¿A quiénes encumbran las cumbres?
Una mirada desde una cumbre puede ser amplia y abarcadora para una pupila vigilante. Si lo que se mira es la democracia en América Latina en los comienzos de este siglo, lo primero que debería quedar al descubierto es que se la está maquillando para mostrarla desde los medios masivos de comunicación a sus propios habitantes y a los otros, en el contexto de la globalización. Si se la maquilla como a una persona que aparecerá en un programa de televisión, se la está mostrando como quieren que se vea y no necesariamente como es. Los maquillajes son de diverso tipo, por ejemplo: desarrollo sustentable, crecimiento con equidad o cohesión social. ¿Se trata de embellecer a la democracia o de ocultar sus lados feos (que no son pocos)? Si es así, no hay que olvidar un refrán popular que no ha perdido su vigencia: la mona aunque se vista de seda, mona siempre queda.
Estos maquillajes surten su efecto, especialmente en los grupos minoritarios que suelen manejar el poder. Ellos han desarrollado una miopía muy saludable a sus propósitos. En América Latina es evidente, de una manera habitualmente cruel para los más, que no se crece con equidad, porque lamentablemente la pobreza y la marginalidad, excluidas de las tarjetas postales, lo desmienten en el vivir cotidiano.
Revisemos el maquillaje más reciente: cohesión social. En la física hay tres tipos de cohesión molecular, según la naturaleza de la materia: de gases, líquidos y sólidos. La última es rígida y fija, las dos primeras son débiles y cambiantes. La cohesión molecular, de los líquidos donde las moléculas resbalan unas sobre otras, hace que su forma dependa del continente. Así, por ejemplo, la Coca-Cola se conoce universalmente por el diseño de su botella, que es como se representa su forma.
¿A qué apunta la cohesión social? A vivir todos en equidad dentro de un desarrollo sustentable que lo permita, esa es una utopía a la que nunca le llegará su turno, al menos, en un sistema neoliberal. La posibilidad de cohesión social, como en el caso de los líquidos, sólo puede depender del continente y, éste no es uno solo ni el mismo. El antiguo invento de las clases sociales, por ejemplo, ofrece diversos continentes donde irán diversos contenidos, pero donde no funcionan las mezclas como en la publicidad. De ahí la inevitable segmentación social: los poderosos con los poderosos, los ricos con los ricos, los asalariados con los asalariados, los excluidos con los excluidos, en fin, los marginales con los marginales; cada grupo en su continente.
Con toda razón, Rousseau con su mirada vigilante desde el siglo XVIII, advirtió que el buen salvaje es corrompido por la sociedad con su eficiente mecanismo de la propiedad privada, que inevitablemente conduce hacia el egoísmo. Más tarde Rawls desde el siglo XX en su «Teoría de la justicia», con una mirada igualmente vigilante, aboga contra el utilitarismo desde la «justicia como imparcialidad», en un intento contractualista de beneficio mutuo.
¿Acaso la cohesión social permitirá e implementará la mezcla de los ABC1 con los marginales? Por cierto que no, una premisa sagrada del neoliberalismo será su impedimento, así: «Una persona, una institución o un Estado pueden enriquecerse ilimitadamente», pero completemos la idea, a costa del resto. Al fundamentalismo neoliberal, la pobreza y la marginalidad, le resultan tan convenientes como funcionales y no hará nada para eliminarlas. En cambio, su presencia en la democracia es una lacra inaceptable, pero ello, lamentablemente resulta invisible para los que miran desde la cumbre, aunque es evidente para los que miran desde abajo.
La pregunta, entonces es ¿Qué va a cohesionar la cohesión social? ¿La calidad de la educación, por ejemplo? Recién tuvimos la rebelión de los pingüinos que, al menos logró hacer reaccionar a algunos inquilinos de la cumbre, por eso se va a maquillar la LOCE y así, se cumplirá la sentencia de Lampedusa «todo tiene que cambiar para que todo siga igual», es decir, las desigualdades propias del sistema neoliberal que ha resultado globalizadamente sustentable.
Por eso sería conveniente que, estas reflexiones sobre la Cumbre Iberoamericana que hago desde aquí, sean realizadas desde la cumbre, por quienes pueden hacerlas aún a riesgo de eliminar la miopía, que como los árboles no deja ver el bosque.
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José Miguel Vera Lara. Filósofo. Profesor Universidad de Chile
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