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Salmones y antibióticos


Mientras en los principales países productores de alimento en base a la crianza o cultivo industrial de animales (bovinos, aves, cerdos y salmones), el empleo de antibióticos en estos sectores posee estrictas restricciones, que incluyen la prohibición total del uso de quinolonas y fluoroquinolonas, en Chile ocurre todo lo contrario.



Más aún, frente a los reiterados llamados de atención de especialistas en salud humana y animal al gobierno para que implemente urgentes controles y la prohibición del empleo de antimicrobianos de última generación en la industria salmonera, los representantes de este sector empresarial han respondido que los seguirán utilizando mientras la legislación nacional se los permita.



Legislación que a juicio de muchos especialistas, es débil, ya que evidencia vacíos y descoordinación al interior de una institucionalidad fragmentada, que se encuentra en un proceso de adoptar estándares y procedimientos acordes con las exigencia del mercado internacional. A ello se une una escasa voluntad para generar información centralizada respecto al uso, volumen y variedad de antibióticos que se utilizan en salmonicultura; escasa contribución a los esfuerzos de investigación científica; y débiles e inadecuados sistemas de fiscalización y monitoreo, entre otros aspectos.



Una de las principales razones de la propuesta de prohibición del empleo de quinolonas y fluoroquinolonas, se sustenta en el hecho que la resistencia bacteriana a antibióticos aumenta de manera alarmante a nivel global, y la eficacia de estos antimicrobianos disminuye tanto en cantidad como en efectividad. En Chile, mientras en 1983 fueron aprobados 16 nuevos antibacterianos, en los últimos tres años habrían sido aprobados solo dos.

Hace décadas que en las industrias productoras de animales en la Unión Europea y Norteamérica existe prohibición de empleo de antibióticos de última generación, lo cual está acorde con los esfuerzos globales para implementar la estrategia internacional de contención de la resistencia antimicrobiana que realiza la Organización Mundial de la Salud (OMS).



Según información de especialistas, en los últimos años en hospitales del Reino Unido y Estados Unidos se registró un incremento de la resistencia para tres bacterias que son de interés para la Salud Pública: Staphylococcus aureus resistente a meticilina; Enterococo resistente a vancomicina y Pseudomona aeruginosa, resistente a Fluoroquinolonas. Esta última sustancia es empleada masivamente en la industria del salmón presente en las áreas costeras de las regiones de Los Lagos, Aysén y Magallanes.

El Director de la Escuela de Química y Farmacia de la Universidad Austral, Dr. Humberto Dölz, en un reciente seminario organizado por el Centro Ecoceanos, afirmó que el aumento de la resistencia bacteriana también se repite en hospitales de Puerto Montt y Castro, ciudades costeras que poseen una activa presencia de la industria del salmón.

Allí se ha registrado un aumento de la resistencia de Escherichia coli al fármaco ciprofloxacino. Según las evaluaciones realizadas entre 1999 y 2003 en el hospital de Puerto Montt, la resistencia de esta bacteria ha aumentado de 2,6% a 9%, mientras que en el hospital de Castro, en las mismas fechas, este incremento ha sido de 4,4 % a 8,3%.

Las quinolonas y las fluoroquinolonas, constituyen los más avanzados y poderosos antimicrobianos existentes en la actualidad, y en los países desarrollados están reservados para ser utilizados estrictamente y sólo en casos altamente necesarios en medicina humana. Sin embargo en nuestro país la industria de cultivo de salmones y truchas los emplea de forma masiva y sin una clara racionalidad terapéutica.

Llama la atención que mientras en Chile el aumento en el empleo de estas sustancias en medicina humana entre 1988 y 2005 se incrementó de 5 a 18 toneladas, en este mismo período, las importaciones destinadas a la industria de producción animal aumentaron de 60 a 160 toneladas.



Frente a estas preocupantes cifras, se encuentra la posición de los lobbystas de la industria del salmón que hacen oídos sordos a esta preocupación vinculada con aspectos de salud pública, medio ambiente y de seguridad nacional y global. Así lo ha demostrado el reciente caso del ciudadano estadounidense, portador de un tipo de tuberculosis resistente a todo tipo de antibióticos, lo que ha generado una alarma global que significó su búsqueda internacional y posterior retención y cuarentena.



Sin embargo, el gerente de SalmonChile, Rodrigo Infante afirma que seguirán usando antibióticos mientras la ley se los permita. Por su parte, el presidente de este organismo empresarial, Cesar Barros, le recomendó a especialistas y a ONGs que «debieran preocuparse del reparto de antibióticos en los seres humanos, (porque) está mucho menos regulado que la entrega en los salmones».



La posición de los empresarios salmoneros es una de las causas que debilita la creación de una institucionalidad alimentaria responsable con los intereses en la salud pública, los derechos de los trabajadores y consumidores y la protección del medio ambiente.



Llama la atención en esta situación el papel de las compañías multinacionales, las que ya controlan el 40 por ciento de la producción de salmón en aguas nacionales. ¿Cómo entender el doble estándar de empresas de capitales noruegos, españoles y japoneses que cultivan salmónidos en otras latitudes, utilizando mínimas cantidad de antibióticos, mientras que en Chile los emplean de manera indiscriminada?



Por ejemplo, en Noruega durante los últimos años, se utiliza aproximadamente una tonelada de antibióticos para una producción cercana a las 600 mil toneladas anuales de salmón. Sin embargo, en un solo centro de cultivo de la compañía de capitales noruegos Marine Harvest, para una producción de 2.200 toneladas de salmónidos, la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) presentada a las autoridades chilenas indica que se usarán 1,1 toneladas de antibióticos del tipo Flumequina, Acido Oxólinico y Oxitetraciclina, todos ellos, antimicrobianos de última generación.



La resistencia bacteriana causa aumentos en la mortalidad y en los costos tanto de los pacientes como del sistema de salud. A su vez la prolongación de las enfermedades aumentan las oportunidades para que los microorganismos resistentes se difundan al medio ambiente y a la población. Es por lo tanto un tema de la mayor prioridad que debe ser asumido en un esfuerzo país, tanto por el Ministerio de Salud, los políticos, académicos, industria, trabajadores, comunidades locales y consumidores.



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Juan Carlos Cárdenas es Médico Veterinario y Director Ejecutivo del Centro Ecoceanos. www.ecoceanos.cl

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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