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Gramsci más allá de Gramsci

Antonio Leal
Por : Antonio Leal Ex Presidente de la Cámara de Diputados, Director de Sociología y del Magister en Ciencia Política, U. Mayor. Miembro del directorio de TVN.
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Cuando la sociedad de la Información y de las comunicaciones pone el acento en la “captura” del cerebro, de las emociones, de los sentimientos y de la conciencia de las personas, Gramsci es muy útil para comprender la batalla que hay detrás de este nuevo fenómeno de generación de consenso.


Al cumplirse en enero próximo los 120 años del nacimiento de Antonio Gramsci se publica en Italia mi libro “GRAMSCI oltre GRAMSCI” título con el cual buscamos presentar la elaboración del gran teórico de la Ciencia Política italiana en su originalidad, en la enorme novedad que ella significó dentro del marxismo como en la cultura política en general, de material conceptual, de condiciones en que se desarrolla su elaboración en la prisión fascista pero, también, los propios límites de la concepción filosófica principal en que Gramsci se inspiraba para mirar el mundo de la época.

El libro se propone analizar a Gramsci desde una perspectiva “metapolítica” afirmando sea el objetivo ético de la política –que fue central en Gramsci -, el laicismo típico de la modernidad, como el objetivo de corregir el alejamiento de la política de la polis y de impedir que esta se convierta en una pura gestión de poder. Se propone utilizar el rico material conceptual de Gramsci para abordar los temas de la sociedad compleja de hoy.

Muchos estudiosos han calificado a Gramsci como el “teórico de la superestructura”. En efecto Gramsci reconceptualiza, reubica y crea formulaciones filosóficas y políticas  para generar un nuevo “léxico de la política”.

Uno de los mayores aportes de Gramsci a la Ciencia Política moderna es el de determinar el alcance del concepto de sociedad civil y el vínculo que esta establece con la sociedad en general.  Gramsci autonomiza, separa, de una parte, la sociedad civil de la esfera de las relaciones económicas y la coloca en la superestructura, concediendo a ésta un papel propio y dinámico radicalmente distinto del que tiene la visión clásica.  De otra parte, distingue, en la superestructura, el momento fundamental del consenso, que es típico de la sociedad civil, del momento coercitivo  de la ley, que por el contrario es típico de la sociedad política, es decir del Estado.

[cita]Cuando la sociedad de la Información y de  las comunicaciones pone el acento en la “captura” del cerebro, de las emociones, de los sentimientos y de la conciencia de las personas, Gramsci es muy útil para comprender la batalla que hay detrás de este nuevo fenómeno de generación de consenso.[/cita]

La reconceptualizción gramsciana de la sociedad civil representa una novedad no sólo respecto de Marx sino de la cultura filosófica y política en general.  Para Adam Smith, la sociedad civil es el intercambio y el comercio.  Para Kant, es la sociedad de las relaciones económicas, y se basa en la ley de la competencia y en la ambición de poder y de riqueza.  Voltaire, hace su crítica al cristianismo en nombre y desde el punto de vista de la sociedad civil, con la que identifica el progreso moral de Europa.  Hegel sitúa en la sociedad civil tanto la esfera económica, cuanto sus relaciones y las formas de organización del Estado.  Marx las circunscribe al conflicto de las relaciones económicas.

Gramsci, confiere al concepto de sociedad civil un contenido absolutamente moderno, radicado totalmente en la superestructura.  La sociedad civil es el lugar específico de la producción del consenso y, por tanto, la base real, la garantía de la estabilidad del Estado, la sede del desarrollo de la hegemonía.

Es el contenido ético del Estado.   A través de la sociedad civil, el Estado forma el consenso, trata de elevar a la población al nivel de las exigencias del modelo productivo.  Es aquí donde se produce el paso de lo objetivo a lo subjetivo y, por ende, el punto de partida de una visión más elaborada que la de Marx.

El centro de toda la concepción de la superestructura de Gramsci y de su extensión del concepto de Estado en general, de la filosofía política de la época, reside en el tema de la hegemonía.  A través de ella se expresa la relación entre sociedad civil y Estado, la dialéctica entre consenso y autoridad, la diferencia entre “guerra de posición”, que comporta una profunda reforma intelectual y moral como la difusión de una nueva hegemonía que transforma la filosofía en “sentido común” de la sociedad y “guerra de maniobra” que era el modelo típico de las revoluciones jacobinas pasando por la francesa, la rusa y por la mayoría  de eventos de los últimos dos siglos. Este es el nudo de la elaboración gramsciana y, sin duda, su mayor aporte filosófico a la teoría política.

Gramsci afirma, en sus Cuadernos de la Cárcel, que “el momento de la hegemonía o de la dirección cultural es el momento esencial de la más moderna filosofía de la praxis”. Hegemonía es sinónimo de dirección cultural, de construcción de prestigio, es el componente obligatorio de la ampliación social e ideológica del Estado en general, es un momento de medición entre teoría e historia, un momento de tránsito de la filosofía a la ciencia política.

Todo esto implica un  verdadero repensamiento de la política, desde Maquiavelo a Marx, una reelaboración sea de la sociedad civil que de la sociedad política.

Para Gramsci la hegemonía exige una constante capacidad para renovar la legitimidad y para construir nuevas esferas de consenso y de productividad cultural, de manera tal, que el conflicto por la hegemonía queda siempre abierto, no se gana de una vez para siempre, está en disputa y ello prefigura la alternancia.  Son temas completamente ausentes en el marxismo clásico y contribuciones a la teoría política contemporánea.  La concepción de hegemonía supone un régimen político de libertades democráticas y Gramsci lo señala claramente; “somos liberales, aún cuando somos socialistas. El  liberalismo en cuanto a costumbres, hábitos, reglas, es condición ideal e histórica del socialismo”

Gramsci enseñó a la izquierda a estar en la sociedad civil de manera no instrumental y a construir desde allí los espacios de hegemonía cultural y ética y justamente hoy, cuando la sociedad de la Información y de  las comunicaciones pone el acento en la “captura” del cerebro, de las emociones, de los sentimientos y de la conciencia de las personas, Gramsci es muy útil para comprender la batalla que hay detrás de este nuevo fenómeno de generación de consenso y nos puede dar luces de cómo leerlo y de cómo utilizar estas nuevas herramientas en clave progresista.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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