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Reforma electoral, un hecho político


El discurso de la Señora Presidente, abriendo la posibilidad de un plebiscito ciudadano para introducir las reformas electorales ha generado un importante «hecho político» en el país. Se trata, sin duda, de una actitud valiente del Ejecutivo, que permite delimitar con más claridad las diferencias que separan a la derecha tradicional del actual gobierno. Es claro que la democracia chilena arrastra el pesado lastre de una Constitución pensada en un contexto beligerante y antidemocrático. A casi dos décadas del retorno a la democracia, muchos aspectos de nuestra Carta Magna han demostrado su obsolescencia, por de pronto, la LOCE, la Ley Electoral, Ley Laboral, entre muchas otras.



Los sectores opositores, poco educados en la idea de democracia, se han dado al trabajo de mantener, hasta donde sea posible, lo obrado durante el régimen militar, imponiendo, desde su monopolio mediático, una agenda temática y política cuya finalidad es desprestigiar al gobierno y distraer a la población de cualquier reforma de fondo. En este sentido, el discurso de la Mandataria, no podía ser sino blanco de severas críticas por parte de quienes han profitado del actual estado de cosas.



En el cuarto gobierno de la Concertación, cuando ya el fantasma del General se hunde en las tinieblas, pareciera llegado el momento de plantear una nueva forma de «hacer política» en nuestro país, sin temor a la participación ciudadana, introduciendo reformas sustanciales al marco jurídico y legal que nos rige. Es imprescindible que los chilenos, y especialmente los sectores conservadores, nos acostumbremos a vivir en una verdadera democracia a la altura de los tiempos. El planteamiento de la Señora Presidenta de la República no sólo ha sido muy valiente sino que además inaugura un camino distinto de hacer gobierno: valentía e innovación, dos cosas que hacen mucha falta en el Chile de hoy.



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Álvaro Cuadra.Docente e investigador de Universidad ARCIS


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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