanto como sus definiciones que dicen relación directa con la vida cotidiana de los dieciséis millones de chilenas y chilenos.



De más esta decir la importancia que doy a una de las grandes tareas que se propone el actual gobierno, cual es el cambio del sistema binominal por uno democrático y representativo, cambio que generará un nuevo cuadro político que incidirá indirectamente en la definición de prioridades que importan a todos los chilenos. Pero no es a esta definición política a la que me refiero, sino a la definición que ha hecho el gobierno respecto a la participación de los diferentes sectores en la conducción de las políticas de Estado.



Una de las grandes enseñanzas de la derrota de la Unidad Popular es la necesidad de la izquierda, a lo menos en Chile, de gobernar con el centro político. Ello no significa hacerlo con alguna formula en particular; de hecho, la Concertación ha pasado por variadas crisis y no ha terminado, más aun, aparentemente a ratificado su vitalidad con el actual triunfo, y aunque terminara ello ya no implicaría el fin de los gobiernos de «coalición». Pues más allá de su futuro como «Concertación» debemos reconocer este como uno de sus mayores aportes; Hoy toda política de izquierda, seria, considera incidir y encontrarse con el centro político.



Sin embargo, es evidente que hay numerosos factores que nos deben llamar a reflexionar sobre las nuevas formas que puede tomar esta necesaria alianza en el futuro, desde ya debemos dar cuenta de los resultados electorales en los últimos años y las presiones que recibe el centro político para buscar otras alianzas, con sectores de derecha, para acceder al poder político. Otro factor importante son las correlaciones de fuerzas al interior de la Concertación, que presionan al PDC hacia posiciones de mayor independencia. Sin duda que muchos otros factores juegan en una u otra dirección, sin embargo también es evidente que, con el término del sistema binominal, se estará incorporando a un importante sector de la izquierda a la vida política, de la que ha sido marginada en los últimos quince años. Y si bien, probablemente no se incorpore toda ella de inmediato, sus efectos políticos y probablemente electorales serán trascendentes.



La preocupación de fondo debe ser cómo se garantiza la continuidad de esta alianza. Es importante recordar que los sectores de la izquierda que han sido marginados por el sistema electoral, siempre fueron partidarios de la alianza con el centro político, sin embargo hoy la continuidad de esta alianza no depende de ellos. Cuidar esta relación es principalmente resorte de los partidos de la Concertación.



La responsabilidad política aumenta cuando la disputa con el centro no se da fundamentalmente en el plano de las ideas o proyectos sino que en el enfrentamiento por los espacios de poder. Tal como ha señalado Jorge Arrate en estas mismas columnas, partidos como el PS, y podemos agregar como el PPD y el PRSD, han hecho todo un camino de control de espacios de poder gubernamental que los ha anquilosado y alejado de los problemas de la gente. Se han debilitado los vínculos sociales de los partidos de gobierno al centrarse en los cupos de poder, tal como se han debilitado las organizaciones sociales, abriéndose así una brecha que tenderá a cambiar radicalmente con el fin del sistema bi nominal.



En este marco es evidente que las decisiones que ha tomado la Presidenta tienen incidencia directa en las disputas internas de los partidos, tal como lo ha sido en los últimos tres gobiernos, sin embargo, con la característica particular que hoy está en juego un cambio trascendental en el sistema político y que al haberse acortado el periodo presidencial la disputa por el próximo gobierno ya está latente. Es evidente que un periodo presidencial corto requiere asegurar un buen gobierno, pero lo importante es como, además de una buena gestión se asegura la continuidad de una alianza con el centro, que mas allá de la forma que tenga, tal como nos enseño la experiencia política de la Unidad Popular, es clave para avanzar hacia una sociedad más equitativa, justa y fraterna.



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Gonzalo Rovira. Ex dirigente de la FECH y ex candidato a senador por Santiago Poniente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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