Que siga la PSU
Conocidos los resultados de la PSU, siempre se inician debates, enjuiciamientos y una serie de controversias respecto de la capacidad de este instrumento de medición para dar cuenta de situaciones académicas, sociales, económicas, de equidad e inclusión, entre otras. Aunque en estricto rigor esta Prueba de Selección Universitaria, vigente en Chile desde 2006, sólo refleja la capacidad de respuesta a cuestionamientos formulados sobre la base de contenidos que, se supone, alumnos de todo el país debieran conocer al concluir la Enseñanza Media.
Así, el instrumento recoge lo que el sistema de educación le entrega a lo jóvenes chilenos en el proceso formativo de educación media. Y aquí viene el problema, pues querámoslo o no sus resultados muestran año tras año, deficiencias de base, mala educación, malos profesores, ambientes educativos poco estimulantes y faltos de expectativas, colegios de mala calidad, diferencias socioeconómicas, vulnerabilidad de las familias y los hogares, carencia de recursos de grupos vulnerables para acceder a profesores particulares o preuniversitarios de cualquier nivel (…).
Son estos resultados los que deben inquietarnos, pues a todas luces emerge una deuda que alguien debe pagar. A nuestro juicio, deberíamos exigírselas todos los chilenos, y en particular los estudiantes que han tenido un mal resultado en la PSU, al modelo económico y de desarrollo del país de los últimos treinta y cinco años, reclamándole responsabilidades a sus impulsores. ¿Por qué al sistema y a sus propulsores? Porque es probable que lo que haya que evaluar, revisar y quizá cambiar, no sea la PSU, sino la fórmula perversa que el país ha establecido para sustentar tanta desigualdad, inequidad y segregación.
[cita]El Estado no ha sido capaz de revertir las condiciones de inequidad y segregación social en que crece la inmensa mayoría de niñas y niños chilenos perdiéndose quizá, extraordinarios talentos para el país.[/cita]
Veamos algunos datos que sustentan la tesis anterior y que por contundentes no requieren de mayor explicación: de los puntajes nacionales el 66% proviene de colegios particulares pagados, el 17% de los subvencionados y el 18% de los municipalizados; casi el 50% de los puntajes nacionales proviene de las 8 comunas más ricas del país.
En la última PSU el resultado promedio de los colegios municipales fue de 473 puntos y el de los particulares pagados, 618 puntos; es decir, 145 puntos de diferencia. En puntajes sobre 638, más del 50% corresponde a alumnos de colegios particulares pagados
Hay otros indicadores de los resultados de este instrumento de medición que muchos dejan de lado o incluso en el olvido, esto es, la escolaridad de los padres del postulante, el nivel socioeconómico de su familia o el propio entorno social en el que se desenvuelve, datos todos que están directamente correlacionados con el resultado que los jóvenes obtienen en la PSU.
Estos datos y muchos más que se puedan colegir de la PSU, dan cuenta de una constante: hay ciudadanos de este país que son injustamente discriminados desde la cuna y el Estado no ha sido capaz de revertir las condiciones de inequidad y segregación social en que crece, se alimenta y educa la inmensa mayoría de niñas y niños chilenos perdiéndose quizá, extraordinarios talentos para el país.
No obstante el panorama sombrío, se han dado algunos pasos significativos; por ejemplo, en el gobierno anterior las BEA, Becas de Excelencia Académica, asociadas a los cupos supernumerarios en las universidades del CRUCH, que favorecen al 5% mejor de la promoción de los colegios municipalizados o particular subvencionado. En este gobierno, cabe destacar la Beca Vocación de Profesor que permitirá a buenos estudiantes, con más de 600 puntos en la PSU, estudiar becados alguna Pedagogía con el compromiso de ejercer en un establecimiento municipalizado por un número importante de años. Esta iniciativa permitiría revertir la mala calidad de la educación chilena. Queremos creer en esta importante apuesta.
Pero volvamos a la PSU. El tema de fondo no pasa por esta Prueba de Selección, que es meramente un instrumento de medición como el SIMCE o la prueba PISA, que no tienen resultados muy distintos. Por lo mismo, aspiramos a que siga vigente por muchos años, los necesarios para que sus resultados golpeen cada año mas fuertemente nuestras conciencias, provocándonos esa sensación de desagrado que nos impele a preocuparnos de lo realmente importante: mejorar las condiciones de nuestros niños y jóvenes vulnerables.
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