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Chávez y los intelectuales de derecha

Por eso el que no está con la revolución socialista es perseguido, encarcelado, purgado, marginado (en Cuba). O como en Venezuela, detenido en los aeropuertos por dos horas, eliminados los canales de televisión (Radio Caracas Televisión, y ahora Chávez se lanza contra Globovisión).


Por Javier Campos*

Habría sido unos de los debates históricos si se hubiera realizado este fin de semana, a fines de mayo, en Caracas, Venezuela. Iba a ser entre  Hugo Chávez y Mario Vargas Llosa. Estuvo a punto de ser pero a último momento el presidente venezolano «se rajó», como dijo Jorge Castañeda que también estaba en Caracas. Igualmente invitado era  Enrique Krauze director de letraslibres.com.  También el  periodista colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, autor del libro «Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano» estaba en Caracas. Todos llegaron a Venezuela invitados por  la organización no gubernamental Centro de Divulgación del Conocimiento Económico para la Libertad (CEDICE) a discutir sobre la libertad y la democracia.  Chávez los tildó inmediatamente de intelectuales de extrema derecha. Fueron las palabras más suaves.

Chávez no desautorizó el encuentro pero sí fueron detenidos en el aeropuerto por casi dos horas, principalmente Mario Vargas Llosa y su hijo,  Álvaro Vargas Llosa. Se les retuvo el pasaporte y se les revisaron las maletas. Y las declaración de Álvaro Vargas Llosa fueron luego las siguientes: «Me impidieron seguir hablando por teléfono pero luego me pusieron ya en libertad, me dijeron que no tengo derecho a hacer declaraciones políticas, que estoy aquí de visitante o turista y que como tal no tengo derecho a opinar políticamente… Por supuesto que voy a seguir con los planes que tenía cuando llegué esta tarde. Como ciudadano de Perú, (…) no creo tener menos derechos que otros bolivarianos para defender mis ideas que son las mismas que defiendo en otras partes del mundo. No podría yo defender en Venezuela ideas distintas de las que he defendido y sigo defendiendo en otras partes.

La declaración a la prensa al llegar a Caracas de Mario Vargas Llosa fue interesante: «Estamos en tierra de Simón Bolívar, el libertador, y nadie nos impedirá ejercer nuestro derecho a opinar. Estamos a favor del diálogo como uno de los principio básicos que nosotros defendemos».

Entonces Chávez no autorizó expulsarlos del país porque ya la noticia estaba por todo el mundo y aquello, el expulsarlos, sería la evidencia clara de su autoritarismo.  Aunque sí pasaron por un registro minucioso en el aeropuerto demostrándose  el carácter dogmático del gobierno de Chávez.  Como si las ideas que traían aquellos intelectuales fueran más peligrosas que haberle encontrado una bolsa de cocaína entre las camisas, la ropa interior,  y los libros dentro de la maleta. Es que ellos «representaban la más rancia oligarquía de derecha, pro-imperialistas, etc.,» como dijo rápidamente Chávez por la televisión. O sea que el permitirles la entrada a Venezuela no significaba para nada que allí existiera la libertad completa de opinar diferente como quedó demostrado al llegar al aeropuerto.

Pero luego le vino otra brillante  idea  al presidente Chávez: «Se me ocurre algo en ese momento (…) Invito a esta gente, les doy un espacio en ‘Aló Presidente’, que es continuo de aquí al domingo (del 28 al 31 de mayo)». Pero aclaró que él sólo sería un espectador del debate.  Y agregó,  «…un debate … me aparto y dejo que debatan». Invitaba a debatir a las personalidades «de la derecha» y a los «revolucionarios» de varios países que por casualidad, en la misma fecha, asistían  a un foro paralelo al del CEDICE.

Pero el  mexicano Krauze dijo que lo mejor sería que el debate fuera en el propio programa de Chávez, «Aló Presidente»,  y fuera con él  «y con reglas claras  para evitar monólogos.»  Y Krauze agregó: «Sería muy interesante para la vida del ciudadano venezolano y muy sano para la vida política de Venezuela ver a su presidente en un debate de ideas y  escuchando opiniones de los demás y no sólo exponiendo las suyas». Además sugirió que los temas fueran la democracia, los derechos humanos y la crisis económica internacional, principalmente. Castañeda también dijo que  «estaría encantado de debatir con el presidente Chávez sobre esos temas». Finalmente propusieron a Vargas Llosa debatir con Chávez en el programa del presidente y el escritor peruano aceptó.

         Y aquí es cuando la situación cambió y Chávez se negó a debatir con Vargas Llosa pues él, dijo,  lidiaba sólo con presidentes, a su altura, y Vargas Llosa no estaba en su nivel político para hablar con él públicamente en un debate.  A lo que Vargas Llosa inmediatamente respondió: «Si el Presidente (Chávez) sólo puede debatir con Presidentes, ¡qué bravata la de invitarnos a discutir!». Y remarcó, «el Mandatario lo que quiere es mantener un monólogo autista».

Por cierto que alguien le susurró a Chávez que no era una buena idea, y menos en su propio programa, un debate con el intelectual peruano. Está claro que habría sido uno de los históricos momentos en la historia política latinoamericana en que un caudillo populista se hubiera visto confrontado públicamente.  Y además,  ver sus consignas demolidas con otras perspectivas  por un destacado intelectual que se las habría rebatido punto por punto. Consignas aprendidas y aconsejadas por su mentor Fidel Castro.  El temor y el miedo  de Chávez  fue clarísimo por eso inventó que él sólo debatía con presidentes.

Y en esta polémica por supuesto que Fidel Castro escribió sus reflexiones rápidamente para «opinar» del caso. Y lo dijo así: «La flor y nata del pensamiento oligárquico y contrarrevolucionario se reúne en Caracas para declarar por todos los medios que en Venezuela no hay libertad de prensa… las lumbreras de la oligarquía internacional». También Castro dijo de Chávez: «es un educador infatigable… no vacila en describir lo que significa el capitalismo y desmonta una por una todas sus mentiras…es implacable…describe el sentido de cada una de las medidas que el socialismo lleva al pueblo».

El caso de Cuba es tan conocido que resulta imposible rebatir lo que dice la dirección del Partido Comunista ni en medios escritos (periódicos) ni tampoco en espacios para «intelectuales contrarrevolucionarios» puesto que en la isla les están vedados esos espacios.  Por eso resulta patético que el dictador Fidel Castro diga algo tan fuera de lugar con una impresionante ingenuidad, propio de dictadores, que aún desde su retiro, que no es tal, siga controlando la política más represiva contra los intelectuales y cualquiera que opine distinto allá  isla.  Si Fidel Castro opina políticamente sobre cualquier país, pide mar para Bolivia, aconseja qué deben hacer tales presidentes cuando los recibe, insiste que Cuba es la sociedad perfecta, etc.   ¿por qué entonces negarles el derecho a pensar  distinto a los que no piensan como Chávez y Castro, a los que creen que el comunismo no fue ni es  ni será ninguna solución de desarrollo y crecimiento económico de un país?

Es que sigue tan viva la frase, como lo demuestra esa indigna reflexión reciente de Castro,  la que dijera en junio de 1961 y de la cual Chávez se hace eco. La que ha sido el fundamento escrito en piedra sobre la cual se ha levantado, y a su vez sucumbido,  todo aquel régimen opresivo y todos los regímenes comunistas: «Dentro de la revolución todo, contra la revolución ningún derecho».

 Por eso el que no está con la revolución socialista es perseguido, encarcelado, purgado, marginado (en Cuba). O como en Venezuela, detenido en los aeropuertos por dos horas, eliminados  los canales de televisión (Radio Caracas Televisión, y ahora Chávez se lanza contra Globovisión). Entonces resulta repugnante la opinión de Castro en este suceso en Caracas.  Chávez, sin llegar aún al nivel represivo de Fidel Castro, sin embargo sigue los consejos de su padre ideológico.  Y de seguro tras la negativa de debatir con Vargas Llosa, Chávez sin duda escuchó a su Mesías desde la Habana.


*Javier Campos es escritor y columnista.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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