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Jorge Arrate y la pera madura


El estado de la transición chilena es equivalente a una pera madura: quien tenga el coraje y la perseverancia de hacerle llegar a los chilenos una propuesta que no sea más de lo mismo, recogerá el fruto. Sino, como la vieja canción, Chile «caerá, caerá, caerá» aun más en el desconcierto.



Anoche, en una «cena de diálogo y camaradería» convocada alrededor del ex ministro socialista Jorge Arrate, el presidente de la FECh, Giorgio Boccardo -uno de los pocos jóvenes presentes-, puso claridad sobre el asunto inmediato: «No queremos otra vez estar en la disyuntiva de escoger entre Lagos o Piñera, Alvear o Lavín».



Hasta anoche, el único que se había salido del marco cupular de la política chilena era Joaquín Lavín, con un posicionamiento nacido de los manuales de marketing: descubrió un amplio nicho abandonado del mercado y le inventó un producto: el «aliancismo-bacheletismo».



Arrate le salió al paso a Lavín, a quien rotuló como «prestidigitador» que intenta «vestirse con el cariño que se le tiene a Bachelet».



«Si es bacheletista que diga si está a favor de la píldora del día después, de acabar con el sistema binominal, si se opone al lucro en la educación, si apoya el proyecto de ley de sindicatos y asociaciones», le espetó airado.



Arrate y todos los oradores insistieron en que no es candidato. Pero lo parece. «Yo vine a un lanzamiento», bromeó el presidente del Partido Comunista, Gullermo Teillier, uno de los que habló, en un tono moderado que ese partido no usaba hace décadas. Un tono de aliados y jovial, matiz también perdido hasta ahora en el discurso público del PC.



«Unir fuerzas» es el lema de Arrate, que repitió con majadería didáctica a lo largo de un discurso improvisado, pero cuidadosamente diseñado para no atacar a nadie en el arco de fuerzas que pretende unir para lanzar alguna esperanza al «macroscópico» sector de la población que no vota, la inmensa mayoría de ellos menores de 30 años.



«Es falso que los jóvenes ‘no estén ni ahí’ como se dice. Ellos se organizan para decenas de actividades, para hacer deportes, comics, hip-hop, o para dar al país una lección política como hicieron los pingüinos», dijo.



Aunque el promedio etáreo de los asistentes a la cena era de 40 para arriba, eran más de 300, invitados prácticamente de palabra, sin medios, sin publicidad, aparte de la visibilidad de convocantes como los diputados socialistas Sergio Aguiló y Marco Enríquez-Ominami y la ministra de Salud, Soledad Barría.



La preocupación que la apertura de este nuevo frente causó entre los espacios conservadores se evidenció claramente con el destemplado correo electrónico del comentarista Patricio Navia, difundido ampliamente el jueves, en que exigía furiosamente la renuncia de Barría.



«Me parece inaceptable que una Ministra de Estado convoque a una cena de camaradería y diálogo para cambiar el modelo económico que defiende el gobierno del que ella es parte», dijo Navia.



¿Bachelet neoliberal? ¿No ganó acaso ella las elecciones con un programa de inclusión y redistribución del ingreso? ¿No ha sido más bien -como dijo Arrate- «la incapacidad o la falta de fuerza» de la Concertación para imponer a la derecha su programa lo que ha llevado al ciclo político actual a un punto muerto?



El gran ausente de la convocatoria y de la cena era el senador socialista Alejandro Navarro. Pero anoche se hizo parte con un mensaje enviado desde la provincia, tal vez porque se dio cuenta de que si pretende encabezar él mismo esta «unión de fuerzas» tendrá que contar con el apoyo, por lo menos, de todos los que estaban cenando con Arrate.



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Alejandro Kirk es periodista

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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