Publicidad

La audacia sensata de Obama

El es cambio sereno e integrativo; audacia sensata, reformista. Se atreve a dar un giro «verde» para usar energías alternativas, pero no duda en apoyar el rescate a la industria automotriz de Detroit. El es joven, pero no dudó en elegir veteranos para políticas claves, como un …


Por: Esteban Valenzuela*

Fue el diputado Álvaro Escobar el primero que me dijo que podía ganar Obama hace un año y medio, cuando comenzaban las primarias. Con él vimos su juramento, y Escobar, que es nacido en USA, se emocionó, como esos dos millones en las calles y parques de Washington.

El discurso fue solemne, aunque algo ecléctico (dialogaremos con amigos y «enemigos», pero «derrotaremos» a quienes se opongan a nuestro estilo de vida), centrado en unificar y llamando a trabajar duro, lo que nos hace sospechar que la crisis económica es más profunda de lo pensado.

El es cambio sereno e integrativo; audacia sensata, reformista.  Se atreve a dar un giro «verde» para usar energías alternativas, pero no duda en apoyar el rescate a la industria automotriz de Detroit. El es joven, pero no dudó en elegir veteranos para políticas claves, como un ex senador en salud. Lucha, pero no se queda crispado, como el testimonio de elegir a Hillary en relaciones exteriores. Es negro, pero no se victimizó ni inundó su discurso de racismo. Quiere cambiar la política exterior, es probable que levante sanciones a Cuba, pero esperará reciprocidad para cambios mayores como levantar el embargo. En el Medio Oriente ya actuó antes de asumir; Israel dejó los bombardeos antes de su juramento.  Ojalá (sí, textualmente «si Alá quiere»), se reúna con Siria e Irán, actores claves para buscar un arreglo en el área que permita una Palestina libre, un Israel seguro, y un Irak pacificado y soberano.

El no es un idealista ni un populista. Es un político audaz que lee los signos de los tiempos (la locura neoliberal de los mercados salvajes sin control, la lógica guerrera y revanchista que lleva a justificar la tortura y la revancha sin apego ético, el descontrol en el consumo frenético de los combustibles fósiles). El es un pragmático con esperanza, porque la propia crisis y aislamiento norteamericano no dan para más (y la declinación es inevitable) y se vuelven un peligro, pero a su vez, es un esperanzador que se atrevió a correr los límites de lo posible.

Es el Obama de sus propios escritos, donde se muestra con transparencia. Leí con atención el capítulo sobre la «política» en la «Audacia de la Esperanza», y hace confesiones sinceras. Reconoce el rol del dinero en las campañas, aunque no lo sacraliza y relata su triunfo como senador ante un candidato millonario. Hace muchas reuniones de base para escuchar «al pueblo», pero reconoce lo complejo de las votaciones en que no puede quedar bien con todo el mundo, así como los lobbistas rabiosos que no son sólo empresas, también grupos de interés, sindicatos, iglesias.  Denuncia el grave uso tergiversador de sus actuaciones o declaraciones por parte de sus adversarios, pero acepta que él gozó del favor de la prensa. Admite que su retórica roza con la literatura y las metáforas, que lleva a sus asesores a «aterrizarlo».

Obama no es el súper hombre neitzcheano, felizmente. Es la audacia sensata que ayudará a tender puentes y, esperamos, a recrear un EEUU dinámico, pero a su vez responsable y más amigable con la aldea común que somos.

*Diputado de Chile Primero

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias