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Los otros terremotos

Marcelo Arnold Cathalifaud
Por : Marcelo Arnold Cathalifaud Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile.
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El sismo también acarreó terremotos institucionales, que se reflejan en la pérdida de credibilidad en las organizaciones que en un primer momento reaccionaron tardíamente, confusamente o derechamente mal.


Al sismo del 27 de febrero le han sucedido terremotos personales, sociales, culturales e institucionales de gran intensidad y de larga duración a los cuales debemos, como país, atender con prontitud.

El reciente terremoto ha tenido diversos efectos sanitarios, económicos y arquitectónicos. Sin embargo, hay otros efectos que tienden a olvidarse. Los damnificados sufren también la pérdida de sus círculos y espacios sociales cuando sus familiares, amistades y vecinos abandonan sus residencias y sus comunidades se desintegran debido a la tragedia; cuando los ánimos decaen y las voluntades se debilitan dando paso a la impotencia y el dolor. Junto con ello, las identidades se resienten; la seguridad de lo conocido y la tierra de los ancestros pierden su sustento y los patrimonios se derrumban. No cabe duda de que la recomposición personal, social y cultural se dará en un muy largo plazo y, desafortunadamente, no siempre la situación anterior al sismo se recompondrá.

[cita]El sismo también acarreó terremotos institucionales, que se reflejan en la pérdida de credibilidad en las organizaciones que en un primer momento reaccionaron tardíamente, confusamente o derechamente mal.[/cita]

çEn estos días, y después de un recorrido en la Región del Maule, he podido apreciar cómo ciudades y pueblos pujantes han quedado devastados y los más afectados, los más vulnerables, quienes se sentían protegidos por sus murallas de adobe, cientos de personas mayores y muchos otros, continúan ensimismados en una situación de desesperanza e incertidumbre con respecto a su destino. No todos tienen los recursos y la energía para “levantarse” y ya es tiempo de pensar en ellos. En este contexto, no es claro que los municipios, que deben responder a los sectores más activos en exponer sus demandas, tengan la posibilidad de revertir esta desesperanza. De hecho sus autoridades, personal, equipamiento y edificios también se han visto afectados. Es justamente aquí donde la recomposición y construcción de redes sociales y el fortalecimiento del apoyo solidario pasa a ser una tarea imprescindible.

El sismo también acarreó terremotos institucionales, que se reflejan en la pérdida de credibilidad en las organizaciones que en un primer momento reaccionaron tardíamente, confusamente o derechamente mal. La entrega de información atrasada, parcial y contradictoria tiene como efecto la pérdida de la confianza ciudadana. Los servicios públicos y las empresas a las que se les atribuyeron negligencias tendrán muchas dificultades para recobrar su reputación. Frente a ello sólo cabe algo de lo que estamos observando: en primer lugar, centralizar y oficializar la información en unos pocos voceros y adoptar medidas efectivas y coherentes. No todo se arregla con palabras de solidaridad y de aliento, tampoco con sólo caridad y mega eventos. Todo ello es necesario, pero insuficiente para atender el fondo de la catástrofe.

Finalmente, ¿cómo enfrentar las tareas que nos deja el sismo? Sin duda, definiendo y sopesando las condiciones que han amplificado sus múltiples efectos en las personas, familias y comunidades. Lo que se ha desencadenado reviste una complejidad que sobrepasa los aspectos materiales y económicos y compromete reparaciones de toda índole y en plazos bastante largos. No debemos olvidar que el impacto de las catástrofes naturales se expresa con distintos daños según las condiciones específicas de las poblaciones que habitan en los lugares afectados. La tarea de los organismos a cargo de la reconstrucción es conciliar y complementar las visiones de los especialistas con las de las propias personas, familias y comunidades afectadas. Desde la perspectiva de las ciencias sociales, se trata de identificar los efectos psicológicos, sociales, culturales e institucionales, e integrar conocimientos y acciones preventivas en nuestra cultura, como país sísmico, en un aprendizaje efectivo que permita un afrontamiento integral cada vez mejor de estos acontecimientos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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